PEPE, EL ALGABEÑO, MATADOR DE TOROS Y DE ROJOS
Fotografía de Pepe, el Algabeño, de su época de torero. La imagen pertenece a la webToreros antiguos y debe tomarse con reservas, pues podría pertenecer a su padre, que toreó también con el mismo nombre.
Hijo y sobrino de matadores de toros, pero nunca llegó a ser un gran torero. Su estilo era demasiado “tosco y campero” aunque El Cossío, la “biblia” de la tauromaquia, señala que sobresalía en la suerte de matar ya que siempre "hincaba la espada hasta el puño".
Esta frase no sólo describe el toreo de José García Carranza, alias El Algabeño, sino también su forma de ser en la vida. De temperamento violento y maneras intimidatorias, era un auténtico fascista, involucrado ya desde 1931 en acciones subversivas contra la República. Junto a otros conspiradores derechistas, asesinó a cuatro obreros en el Parque de María Luisa de Sevilla. Este hecho, y su talante claramente provocador, le ocasionaron el atentado de un anarquista, quedandoherido de varios disparos dentro de su coche cuando salía de la plaza de toros deMálaga en 1934.
Pepe, el Algabeño, entrando a matar en la plaza de toros de Bayonne (Francia). Posiblemente se trate de la corrida del 28 de septiembre de 1929, en la que sufrió una grave cogida que fue la causante, al decir de muchos, de su retirada del toreo. Imagen de la web de eBay
En 1936, la gente del toro, en su gran mayoría antirrepublicanos viscerales, optó por apoyar la causa del ejército sublevado. Algo normal, teniendo en cuenta la condición de terratenientes de los ganaderos y la situación de los toreros que, aunque hubieran salido del pueblo, se encontraban claramente desclasados.
Producido con éxito el golpe militar en Sevilla, Algabeño, al frente de una cuadrilla de pistoleros, se ofreció enseguida a Queipo de Llano para realizar el trabajo sucio de la represión encabezada por este militar golpista. Bien formando parte de la camarilla de guardaespaldas de Queipo, bien al frente de grupos de voluntarios de extrema derecha (“bandas negras”, como eran conocidos entre el pueblo) Algabeñose dedicó primero a la represión en los barrios obreros de Sevilla.
Civiles voluntarios de extrema derecha de Sevilla se aprestan a empuñar las armas apoyando a los golpistas contra la República. Gorro cuartelero y brazalete con el escudo de la Falange por todo uniforme. Imagen de la web Estampas de la Guerra Civil en Sevilla
En esta labor lo acompañaban hombres armados, jóvenes como él, atraídos por los atributos de la masculinidad y movidos por intereses de clase que justificaban la“limpieza” de los adversarios políticos que preconizaba Queipo de Llano en sussoflamas radiofónicas.
Pero en lo que verdaderamente destacó, y por lo que pasó a formar parte delimaginario fascista, fue en el llamado “saneamiento de los campos”. Desde el principio del golpe militar, unidades voluntarias e irregulares de caballeríafinanciadas por el capital latifundista andaluz, se hicieron dueñas de la campiña,buscando, acosando y asesinando a cuantos jornaleros les parecieran sospechosos de izquierdismo.
Fuerzas de la Policía Montada saliendo del pueblo de Azuaga, en Badajoz. Al mando de otro asesino, el comandante Erquicia, verdadero precursor de estas columnas paramilitares que llevaron el terror a grandes territorios de Extremadura y de Andalucía. Imagen de la web Escuadrones de Caballería de Requetés.
Su funcionamiento, altamente jerarquizado, respondía a un esquema claramente medieval. Un “señorito”, el dueño de un cortijo, o uno de los caciques de cualquier pueblo, aportaba a sus expensas varios caballistas armados, junto con elequipamiento y varios criados, también montados, para servirles.
Siguiendo los cauces anquilosados e inamovibles de la tradición, se oía misaantes de salir de partida. La misa la presidía, cómo no, el señorito, seguido de sushijos mayores. Las mujeres se encontraban, gracias a Dios, refugiadas y a salvo enSevilla, o quizás en Biarritz, Cascais o Gibraltar.
Postal del antiguo Hotel Majestic (hoy Meliá Colón) de la plaza de Canalejas de Sevilla. Sede de la aristocracia y de los militares facciosos, entre ellos muchos aviadores italianos y alemanes, allí se alojaron personalidades como Yagüe, Varela y el propioJosé García Carranza, el Algabeño. Imagen de la web Ganga.es
En un segundo plano se situaban el administrador de las fincas, el aperador (*) y elmanijero(**). A nadie se le pasaba siquiera por la cabeza moverse del lugar asignado. Una arenga que finalizaba con un “¡Viva España!” y la bendición del cura era la señal para que la columna se pusiera en marcha con sus componentesarmados con escopetas, situados tan jerárquicamente como en la misa y bien dispuestos para la caza del “rojo”. Al final estaban, claro está, los mozos montados: vaqueros, yegüerizos, pastores, gente del campo nacida y criada a la sombra del cortijo. La patrulla cabalgaba al encuentro de otras tropas de caballistas, formando la conocida como Policía Montada de Sevilla, aunque también la hubo en otros lugares de Andalucía y de Extremadura.
