Wednesday 6 February 2013

HACE 70 AÑOS COMENZABA LA BATALLA DE STALINGRADO





Incluye referencias al testimonio de Emilio Frugoni, fundador y dirigente del Partido Socialista uruguayo y en ese período diplomático en la URSS



El 17 de julio de 1942 comenzó una ofensiva de la Alemania nazi para conquistar las zonas petrolíferas de la Unión Soviética. Tras invadirla en junio de 1941 y fracasar en la ofensiva sobre Moscú, los alemanes buscaron ocupar el Cáucaso. Pero su ataque se estancó con la defensa de Stalingrado, donde se luchó hasta la rendición germana en febrero de 1943. Imágenes de la batalla que torció el rumbo de la guerra, en fragmentos de Stalingrado, ciudad heroica, nota de Federico G. Lorenz en Todo es Historia, nº403 de febrero de 2001.

“Aprovechémonos de las licencias concedidas al escritor, y reencontrémonos con (el diplomático uruguayo) Emilio Frugoni (…) en la pista de una base aérea, en Teherán, a punto de alcanzar su destino final, Moscú, para hacerse cargo de la Legación oriental. Acompañémoslo a la capital soviética; sobrevolemos junto a nuestro viajero algunos de los campos de batalla más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial.

Frugoni está entusiasmado. Socialista desde 1905, podrá visitar la tierra donde se está realizando la Revolución: ‘Estamos ya, prácticamente, en Rusia. El aeródromo es casi un pedazo de la URSS. Los numerosos cazas americanos, prontos para emprender el vuelo hacia los frentes rusos, lucen en su costado la estrella roja de la URSS, cuya pintura parece fresca’.

Los diplomáticos uruguayos tuvieron la posibilidad de observar, desde el aire, una de las zonas más ricas en petróleo del planeta. A medida que el avión se acercaba a tierra, las formas borrosas iban ganando en nitidez, revelando el potencial de la región: ‘Al principio parecen unos cuantos armazones metálicos diseminados.


Conforme el avión desciende, el número de las torrecillas aumenta. Ya no son unas cuantas. Son decenas. Son cientos… Muchas hectáreas de extensión, en todas direcciones abarca ese bosque, en un punto, cercano al mar’.

Esa riqueza fue la que transformó a la región en el objetivo de la ofensiva alemana de 1942, que culminaría con el desastre del VI Ejército alemán en Stalingrado: ‘Son los famosos pozos de Bakú (capital de Azerbaiyán), por cuya posesión deliraban Hitler y sus mariscales’.

La ciudad inmortal

Sin embargo, los uruguayos no hicieron escala en la zona petrolífera. Su vuelo prosigue hacia la ciudad sangrienta, allí, en el preciso lugar donde un río hace una curva; Stalingrado. De pronto divisan ‘el Volga famoso, ante el cual nuestro corazón late con más fuerza. Si hay ríos sagrados en el mundo, ninguno lo es más que este’. Allí el Ejército Rojo ha librado un combate trascendental, y el río es un símbolo porque ‘sus ondas se han teñido de sangre en las más terribles batallas libradas por el pueblo ruso en defensa de sus propios destinos y de los destinos de la humanidad entera’.

El momento exalta a nuestro viajero. Su misión diplomática le proporciona ‘la inolvidable ocasión de ver, alzándose en una de sus orillas, la ciudad mártir por antonomasia, Stalingrado, la invicta, la inmortal Stalingrado’.

A poco más de un año de finalizados los combates por la ciudad, ésta ha retomado sus actividades cotidianas, aunque la guerra es una presencia visible: ‘se extiende con tal pujanza de crecimiento edilicio y demográfico, que uno cree estar viendo tres ciudades recostadas una a poca distancia de la otra sobre el caudaloso río (…)

Altas chimeneas y edificios de muchos pisos hablan de la importancia de esa ciudad donde grandes usinas humeantes dicen que la actividad productiva ha comenzado a renacer entre los escombros y las ruinas’.



