Por Fernando Cibeira
El
año electoral apenas si comenzó a desperezarse. En eso inciden más las
indefiniciones de la oposición que una estrategia del oficialismo. Ir
juntos o separados, por dentro o por afuera, votar junto o desdoblado,
todas cuestiones a las que la oposición no termina de dar respuesta por
temor a algún error fatal. Mientras tanto, la única resolución a la
vista es que no habrá tema en el Congreso que no se convierta en
oportunidad para un escenario de batalla. La primera votación del año en
el Senado a propósito del memorándum con Irán por el caso AMIA dio
muestras de ello.
En
este tema al menos no se puede acusar al oficialismo de no cumplir con
lo anunciado. Es cierto lo que marcaron varios legisladores de la
oposición sobre el viraje del Gobierno, pero fue público. Hasta 2010
Argentina mantuvo una posición beligerante contra Irán, que se ponía en
escena cada septiembre durante la Asamblea General de las Naciones
Unidas. No sólo la presidenta Cristina Kirchner reiteraba allí su
reclamo para que el régimen iraní entregara a los ciudadanos de ese país
con pedido de captura internacional, sino que se llegó en ese 2010 a
retirar a la delegación argentina al momento del discurso del presidente
Mahmud Ahmadinejad. Junto a Argentina se levantaron de sus asientos los
representantes de Estados Unidos, Israel y el Reino Unido, entre
europeos. Un “club” en el que CFK, hay que imaginar, no se debe haber
sentido muy cómoda.
Al
otro año, en 2011, reiteró en Nueva York su propuesta de abrir una
causa en un tercer país para investigar el atentado al tiempo que
reconocía que no podía rechazar una oferta de generar un canal de diálogo que le había hecho llegar por carta el gobierno de Irán.
Al otro día, los representantes argentinos no se fueron cuando habló
Ahmadinejad. Y en su última intervención, en septiembre del año pasado,
fue cuando la Presidenta reveló que había instruido al canciller Héctor
Timerman para que se reuniera con su par iraní para iniciar una
negociación. Ya entonces adelantaba que cualquier acuerdo sería puesto a
consideración de todas las fuerzas con representación parlamentaria. La
AMIA y la DAIA se mostraron de acuerdo, las agrupaciones de familiares
de las víctimas también.
¿Hubo
un viraje? Sí, fue tan notorio que se hizo en el escenario de las
Naciones Unidas, ante delegaciones de todo el mundo. ¿Por qué? La Presidenta explicó que no le encontraba sentido a reiterar propuestas que no habían obtenido ningún resultado. Así,
pasó de la postura más dura de negar todo contacto hasta que no se
cumplieran las resoluciones de la Justicia, a una posición intermedia de
ofrecer el juicio en un tercer país, hasta aceptar entablar una
negociación que desembocó en el Memorándum de Entendimiento firmado
con Irán el 27 de enero pasado. En la medida de lo posible, cada reunión
que los diplomáticos de ambos países mantuvieron durante estos meses
fue informada y, tal como lo había prometido, una vez redactado el
acuerdo fue puesto a consideración del Congreso. En eso estamos.
A la pileta
La
mayoría de los familiares de las víctimas mantienen el respaldo con el
argumento de que el acuerdo al menos habilita una posibilidad en una
causa paralizada desde hace años. Las autoridades judías eran de la misma tesitura hasta que Israel le bajó el pulgar. El
titular de la AMIA, Guillermo Borger, pasó entonces a la teoría de que
el acuerdo le abre la puerta a un tercer atentado. La oposición vio
entonces que la pileta tenía agua y se tiró de cabeza.
El
memorándum es en buena medida un camino inédito y, qué duda cabe, puede
salir mal. “Lo más fácil, lo que no traería costos políticos, es dejar
la causa como está”, sostuvo el jueves el senador kirchnerista Daniel
Filmus al inicio de la larga sesión que terminó con la media sanción del
acuerdo sólo con votos de oficialistas y algunos aliados. La postura
que parecía prevalecer en los mensajes de la oposición era la de una
visión de política exterior del caso, en la que era más valioso
apuntalar la relación con el mundo desarrollado que –con Estados Unidos e
Israel a la cabeza– mantiene la intención de acorralar al régimen
iraní, antes que la de interrogar a quienes la Justicia considera que
son los responsables del atentado.
