El Cabo Carvoeiro: el barco de la muerte de la Sevilla franquista.
Un reportaje de Juan Miguel Baquero.
Los sublevados de julio de 1936, inmersos en una orgía de
ejecuciones y detenciones masivas, sembraron la provincia sevillana de
cárceles improvisadas, incapaces los centros de detención de albergar el
creciente número de presos.
La oligarquía de la ciudad puso a disposición del "glorioso Alzamiento Nacional" el vapor Cabo Carvoeiro,
una prisión flotante que hacinaba a diario en sus bodegas a no menos de
500 personas, muchas de las cuales acabaron fusiladas en las tapias del
cementerio.
Un barco, una prisión improvisada y la muerte. El vapor Cabo Carvoeiro,
propiedad de la oligarquía sevillana, surcó las aguas del río
Guadalquivir convertido en símbolo de represión. Los sublevados de julio
de 1936 sembraron la provincia de Sevilla de centros de reclusión,
detenciones masivas, torturas, ejecuciones... De gritos silenciados en
las bodegas de una cárcel flotante y presos que restan horas a su
fusilamiento. Así el franquismo ganaba una batalla, la del terror,
grabada a sangre y fuego en la memoria popular. Aún flota en el recuerdo
el Cabo Carvoeiro, el barco de la muerte.
Unos 60.000 asesinados yacen sepultos en más de 600 fosas comunes,
sólo en suelo andaluz. Muchos, antes de recibir la muerte a tiros,
pasaron por centros de detención. Era el paso previo en una realidad de
"sacas y fusilamientos". Como el Carvoeiro, un "infierno flotante" con desembocadura en las tapias del cementerio.
Cualquier día se convertía en el último para presos sin juicio pero con
sentencia. Hambre, sol, hacinamiento, insalubridad… No menos de 500
personas tiradas a diario en aquellas entrañas de acero. "Allí dormían
como perros" recordaría uno de los niños que accedió al interior.
El 18 de julio, la prisión provincial de Sevilla acogía 320 presos. Cinco días después,
1.438 detenidos quedaban hacinados en un recinto inaugurado en periodo
republicano. "Sevilla se convirtió toda en una prisión", escenifica
Manuel Bueno Lluch, de la fundación de estudios sindicales de Comisiones
Obreras, en la revista Andalucía en la Historia del Centro de Estudios Andaluces. Las autoridades golpistas activaron múltiples centros de reclusión. Caso del cine Jáuregui –donde permaneció Blas Infante hasta su muerte–, el cabaret Variedades o los sótanos de la plaza de España. Ayuntamientos o escuelas servían de improvisadas prisiones en los pueblos y campos de concentración comenzaban a funcionar por toda la provincia.
La República como amenaza a los "intereses tradicionales"
Y estaba el Cabo Carvoeiro, de la
familia Ybarra, cuarta naviera a nivel estatal "y la primera andaluza".
Entre sus "socios", reseña el investigador, también había "algunos
conocidos apellidos de la oligarquía andaluza, como los Pickman, los
Lasso de la Vega, los Osborne y los Azque". Era la "élite económica" que
sustentaba al Partido Conservador al sur de la península. Contrarios, y
"desalentados", por la proclamación de una República que observaban
"como una amenaza para sus intereses tradicionales".
Explícita del apoyo que brindan "en cuanto sea preciso" al "glorioso
Alzamiento Nacional" es el acta de la reunión de socios de la otra gran
sociedad familiar, Hijos de Ybarra, sobre el "movimiento militar que el día 18 se inició en Sevilla y Marruecos para salvar a España
de la ruina y el desastre que la política del infamante Frente Popular
le estaba ofreciendo". Para sellar el compromiso están los 80 metros de
eslora y 12 de manga del Carvoeiro. El vapor a hélices construido
en los astilleros de Newcastle (Reino Unido) en 1909 podía transportar
3.300 toneladas de carga. Sus dos bodegas fueron las celdas de la
prisión flotante.
La orden radiofónica de
los golpistas era clara, el vapor debía dirigirse a Sevilla. Pero debía
permanecer en Bonanza, un paraje del Guadalquivir. Aquel día de la
sublevación, en "Coria y La Puebla había una concentración de
comunistas", recuerda Bueno Lluch. El día 24, por la tarde, "el curso
del río quedó despejado". Llega a la capital y descarga las bodegas.
Anclado en Triana, ya está preparado para su nuevo cometido. Parte de la
tripulación es fusilada. "Los primeros hombres en habitar las bodegas
del barco", ese mismo día, "fueron los 70 detenidos de la columna minera
que había osado atreverse a intentar hacer fracasar el golpe en
Sevilla". Poco después, 550 personas atestaban las bodegas.
"El espectáculo debía ser dantesco"
Justo a los dos meses el Carvoeiro mueve
su anclaje hasta Tablada. "El espectáculo debía ser dantesco incluso en
aquellos tiempos de guerra", señala Manuel Bueno. ¿Una cifra exacta de
detenidos? "Es prácticamente imposible", precisa. Aunque las "escasas
evidencias documentales" de la cárcel flotante prueban una media de 500,
apresados de pueblos de la cornisa del Aljarafe: "Camas, Salteras,
Castilleja de Guzmán, Olivares, Castilleja de la Cuesta, Valencina,
Umbrete, Bollullos de la Mitación, Mairena del Aljarafe, San Juan de
Aznalfarache, Palomares y Coria del Río". En el programa En primera persona de RNE, Sandra Camps recabó testimonios orales en un documental radiofónico.
Otros detenidos llegaban desde la vega del Guadalquivir o la campiña
sur de Sevilla, incluso de Huelva y Badajoz. "Un buen número de ellos
sólo fueron sacados de allí para ser fusilados en los múltiples
escenarios de muerte de los que se llenó la ciudad". Eran, la mayoría,
obreros, militantes, con una media de edad joven. "Sus edades", cuenta
el investigador, "oscilaron entre los 16 años, del panadero de Camas
Miguel Expósito Marín, o del vendedor ambulante del barrio de la
Macarena Manuel Rodríguez Llauradó, y los 60 años del ferroviario cenetista José Jiménez Ojeda".
El 8 de diciembre del 36, tras 133 días de servicio a las fuerzas golpistas, el Cabo Carvoeiro
perdió su estatus de prisión flotante. Los últimos 290 presos eran
trasladados a la plaza de España y la prisión provincial. Constituían,
todos, "la gangrena que corroe las entrañas de nuestra querida patria",
en palabras de Queipo de Llano, autoproclamado Jefe de la Segunda División Orgánica. Las familias de los 'rojos' ya no tendrían que acudir al Carvoeiro
buscando vida, ofreciendo tímidas viandas. El barco de la muerte pasaba
a formar parte del oscuro recuerdo de la represión, de la memoria de la
derrota.