La India y después Pakistán han sufrido unas mortíferas olas de calor con temperaturas más allá de los cuarenta y cinco grados que se ha llevado por delante a miles de criaturas. Los telediarios han estado "lamentándose" de la noticia con la repugnante hipocresía habitual. Sin embargo, aquí, en el Valle del Guadalquivir, se nos avecina para las próximas jornadas algo parecido. De momento más de diez dias consecutivos con temperaturas de cuarenta y tantos grados entre final de junio y principio de julio, y no he escuchado ninguna medida especial de protección por parte de los gobiernos de Susana Díaz ni de Rajoy para paliar posibles y dramáticas consecuencias de tan prolongada ola para los más vulnerables, para aquellos que por no tener no tienen luz eléctrica o un maldito ventilador.
Tampoco son suficientes los obvios consejos de la abuela "tomar mucha agua y evitar el sol". Esto último, un auténtico eufemismo para las personas que trabajan en los duros tajos de la construcción, en el campo o en otras actividades de trabajo que requiere esfuerzo físico ejercitado al aire libre. ¿Se puede obligar a alguien a trabajar bajo temperaturas próximas a los cincuenta grados sin que tal hecho apeste a un asesinato? ¿Es que un trabajador por cuenta ajena tiene que elegir entre no perder el salario de esos días o a arriesgarse a morir de un golpe de calor? ¿Dónde están los malditos sindicatos?
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