No es ganas de dar la coña. Ni tampoco ser un fanático de izquierda. Sencillamente entiendo que hay que llamar las cosas por su nombre. España tiene una monarquía impuesta por la última voluntad de un dictador. Un dictador fascista. Una monarquía de la dinanstía borbónica que ya fue expulsada por la República de 1931. Una monarquía que no ha hecho ascos de estar donde está gracias a un criminal que bañó España en sangre para favorecer a las élites de siempre. España no es Francia, ni tampoco Inglaterra ni Alemania. En estos países hay partidos fascistas pero que, afortunadamente, no han logrado aún el poder. Pero en España el fascismo está constitucionalizado por una monarquía que está donde está por la gracia del general Franco y que se mantiene en beneficio de aquellos que ganaron la guerra. Y esto no es propaganda de izquierda. Es la puta realidad.
De esta manera no entiendo por qué se rasgan las vestiduras esta derecha fascista que hoy colma el hemiciclo de las Cortes cuando un osado parlamentario canta las verdades del barquero. ¿Por qué se ofende y vocifera cuando la UE echa por tierra una justicia española que no hay por donde cogerla? ¿Por qué no se ha homologado nuestra Justicia con la de la Unión a igual que se hace con la Economía? ¿Por qué aquí están en la cárcel personas que en Alemania u otros paises demócratas no estarían? Eso es lo que deberían explicar todos esos partidos de derecha en vez de comportarse como una jauría de energúmenos pataleando al unísono por una España que solo entienden para su mezquino interés y que dicen ser constitucionalistas de una Constitución que, por otro lado, ya se cuidan de que no se aplique.
Ahí tenemos al hijo del expresidente Adolfo Suárez --que en nada se parece a su padre-- dándo la espalda a un orador en el hemiciclo de las Cortes porque no le gusta escuchar esas verdades del barquero. Por otro lado, una actitud puramente infantil propia de gente inmadura.
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