En
ese registro, la condena “moral” exhibida anualmente en la ONU más el
pedido de captura ad eternum de Interpol para algunos funcionarios
iraníes podían encajar perfectamente en el criterio, con lo que
aseguraban cada septiembre un comunicado aprobador de la Embajada de
Estados Unidos y la de Israel. Curiosamente, la semana próxima, en Kazajistán,
representantes de los cinco países permanentes del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas más Alemania se reunirán con autoridades iraníes
para tratar de llegar a un acuerdo sobre su plan nuclear. Con lo
cual, la pretensión es que Argentina se ubique incluso más allá que las
propias potencias, que aceptan dialogar con Irán sobre los temas que le
interesan. Varios discursos en el Senado hicieron hincapié en la
supuesta intención del Ejecutivo de adjudicarse la representación que,
interpretaron, les correspondería a las víctimas. Pero los familiares de
las víctimas, muy mayoritariamente, aprobaron la movida. Además, no se
conoce una propuesta alternativa con la que pueda cotejarse. Un grupo de
dirigentes políticos como Hermes Binner y Ricardo Alfonsín e
intelectuales como Vicente Palermo, Horacio Tarcus y Juan Gabriel
Tokatlian emitieron esta semana un documento en el que sentaron posición
reclamando más tiempo para el esclarecimiento y la comprensión del
acuerdo, evitando apresurar el tratamiento en el Congreso. El planteo,
de tono más moderado que el del debate parlamentario, puede ser
atendible, pero no significa una propuesta diferente.
A la cancha
Los
verdaderos alcances de la Comisión de la Verdad, la posibilidad de que
los funcionarios iraníes se nieguen a responder, la jurisdicción del
Código Penal argentino en un interrogatorio en Teherán, la continuidad
de los pedidos de captura de Interpol, la estricta constitucionalidad
del texto del memorándum. Todas estas preguntas pueden ser válidas dados
los espacios en blanco que permite la brevedad del acuerdo, pero la
pregunta sería ¿entonces qué? La causa argentina continuará abierta y
se podrá seguir investigando si, como aseguró el senador radical
Ernesto Sanz, “no está estancada ni paralizada”. En el caso de que
los pedidos de captura de Interpol se llegaran a caer, como tanto se
insistió, se podría recurrir nuevamente. Con todo, la efectividad ha
sido escasa. Al único detenido durante todos estos años lo tuvieron que dejar libre, los demás se mueven con pasaporte diplomático.
El
canciller Timerman ya adelantó su disposición a concurrir la semana que
viene también a la reunión de comisión de Diputados para responder las
preguntas sobre el acuerdo, tal como había pedido la oposición.
Llamativamente, el mismo día, los jefes de los bloques opositores les
adelantaron a las autoridades de las entidades judías que no darán
quórum, con lo que la concurrencia del canciller no tendría mucho
sentido.
Se
ha especulado sobre las razones ocultas que tendría el Gobierno para
avanzar en el acuerdo. Una senadora del FAP llegó a criticar que “se
negocie trigo por derechos humanos, como hizo la dictadura militar”. Como
ya respondieron algunos funcionarios, durante estos años el comercio
con Irán se incrementó significativamente sin necesidad de eliminar el
pedido de captura de Interpol ni de firmar ningún memorándum.
Pero
vamos a suponer que tal vez esa segunda intención exista. Que Cristina
Kirchner desee acelerar el cierre de un episodio espantoso abierto hace
19 años que en su política internacional entorpece la estrategia de
estrechar las relaciones Sur-Sur, que es una piedrita para algunos
vínculos en la región (nótese que ni Brasil ni Venezuela votaron a favor
del pedido argentino en Interpol) y que a nivel de apoyos sólo le ha
significado algunas palmaditas en el hombro de los poderosos al tiempo
que reclaman a los organismos internacionales sanciones comerciales para
Argentina. Si eso puede conjugarse con la legítima intención de avanzar
en el reclamo de justicia y de al fin interrogar a los sospechosos,
¿estaría mal? Se repite cada día todo lo que pueda fracasar del acuerdo, y tal vez suceda. ¿Y si sale bien?
FUENTE: PAGINA 12
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