Una de las columnas montadas más “floridas” estaba capitaneada por José García Carranza, el Algabeño, y en ella iban los mejores jinetes de la aristocracia sevillanay los hombres de su cuadrilla, banderilleros y picadores. Vestidos a la campera, consombrero cordobés con una escarapela con la bandera monárquica, sus trajes pasarían a ser, terminada la guerra, el uniforme de los guardas del parque de Sevilla.
Uniforme de la Policía Montada de Sevilla. Imagen de la web Foro de Historia Militar El Gran Capitán
Algabeño, convertido en un falangista temible y destacadísimo, era el señor de vidas y haciendas, paradigma del “terror blanco” en Andalucía. Acostumbrados sus hombres a la montería y a la "garrocha", gustaban de acosar y abatir a los jornaleros «marxistas» que huían por los campos como hacían habitualmente con lasreses bravas.
"Garrochistas", de M. Bertuchi. Los vaqueros se sirven de la garrocha, una vara de unos 3 metros de longitud con una pequeña puya en su extremo, para acosar y derribar a la res. Imagen de la web Ganaderos de lidia unidos
Muchos de los crímenes de García Carranza fueron recogidos y pormenorizados portestigos y coetáneos. Una madrugada abrió la puerta del camión que trasladaba a varios detenidos a uno de los dos barcos prisión anclados en el Guadalquivir. Preguntó por uno de ellos que le habían dicho que se encontraba allí. Al no contestar, vacío el cargador de su pistola sobre los presos, haciendo dos muertos y varios heridos. “Sois unos gallinas; si fuerais hombres, daríais la cara”, se marchó diciendo.
En otra ocasión, estando con su tropa de caballistas en tierras de Huelva, detuvieron a un grupo de mineros a los que les encontraron unos cartuchos de dinamita. “Con éstos no tenemos que gastar municiones”, dijo el Algabeño. Mandó que pusieran en la cintura de cada uno de ellos un cartucho, y él mismo puso fuego a las mechas mientras sus hombres se alejaban. Así lo hizo, de uno en uno, hasta que terminó con todos. Los cuerpos de los mineros quedaron destrozados. Muchas veces se le oyó alAlgabeño jactarse de este episodio sangriento. De vez en cuando visitaba a Queipo, que se complacía en oir sus "hombradas".
Queipo de Llano y su ayudante, López Guerrero, en su despacho de la Capitanía General de Sevilla, en la plaza de la Gavidia, tras el triunfo de la sublevación. Imagen de la web Estampas de la Guerra Civil en Sevilla
Algunas veces se ponía serio y trascendente y, como si cumpliera una misión divinaen la Tierra, explicaba a todo el que quisiera oirle la diferencia que él veía entre ellos, los "nacionales", y los “rojos”. "Nosotros somos España; ellos, la anti-España. Nosotros hemos fusilado a muchos, es verdad, pero confesándolos y comulgándolos, y ellos, no. Ya ven ustedes la diferencia…" .
Amigo de tirotear con su fusil a los presos indefensos, como recuerda un soldado de guardia de la prisión de Antequera, no deja de ser curioso que cayera gravemente herido en la que probablemente fue la única verdadera acción de guerra en la que tomó parte. Abatido por una bala en la Batalla de Lopera, contra las Brigadas Internacionales, fue trasladado de urgencia a Córdoba.
Centuria Tom Mann, formada por británicos y angloparlantes, integrada en el Batallón Thaelmann de la XI Brigada Internacional. Lucharon en muchos frentes, incluído el deLopera. Imagen de la web Imágenes para la historia. Guerra Civil en la provincia de Jaén
Esa noche, la “charla” radiofónica de Queipo de Llano en Radio Sevilla tuvo otro tono:
"Esta noche no estoy para hablar, porque tengo un gran disgusto . En el día de hoy José García "El Algabeño" , falangista, agregado a mi Cuartel General, se empeñó en llevar personalmente una orden que yo le dí al extremo en que se hallaba operando la caballería . Había bastante fuego y recibió un balazo de bastante gravedad y tanto en el momento de caer como en el de ingresar en el Hospital sólo salía de su boca una frase : ¡Viva España!. Ha caído como un bravo. Haga Dios que Pepe el Algabeño se restablezca pronto de las heridas que sufre”.
