Arturo González |
Y no volveré a serlo hasta que el Partido Popular abandone el poder. La fascistada parlamentaria con la que va a reformar las competencias del Tribunal Constitucional para castigar a Artur Mas impiden serlo. Se puede ser ácrata, libertario, revolucionario, abstencionista, independentista acérrimo, lo que sea menos demócrata en un sistema que permite tal atrocidad, amén de otras muchas. Esta llamada legalidad no sirve para sustentar una verdadera libertad. No se puede abusar hasta la náusea de una mayoría absoluta. El Partido Popular ha quebrado no solo la mínima congruencia exigible sino la convivencia entre los españoles. Se ha convertido en un partido simplemente repugnante y dañino para España, por muchos ciudadanos que lo apoyen. Es inconcebible y lastimoso que los demás partidos, con el PSOE a la cabeza, no hagan huelga de asistencia y voto, no abandonen definitivamente el Parlamento y acepten como corderitos o borregos la farsa de debate que se anuncia. La dejación de funciones de la que les acusarían es la de resignarse a ser meros comparsas. Tal vez sería la hora de romper la baraja y desenmascarar a esos sujetos tramposos que usan la democracia como dictadura y por tanto como fascismo. Estas normas y procedimientos no valen para defender los intereses de los ciudadanos y dan razón a quienes desde hace tiempo afirman que estos cuarenta años han sido una componenda. Con esta decisión del Gobierno, España sí que entra en recesión política y es necesario un rescate. Herencias, corrupciones, puertas giratorias, cementerios de elefantes, desigualdades, renovados caciquismos, leyes aniquiladoras de derechos, explotación de dignidades, manipulación informativa, todo palidece ante este crimen institucional. La democracia ha muerto. Esta democracia, claro. La Constitución sí que se convierte ahora en un papel inútil. Se hizo con un consenso más o menos acertado o forzado, hasta el famoso artículo 135 se cambió con acuerdo básico, y ahora llegan estos pollos, tras cuatro años de desmanes y abusos, y le asestan una puñalada trapera con la excusa de la rebeldía catalana. Esta ley será peor que los tanques. Son tanques disimulados que producen asco y repulsa. Yo no soy independentista, pero desde ayer los comprendo y les deseo éxito. El Presidente del Gobierno ha llegado al fondo de la abyección. Y usa los tanques de la legalidad de manera antidemocrática. Es una villanía más. ¡Malditos sean!, como decía el añorado comentarista Tititokokoki.
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Me he permitido reproducir el artículo de este periodista porque a mi entender da en el clavo en este artículo valiente donde pone a cada cual en su sitio en esta más que detestable mascarada que estamos soportando con este gobierno y la desgraciada oposición.
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