Esta mañana se agolpaban bien temprano en la plaza del Ayuntamiento gente del populacho sevillano. Eran los "entereaos" de siempre, los que sabían que el consistorio hispalense ponía a disposición del cadáver de la duquesa su salón más noble.
También el gentío se agolpa a las puertas del palacio de las Dueñas y en el recorrido de lo que será el noblísimo cortejo fúnebre. Ha muerto una grande de España, el mayúsculo icono de la Andalucía feudal y terrateniente, de la Andalucía involucionista. La del señor, el siervo y el miserable.
Se escuchan algunos gritos estridentes de destempladas gargantas, gritos que reverberan en odioso sepia siglos pasados. Vivas a la "duquesa" que dan vergüenza en un pueblo donde el hambre prospera. Gritos que atufan al tristemente famoso "!vivan las caenas!" de 1814 que arropaban la vuelta a la "Santa Tradición".
Se escuchan algunos gritos estridentes de destempladas gargantas, gritos que reverberan en odioso sepia siglos pasados. Vivas a la "duquesa" que dan vergüenza en un pueblo donde el hambre prospera. Gritos que atufan al tristemente famoso "!vivan las caenas!" de 1814 que arropaban la vuelta a la "Santa Tradición".
El inmenso mercedes gris que trasporta los restos de la noble de España marcha lento y solemne, paseando el poder y el dinero aún después de muerta. Los sevillanos que se agolpan en las aceras aplauden como si se tratara de la mismísima Macarena del general Queipo. Su cadáver lleva prendido en su pecho la medalla de "Hija Predilecta de Andalucía" impuesta por los califas de la rosa.
Al Presidente Manuel Chaves no le tembló la mano al imponer esa honorífica medalla a la mayor terrateniente de Andalucía y de España, a la máxime representante de la Andalucía rancia, feudal y cortijera. Tampoco se sonrojó de vergüenza, quizás porque nunca la tuvo, escuchar la protesta jornalera a las puertas de San Telmo, ni se inmutó ante el apaleamiento de su policía a unos jornaleros que pedían tierra donde poder cultivar. Esa tierra de la que pomposamente habla el himno de Andalucía, un himno hipócrita y hoy vacio de esperanza.
Al Presidente Manuel Chaves no le tembló la mano al imponer esa honorífica medalla a la mayor terrateniente de Andalucía y de España, a la máxime representante de la Andalucía rancia, feudal y cortijera. Tampoco se sonrojó de vergüenza, quizás porque nunca la tuvo, escuchar la protesta jornalera a las puertas de San Telmo, ni se inmutó ante el apaleamiento de su policía a unos jornaleros que pedían tierra donde poder cultivar. Esa tierra de la que pomposamente habla el himno de Andalucía, un himno hipócrita y hoy vacio de esperanza.
Porque hoy ha sido el día de la Andalucía de los miserables, la de los siervos de corazón, la ombligona que no se entera de su desgracia, la que aún milita en la esclavitud.
Aplauden y hasta lloran la muerte de una señora a la que se le ha levantado monumentos y plazas en nombre de no se sabe qué méritos. Quizás por ser la máxima expresión del latifundio en un mar de jornaleros sin tierra.
Hoy las calles de Sevilla han dado su último adiós a la Duquesa de la Andalucía servil y mendicante, esa que aún mantiene servidumbres de grandeza y de blasones de hambre.
La bandera blanca y verde
vuelve, tras siglos de guerra,
a decir paz y esperanza,
bajo el sol de nuestra tierra.
¡Andaluces, levantaos!,
¡Pedid tierra y libertad!,
Sea por Andalucía libre,
España y la humanidad.
Los andaluces queremos
volver a ser lo que fuimos:
hombres de luz, que a los hombres,
alma de hombres les dimos.
¡Andaluces, levantaos!,
¡Pedid tierra y libertad!,
Sea por Andalucía libre,
España y la humanidad.
Hoy se ha rendido culto a la Casa de Alba, heredera de una España de rapiñas, crucifijos y tratantes de esclavos. Hoy ha muerto Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba y dueña de un cortijo llamado Andalucía.
j.m.boix 20 de noviembre.