Monday, 15 April 2013

JORGE VESTRYNGE Y SÁNCHEZ DRAGÓ.


Vestringe es multado en un escrache.
Aún recuerdo aquellos tiempos cuando la llamada Transición comenzaba a andar entre el alivio y el disgusto de muchos personajes, que en la época comenzaban a significarse ocupando por entonces sitiales políticos y mediáticos bien distintos. Teníamos por entonces al joven Jorge Vestrynge, rubio y de gafas redondas y doradas, como secretario general de aquella Alianza Popular de Fraga, que marcaba para muchos el daguerrotipo del perfecto fascista e incluso nazi por su porte rubicundo. Este exitoso joven de aquel partido ultraconservador, es hoy un sesentón profesor de universidad denunciado y multado por participar activamente en los llamados escraches de la plataforma contra los desahucios. Un activista social  y un luchador radical y valiente que se rebela contra los abusos de poder de un sistema económico imposible. Su caso es un extraño y solitario viaje al revés cuajado de incomprensiones como él mismo explicaría en una entrevista.  Es algo sabido que las diferentes etapas de la vida de un hombre moldean sus consecuencias políticas e ideológicas. En la juventud se suele ser contestatario y de izquierda, disconforme con todo y con todos, y en la madurez conservador. Quizás tal trayectoría responda al hecho de que en la juventud no se posea aún patrimonio alguno que conservar. Sin embargo en toda posible regla siempre existe sus excepciones y Vesgtringe es una honrosa y espectacular excepción. 
De una entrevista que le hizo el diario Kafka en su casa de Madrid, saco el siguiente párrafo sobre su vida:
" Yo soy hijo de la Segunda Guerra Mundial. Nací cuando la pistola con la que se mató Hitler todavía humeaba. Los europeos que crecimos en las colonias tuvimos un problema cuando llegamos a los diez o doce años: nos enteramos de que el sitio en el que habíamos nacido era de otros, y eso no nos lo habían explicado. Tánger y Rabat eran mi casa, hasta que llegó un momento en que los árabes, con toda la razón, dijeron: usted ha venido aquí y nos ha echado a punta de bayoneta, así que ahora, como decía la famosa frase: o maleta o ataúd. O te largas o aquí te quedas, pero bajo tierra. Así fue en Argelia, aunque no tanto en Marruecos. Mi padrastro, que está ahí en la foto ( JV señala un cuadro en su salón), junto al retrato de Robespierre, era comunista, mientras que mi padre biológico había sido proalemán durante la Segunda Guerra Mundial. Eso te crea una situación un poco esquizofrénica. 
 
Vestrynge con los reporteros de Kafka.
 Aún hay gente que me para por la calle y me dice: si te hubieras esperado, habrías sido líder de la derecha en lugar de Aznar. Y un día, Mercedes, mi mujer, le respondió a uno: “No tiene usted ni idea, porque si mi marido hubiera sido presidente del Gobierno con la derecha, habría nacionalizado la banca, los seguros, la industria, las autopistas, las grandes superficies… y por tanto, al cabo de tres meses, estaría muerto, porque le habrían puesto una bomba”. Y es cierto. Fui un joven fascista hasta los dieciocho años y vivía una situación de esquizofrenia que algún día tenía que resolver. Los azares de la vida me hacen evolucionar desde el fascismo, primero, hacia el nacional-comunismo, que nunca he abandonado, que permanece. Siempre me ha encantado la idea de juntar comunismo y nación. Luego aterricé en la derecha española y empiezo a escribir sus discursos. El único artículo que me ha publicado El País, el único, no lo firmaba yo: se lo escribí a Rafael Pérez Escolar. Y así seguí evolucionando hacia planteamientos que en España no tenían más remedio que ser parademocráticos, por así decir. De esta forma empezó mi carrera política. Por azar, porque pasaba por un pasillo —nadie quería ser Secretario General—, me señalaron y dijeron: pues ése. Me transformé en Secretario General de Alianza Popular. Y tuve una vida un poco esquizofrénica hasta que llegó un momento en que dije: esto es absurdo, no puedes ser dos cosas a la vez. Entonces emprendí un viaje hacia la izquierda muy curioso, porque en la autopista todo el mundo iba en sentido inverso, de la izquierda a la derecha, y yo, como un kamikaze, de la derecha a la izquierda. Me di más hostias que la puñeta, claro. Recibí insultos, fui denigrado, me quedé solo…" Lean la entrevista completa en


Sobre aquellos que al contrario que Vestrynge fueron unos listillos y siguieron el "cursus honóribus" de la vida, explotando en su época el anarquismo y el ser contestarios e insumisos con el poder , hoy, viejos y algunos enriquecidos, se muestran unos reaccionarios que rayan lo repugnante. El caso del escritor Sanchez Dragó, que por aquellos años y al contrario que Vestrynge iba de intelectual de izquierdas y de pasota es la mejor muestra de ello. Porque a pesar de su disipada vida personal, y que por supuesto a mi me importa un rábano, en todo lo demás ha resultado a la vejez un alcanforado ultraconservador de baúl que dice cosas tan ridículas como estas:
“Hace seis días, con el ucase expropiatorio impuesto en Andalucía por los bribones del ERE, se produjo otro paralelismo tan fatídico como histórico: el del 12 de abril de 2013 [sic] con el 25 de octubre de 1917, fecha en la que las turbas bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno y se hicieron con el poder que muy pocos días más tarde les permitiría proclamar la República Soviética y abolir la propiedad privada. Sin ésta no hay libertad posible, camarada Lenin, digo, señor Griñán (…)Ya sé, ya sé que en la fundación de la República Soviética y Bolivariana de Andalucía no está usted solo, camarada Chávez (con zeta, no con ese), digo, señor Griñán. Le acompañan Cayo Lara, Toxo, Sánchez Gordillo, Cándido Méndez, Elena Cortés e incluso Rubalcaba. ¡Con esas compañías!”
Y no es que el que escribe esté a favor de Griñan y su cohorte de corruptos, pero la verborrea de Dragó va mucho más allá del sujeto de la crítica, ampliándo ésta a un inoportuno y maloliente "rebujito" fascista que echa para atrás.  

Mundo Global escribe:
"Sánchez Dragó, es representante recauchutado de una derecha  trasnochada que pese a todos sus esfuerzos, no termina de aceptarlo como uno de los suyos. Para la ultraderecha pepera, Sánchez Dragó es poco más que un tonto útil y por ello debe, –cada cierto tiempo-, hacer tonterías in crescendo para arañar unos minutos de notoriedad. Agotado ya su más que discutible talento literario, el hombre debe recurrir al todo vale para conseguir que el público no le olvide (hecho que por lo demás, recorre ya con firme e irreversible paso, el camino a la desaparición total de su figura en la mente de quienes todavía, son capaces de ubicarlo a la mención de su nombre).


La última gracia de este escritor de verborrea imparable cuando agarra tribuna, es decir que los “morosos hipotecarios de este país terminarán con  el estado de derecho”. Frente a tamaña estupidez creo, no vale la pena ni siquiera intentar argumentar en contra. ¡Pobre Sánchez Dragó! Tiene que ser muy triste llegar a una edad en la que, para que alguien te preste atención, tengas que hacer el payaso o el estúpido y, en este caso, ¿Qué condición le cae mejor a este ultramontano escritor a la baja?... Para dar plenamente  con la respuesta acertada basta con decir: ¡Ambas!...."

 

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