El general Queipo de Llano en los micrófonos de Radio Sevilla. Las soflamas y las amenazas que vertía cada noche contra los republicanos, inflamaban los vengativos corazones de falangistas, requetés y gentes de extrema derecha que, como elAlgabeño, corrían con el trabajo sucio de la represión. Imagen de la webHispanismo.org
Pero Dios debía de tener otros planes. Operado de gravísimas heridas abdominales en el Hospital de la Cruz Roja de Córdoba, el Algabeño no sobrevivió. Queipo de Llano impuso al cadáver la Medalla Militar y Franco le nombró, a título póstumo,teniente honorario de Caballería.
Su cadáver fue recibido en Sevilla de una forma apoteósica, con toda la pompa fascista. Elevado a la categoría de héroe, su prematura muerte fue mitificada en varios romances compuestos por poetas paniaguados del régimen.
Portada de "La Muerte del Algabeño", romance al torero falangista García Carranza, escrito por N. Sanz y Ruiz de la Peña en 1937. "Llorad, mocitas gitanas, la muerte del Algabeño...".Imagen de la web de eBay
Esos romances, que exaltaban los tópicos del señorito andaluz latifundista, deltorero valiente y viril, rudo y simpático, adorado por las mujeres, no hacían mención a los innumerables asesinatos que cometió, la mayoría de ellos a sangre fría, a las innumerables detenciones y torturas que practicó, a los innumerables desmanes de los que fue protagonista indiscutible y que con todo merecimientolo incluyen en esta serie de “grandes asesinos fascistas”.
(*) Encargado de cuidar de la hacienda del campo y de todas las cosas pertenecientes a la labranza.
(**) 1. Capataz de una cuadrilla de trabajadores del campo.2. Hombre encargado de contratar obreros para ciertas faenas del campo.(Diccionario online de la R.A.E.)
Fuente: Fusilados de Torrellas.
Quienes se nos muestran en esta fotografía, recogida en portada por diario ABC, son los jefes y oficiales de la Policía Montada de Sevilla, después de participar en la ocupación de Porcuna el primero de Enero del año 1937.
Esta pintoresca unidad del “Ejercito Salvador” tiene su origen en cuadrillas de caballistas integradas y financiadas por el gran capitalismo latifundista andaluz, que se ponen inmediatamente al servicio de “su causa” en aquellas provincias andaluzas, casos de Sevilla, Córdoba o Huelva, en las que prosperó la militarada desde su inicio.
"Caballistas de la capital, capataces y aperadores de las grandes fincas, señoritos acostumbrados a recorrer sus cortijos a caballo, aficionados a la equitación y mozos de las ganaderías bravas, que se agruparon bajo el mando del conocido rejoneador Antonio Cañero".
Su valiente actuación, en un principio, consistió en recorrer el territorio ocupado practicando razias entre los jornaleros “marxistas” escondidos por los campos. Famosa fue por sus hazañas, además del escuadrón Cañero, ya mencionado, la cuadrilla encabezada por el falangista y torero de tronío, Pepe García “El Algabeño”.
La prensa y propaganda progubernamental recoge alguna noticia sobre el proceder de estas peculiares unidades paramilitares:
“Cuando una partida de señoritos andaluces, de las que al mando de Algabeño, Cañero y otros tales, merodean por campiñas y playas, serranías o pueblecillos, cogen a un bracero, a un pegujalero, a un colono, a un hombre, en sumo, de los que trabajan la tierra de verdad, lo fusilan sin más explicaciones. A eso le llaman “aplicarle la ley de Reforma Agraria”.
“Por las tardes, en el Casino de Labradores de Córdoba, y en los cafés y círculos de la calle Sierpes de Sevilla, los señoritos narran sus proezas entre chato y chato. Salieron a media noche. Llegaron a un caserío. Sorprendieron a unos campesinos. Los empujaron contra una tapia sin hacer caso de sus lamentos ni de la desesperación de sus familias. Viejos, hombres en la fuerza de su edad, mozalbetes, niños, todos cayeron en un montón de carne palpitante bajo las balas de sus rifles. Fueron seis, ocho, diez, doce, veinte… No se acordaban del número exacto… y tras la explicación detallada del crimen, el chiste macabro. “Querían la Reforma Agraria. Ya la tienen”.
(La Voz 3 de septiembre de 1936)
La propia prensa nacionalista cordobesa se hace eco de la valerosa contribución del “Escuadrón Cañero” durante aquellos primeros compases del conflicto. Un famoso periodista tránsfuga recurre al romance para ensalzar el patriotismo del famoso rejoneador