Durante seis meses, Stalingrado fue el escenario de una de las batallas más sangrientas de la Guerra en el Este. Era la llave para el paso del Volga, y un centro de producción muy importante, al mismo tiempo que su nombre (actualmente se llama Volgograd) actuó como un imán tanto para Hitler como para Stalin. Las fuerzas alemanas, al mando de Friedrich von Paulus, alcanzaron los suburbios de Stalingrado en septiembre de 1942. Aunque llegaron a controlar el 90% de la ciudad, jamás pudieron evitar que los soviéticos reforzaran sus defensas a través del río. Mientras ésta resistía, en una encarnizada batalla casa por casa, seis ejércitos rusos se concentraban para el contragolpe, que llegó en noviembre: estas fuerzas cercaron a las tropas de Paulus. Los desesperados intentos de ruptura fracasaron. Al bombardeo constante, se sumaron el frío y el hambre, producidos por el deficiente abastecimiento. Pese a !a explícita orden de ‘resistir hasta el último hombre’, Paulus se rindió, y noventa mil alemanes con él. Cuando los combates cesaron, en febrero de 1943, ya se habían cobrado 146.000 vidas del Eje, pero además, de los noventa mil prisioneros, sólo retornarían a Alemania seis mil. A este escenario, poco más de un año después, llegó Frugoni.

Cicatrices

Un teniente alemán, muerto en los combates, escribió: ‘Stalingrado ya no es una ciudad. Cada día que pasa se transforma más y más en una nube de humo cegador y ardiente: es un gran horno iluminado por el reflejo de las llamas. Y cuando cae la noche (…) los perros se echan al Volga y nadan desesperadamente hacia la otra orilla. Las noches de Stalingrado les provocan el mayor terror. Los animales abandonan este infierno; incluso las piedras más duras no pueden soportar estas condiciones mucho tiempo. Sólo los hombres resisten’.

Frugoni aterrizó en el aeródromo de Gumrak, que durante la batalla fue tanto la puerta al Cielo, como las rejas del Infierno.

Como si se tratara de un cadáver, la ciudad muestra las heridas que le quitaron la vida: ‘Nos espanta el horror de tanto estrago como allí vemos en la desolación de bloques de casas desmanteladas, de paredes derruidas, de muros de los que sólo quedan los cimientos. Y eso que apenas vislumbramos una parte de la destrucción de que ha sido teatro y víctima esa ciudad gloriosa. En algunos sitios se amontonan en forma impresionante los esqueletos de hierro de camiones, vagones, aeroplanos, tanques… Junto a la línea del ferrocarril, en una estación central, el hacinamiento de vehículos destrozados describe por sí solo el encarnizamiento de la lucha’.

Otra estación, cerca del aeropuerto, ‘fue uno de los puntos en que más arreció la batalla. Hay allí algunos edificios en ruinas. Algunos se están reconstruyendo. En los rieles han quedado docenas de vagones deshechos. (…) Cerca hay varias casamatas y refugios de tierra semisubterráneos. Por todos lados, vestigios de los choques tremendos’.
(…)
Esta impresión dura un instante; el peso de la evidencia muda de esos restos es muy grande: ‘El alma se encoge ante aquellas constancias de la contienda terrible, pensando en los ríos de sangre que han corrido por allí (…) La señal de partida nos arranca de las dolorosas reflexiones. La vida sigue su curso, a pesar de todo. Nosotros continuamos nuestro camino y allí queda, como un monumento de terrible elocuencia, todo ese montón de escombros de una ciudad en cuyas calles se han jugado los destinos del mundo contemporáneo, como antes en Londres, como antes, todavía, en Dunkerque’.”

De Teaydeportea - Argentina
 
70 años del final de la batalla de Stalingrado



Dos millones de personas murieron en la batalla más cruenta de la historia de la Humanidad, que supuso el principio del fin para Hitler

Colpisa / La Voz
01 de febrero de 2013
• Reuters Reuters
• Reuters Reuters
«Las heroicas fuerzas del general Paulus han sucumbido gloriosamente en Stalingrado». Así contaba La Voz de Galicia, el martes 2 de febrero de 1942, la derrota de las tropas nazis en una de la batallas más cruentas de la historia». La noticia, «maquillada» por la propaganda fascista, contaba que «después de dos meses de defensa heroica han sucumbido frente a la superioridad numérica del enemigo».

