Media docena de policias actúan como un pelotón de fusilamiento contra un sin techo con sus facultades mentales disnunuidas. Lo hacen con total impunidad, en plena calle, delante de todos.
¿Cómo es posible que se llegue a estos extremos de barbarie criminal? ¿Cómo se puede defender y mantener en un país democrático a auténticas brigadas de asesinos en sus cuerpos policiales?
Matanza a plena luz del día de 18 mineros que reivindicaban un salario que no fuera de hambre en una mina sudafricana de propiedad británica. En la espeluznante imagen, los policías disparan a discreción sobre los obreros como en los mejores tiempos del nazismo.
En España, pais en entredicho en lo que respecta a los derechos humanos, también repuntan actuaciones que, si no tan escandalosas, nos induce a pensar que la permisividad de nuestros políticos con esos asesinos que se esconden en los cuerpos policiales va siendo más que preocupante. Supuestos crímenes y torturas como los sucedidos en Cataluña a manos de la policía autonómica van siendo demasiado habituales sin que nadie corte de raiz esta peligrosa deriva.
Criminales de uniforme que apenas responden por sus actos, y cuyos delitos quedan impunes gracias a esa sacrosanta concepción de "orden público" que parece justificarlo todo. Cierto es que la inmensa mayoría de nuestra policía no se comporta de esta manera, y que son personas que cumplen con su trabajo de la manera más digna y responsable. Pero hay camarillas, grupitos alentados por algunos mandos que hacen de la violencia su forma habitual de operar. Personajes que están perfectamente identificados a los que, sin embargo, protejen o hacen la vista gorda tanto los poderes políticos como la Justicia a la hora de sancionarlos. Ahí tienen al jefe de Coslada, el policía que aterrorizó a todo un pueblo con su peculiar banda. No ha sido expulsado del cuerpo para burla y menosprecio de todos aquellos ciudadanos que sufrieron su abuso y acoso.
La policía no está ahí para aterrorizar. Al menos no debiera en un país democrático. Las fuerzas de orden público son las primeras que deberían respetar los derechos constitucionales del ciudadano que le paga, y emplear la violencia en caso estrictamente necesario. No es admisible las pretensiones de disculpa que el gobierno y algunos más aluden a comportamientos nada profesionales. Que un policía pueda perder los nervios es dificil de creer ya que, presumiblemente, está educado para hacer bien su trabajo. Mucho más comprensible es que un manifestante en paro y que haya perdido su vivienda o no pueda darle de comer a su familia pierda los estribos en una manifestación, y sin embargo la ley no le disculpa ni considera atenuantes a la hora de sancionarle.
Lo que si queda claro es que algunos agentes parecen disfrutar con su cometido violento aunque este se resuma, por ahora, en abrirle la cabeza a un indefenso anciano.
Si los políticos y gobiernos no ponen coto a la violencia policial y continúan normalizándola como lo están haciendo, pronto tendremos en España vídeos parecidos a los que se muestran al principio de la página.
j.m.boix