No sé lo que te pasó, ni cómo la vida te llevó a morir entre las cuatro paredes de una pensión, solo y en la pobreza.
Donde quiera que estés, amigo mío, no te avergüences de tu muerte en soledad ni de tu indigencia al final de tus días. Otros grandes sufrieron como tú, la adversidad y el abandono absoluto de los suyos al final de sus días. Que se avergüencen ellos, tus hijos, de tan miserable proceder con un padre.
Descansa en paz, Daniel.
j.m.boix
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