Unos dos millones de muertos y desaparecidos, de los que un millón fueron civiles rusos -aunque podrían ser cientos de miles más porque la URSS nunca dio cifras-, más de medio millón de heridos y cerca 91.000 presos alemanes tras cien días de contienda. La batalla de Stalingrado, la más sangrienta de toda la historia de la humanidad, terminó el 2 de febrero de 1943. La derrota, además de poner fin a las ansias expansionistas de Hitler, supuso el principio del fin para el ejército del Tercer Reich.

Después de fracasar en la conquista de Moscú y en el cerco de Leningrado, Adolf Hitler ordenó a sus mariscales que emprendieran una ofensiva hacia las explotaciones petrolíferas del Cáucaso, esenciales para surtir de combustible a sus unidades en el resto del teatro de operaciones de la Segunda Guerra Mundial. Así comenzó la que los germanos llamaron 'Rattenkrieg' o 'guerra de ratas'. En su avance, el VI Ejército alemán bajo el mando del general Friedrich Paulus topó con Stalingrado, las tropas rusas y el río Volga. Sin vacilar, el dictador nazi ordenó tomar la ciudad, costase lo que costase, calle a calle, casa a casa, piso a piso. Algo que evitó en las otras dos capitales rusas.



Era el 23 de julio de 1942. La suerte estaba echada y la dura climatología de la Europa Central iba, poco a poco, consumiendo sus escasos días soleados.

Por este motivo, los alemanes no dudaron con emplear técnicas que aprendieron en España, especialmente en Guernica, para descargar 1.000 toneladas de bombas sobre Stalingrado, lanzadas por los Heinkel 111 y Junkers, bajo las órdenes del que había sido comandante de la Legión Cóndor en la Guerra Civil, el general Wolfram Von Richthofen. Ese 23 de agosto fallecieron 5.000 personas. Los combates se enquistados de manera que los historiadores calculan que cada día perecían 3.000 soldados rusos, incluso se habla que dada la carestía de fusiles lo soldados de Moscú iban en parejas, uno con el arma y el otro con la munición y, cuando uno caía en combate, el otro empuñaba el fusil.

Días después era el vicecomandante en jefe del Ejército Rojo Zhúkov quien dio la orden: 'No entreguen Stalingrado'.






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EN STALINGRADO HASTA LOS NIÑOS COMBATIERON CONTRA LOS NAZIS

VER VIDEO



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La batalla de Stalingrado y nosotros, hoy.
por Atilio Borón






A propósito de la heroica epopeya del pueblo soviético en Stalingrado, ¡Imagínense que mundo tendríamos hoy si la URSS, denostada por igual por la derecha, el "progresismo" y el infantilismo ultraizquierdista, no hubiera derrotado a Hitler! Con toda seguridad los países capitalistas -"el pinche mundo libre"- habrían pactado un acuerdo con Hitler para repartirse por un buen rato el dominio del mundo. Con eso ni el "Estado de Bienestar" europeo de la posguerra ni sus débiles sucedáneos populistas latinoamericanos habrían existido. En su lugar habríamos tenido lo que Europa tiene hoy, pero con un componente más brutalmente reaccionario y represivo que el actual.
En consecuencia: ¿no habría que revisar a fondo lo que significó la Unión Soviética y llegar así a una conclusión más matizada y balanceada, distinta de la satanización con la cual hoy se despacha alegre e irresponsablemente este tema? ¿O será que hacer cuentas con NUESTRO pasado, con el pasado de la izquierda en el plano internacional -y eso incluye, nos guste o no, a las revoluciones rusa, china, vietnamita, cubana, sandinista, etcétera, con sus logros tanto como con sus derrotas- es irrelevante para hacer política de izquierda hoy? Yo discrepo radicalmente con ese criterio.
 

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