Saturday 23 July 2016

80 ANIVERSARIO DEL CRIMINAL BOMBARDEO FRANQUISTA DEL PUEBLO DE OTXANDIO.

El nazi Jesús María Salas Larrzabal pretando juramento a Hitler
En 2009, Felipe de Borbón, entonces príncipe de Asturias, entregó personalmente el premio Marqués de Santa Cruz del Marcenado, al general Jesús María Salas Larrazabal.


Este nazi, enfundado en un impecable uniforme de la Luftwaffe hitleriana, al que en 1991 Felipe González, siendo presidente del país premió con el generalato y que el actual rey de España volvió a premiar en el 2009 cuando era Príncipe de Asturias, seguramente por sus valientes proezas en la guerra civil como piloto de las fuerzas nazi-fascistas sublevadas, fue responsable directo del primer bombardeo aéreo genocida sobre civiles de la historia. Sí, señor. Todo un enaltecimiento de un nazi anti demócrata  premiado por las más altas instituciones de nuestra "democracia".
Reconocimientos a personajes como este son los que dejan al descubierto la putrefacción de esta democracia española generada en la ciénaga de la Transición de la que todos somos culpables. Una democracia que continúa permitiendo, para vergüenza de los partidos institucionales, honrar, defender y enaltecer al más alto nivel a genocidas asesinos siempre que éstos pertenezcan al bando de los vencedores, merece la mayor de las repulsas. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha dado un claro y triste ejemplo de lo que está pasando al arroparse de los facciosos de su partido y de Ciudadanos para defender el pasado régimen de terror fascista y evitar de esta manera la condena institucional por parte de la Asamblea de Madrid.
En definitiva, actos criminales como el que a continuación se relata son los que, al parecer, defienden y honran estos impresentables  facciosos al no condenar la sanguinaria dictadura del general Franco.
 

El bombardeo de Otxandio.

Más de medio centenar de personas, muchas de ellas niños, murieron el 22 de julio de 1936 en el bombardeo sobre Otxandio de aviones cuyos pilotos las atrajeron a la plaza. El general Salas manipularía luego la realidad de la masacre
Un reportaje de Xabier Irujo
"EL 22 de julio de 1936, miércoles, dos Breguet Br.19 con insignias republicanas procedentes del aeródromo de Recajo, situado a unos diez kilómetros al este de Logroño, aparecieron sobre Otxandio. Tal como expresó un testigo del bombardeo, citado por Gabriel Otalora, “era el cuarto día del levantamiento militar franquista. Estando el pueblo en plenas fiestas de la patrona, volaron sobre él a eso de las nueve de la mañana unos aviones a regular altura, más bien baja, ya que casi tocaban la torre de la iglesia. Dieron varias vueltas al pueblo. Los pilotos saludaban con las manos a la gente que absorta les contemplaba y aclamaba”.
Carmelo Bernaola corroboró que, volando a la altura del campanario de Santa Marina, los pilotos atrajeron mediante gestos a un nutrido número de niños que, como había ocurrido en días anteriores, esperaban una lluvia de cuartillas gritando “Papelak die!, papelak die!” (“¡Octavillas, octavillas!”). Tras practicar varias vueltas a unos setenta metros de altura, bombardearon y ametrallaron el centro urbano. Si bien los menores desconocían el significado de la guerra ni sabían en qué consistía un bombardeo de terror, a esa altura los pilotos eran conscientes de que las víctimas eran civiles porque los veían perfectamente. Lo hicieron durante unos 25 minutos, ejecutando repetidas pasadas y lanzando todas las bombas que portaban.
José Antonio Maurolagoitia, médico de Otxandio, fue uno de los primeros en llegar al lugar: “Salí a la calle dirigiéndome a la plaza Andicona. Nada más terrible a pesar de haber asistido, dado el carácter de mi profesión, a episodios dolorosísimos, que la visión de la plaza Andicona. No eran los tejados desvencijados, ni las líneas eléctricas derribadas. Era algo más grave y más terrible; era el dolor humano. Gente despedazada, niños mutilados, mujeres decapitadas. Eran los gritos de los aldeanitos, en euzkera, suplicándome que los curara; era el torrente de sangre que corría hacia el agua de la fuentecilla que se levanta en la mitad de la plaza. Requerí el auxilio de algunos, que me fue prestado urgentemente y con toda solicitud. Con sábanas, con tiras de sábanas, procedí a realizar curas urgentes. Había algunos, muchos, que por desgracia, no necesitaban nada. Habían perecido segados por la metralla bárbara de muchas bombas arrojadas dos veces. Otros niños y niñas, con extremidades colgando, recurrían a mí con frases euzkericas que todavía tengo clavadas en mi corazón”.
Diversos testimonios lo corroboran: “Cuando se alejaron los aviones, pasamos por el lugar del bombardeo. Sin poder reconocer a los familiares, muy desfigurados, vimos muertos aplastados contra la pared, algunos cortados por la cintura, otros sin cabeza”. También el corresponsal del diario Euzkadi escribió: “Unos grandes charcos de sangre que nadie se ha preocupado de hacer desaparecer y varios restos humanos: un trozo de cabeza, unos dedos, masa encefálica pegados a las piedras y a la fuente, dan macabra impresión a un lugar que es de suyo alegre y reidor”.
Éste fue el primer bombardeo aéreo sobre suelo vasco de la guerra, y de la historia de Euskadi. El rotativo Euzkadi ofreció una primera lista de víctimas: 39 muertos, 27 identificados y doce sin identificar, además de un número indeterminado de fragmentos humanos. El Liberal, El Nervión y El Noticiario Bilbaíno publicaron un día más tarde el registro de las víctimas mortales del hospital de Basurto: ocho muertos y 24 heridos. Dos años más tarde, el Gobierno de Euskadi cifró en 57 las víctimas mortales del bombardeo de Otxandio. La cifra era muy precisa. Tras estudiar los registros de Otxandio y Mañaria, el archivo del hospital civil de Bilbao, el archivo municipal de Durango, el archivo Irargi, la prensa de la época y, diversos testimonios orales y escritos, Jon Irazabal dio en 2006 la nómina de 57 personas fallecidas en su obra Otxandio Gerra zibilean (Durango: Gerediaga Elkartea, 2003 & 2006). Cinco años más tarde, Zigor Olabarria en su libro Gerra Zibila Otxandion (Donostia: Eusko Ikaskuntza, 2011) registró la nómina de 61 víctimas mortales."
Xabier Irujo

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