Desde luego no sé lo que pensareis vosotros,
pero encontrarse sentado en un autobús frente a una fémina con esos pelos, que te mira con una
expresión así es para apearte a toda prisa en la parada siguiente aunque no sea la tuya. Porque si ya
es dificil saber lo que piensa una mujer, esta moza con esa expresión entre poseída, pícara y ezquizofrénica rompe los parámetros de lo imaginable. Lo mismo pretende
sexo sangonero que robarte hasta los calzoncillos en un descuido.
Un angelito de niña. |
La perversa inocencia que rezuma su sonrisa parece sacada de una versión taimada pero igual de traumática que la del sujeto ese del silencio de los
corderos.
De seguro que su infancia no fue nada fácil bajo la severa sombra de un austero padre prebisteriano que debió dejarle significadas secuelas. Unas secuelas que ahora afloran para terror de esa Europa del sur, de vida licenciosa y verbenera a la que tanto parece odiar esta teutona prusiana de mirada inquietante. Tanto es así que la ha condenado por generaciones a la hoguera del hambre y la miseria sin pestañear siquiera. Y es que no hay nada tan cruel como la penitencia impuesta por alguien que nunca se comió una rosca en eso de juergas y placeres mundanos. Austeridad, austeridad y austeridad para los pobres. Esa es su Biblia, su inapelable mantra, su durísimo cilicio que ha logrado convertir Bruselas en una Inquisición, azote de frívolos, noctámbulos y desempleados sin subsidio. Lo curioso es que a esta trastornada no le haya dado en su demencial deriva por quemar el dinero, que como todo el mundo sabe, es el principio y fin de todos los males del universo universal. Pero de seguro que si no ha sido así es porque hay algún rincón sentimental en su vida, algún banquero que le hace tilín y al que le da todos los dineros que arrampla de aquí y de allá ––que no son pocos –– para que se lo juegue con sus amigotes a los chichi. Todo menos prestárselo a los pobretones del sur, que como decía el buen cardenal Segura, luego se lo gastan en vino y otros vicios como hipotecarse en un techo donde cobijarse o invitar a raciones de gambas a sus familias.
De seguro que su infancia no fue nada fácil bajo la severa sombra de un austero padre prebisteriano que debió dejarle significadas secuelas. Unas secuelas que ahora afloran para terror de esa Europa del sur, de vida licenciosa y verbenera a la que tanto parece odiar esta teutona prusiana de mirada inquietante. Tanto es así que la ha condenado por generaciones a la hoguera del hambre y la miseria sin pestañear siquiera. Y es que no hay nada tan cruel como la penitencia impuesta por alguien que nunca se comió una rosca en eso de juergas y placeres mundanos. Austeridad, austeridad y austeridad para los pobres. Esa es su Biblia, su inapelable mantra, su durísimo cilicio que ha logrado convertir Bruselas en una Inquisición, azote de frívolos, noctámbulos y desempleados sin subsidio. Lo curioso es que a esta trastornada no le haya dado en su demencial deriva por quemar el dinero, que como todo el mundo sabe, es el principio y fin de todos los males del universo universal. Pero de seguro que si no ha sido así es porque hay algún rincón sentimental en su vida, algún banquero que le hace tilín y al que le da todos los dineros que arrampla de aquí y de allá ––que no son pocos –– para que se lo juegue con sus amigotes a los chichi. Todo menos prestárselo a los pobretones del sur, que como decía el buen cardenal Segura, luego se lo gastan en vino y otros vicios como hipotecarse en un techo donde cobijarse o invitar a raciones de gambas a sus familias.
De esta manera, Bruselas, alias
Loquilandia, se ha provisto de economistas y políticos sin escrúpulos que también se hacen los locos en eso de seguirle la corriente a esta buena señora a la que le sacan la pasta por decir barbaridades tales como que con la "austeridad crece la economía" y chorradas por el estilo. El pueblo alemán soporta este manicomio, y de seguro volverá a elegir a su "Conductora" en las inminentes elecciones que están por llegar porque, a pesar que su jodida austeridad los hunde, la aguanta por ese prurito masoca que tienen los alemanes en apoyar a locos y siniestros que luego nos joden la vida a todos, y de qué manera.
En Bruselas no hacen falta economistas sino un buen puñado de psiquiatras.
j.m.boix
j.m.boix
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