Europa, léase
banqueros y Merkel, continúa clamando por más reformas estructurales
para España, o lo que es lo mismo, más recortes en lo que supone
profundizar (precarizar más) la reforma laboral e, incluso, reformar las
Pensiones, evidentemente, no para subirlas. A un país como el nuestro
que se encuentra bajo un estado de shock con una economía
inexistente y seis millones doscientos mil parados a cuestas, se le pide
que termine de estrangularse, que consuma su suicidio sin mayores
miramientos.
No soy banquero, ni tampoco especulador. De esta manera entiendo que
no debería permanecer ni un segundo más en esta Europa gobernada por
gente depravada que ni me representa ni existo para ella. Hoy más que
nunca percibo en mi el vértigo de esa hoja arrastrada por el caprichoso
viento, la horrible sensación de estar en manos criminales a las que les
importa muy poco que viva, muera o desaparezca. Porque hoy, aquella
promesa de una Europa democrática y de los pueblos ya no es más que una
entelequia, una quimera, un fugaz ensueño de madrugada. No quiero ni me
siento orgulloso de pertenecer a esta Europa autoritaria, enferma de
fascismo, que devora a sus ciudadanos como Saturno a sus hijos.
El gobierno dice no hacer caso de las últimas exigencias de
Bruselas, pero miente una vez más. Claro que tiene previsto recortar.
Todo lo que le pidan y más, hasta conseguir alcanzar ese fatal punto de
no retorno de nuestra moribunda economía. Cuando esto suceda, no será
posible la sanidad pública, ni la educación, ni las pensiones. Sólo
habrá dinero para pagar el sueldo de los políticos, el ejército, la policía… y la deuda. Este es el espantoso crack al que nos dirigimos a marchas forzadas y atados de pies y manos.
El gobierno tiene ahora en el punto de mira las Pensiones. Es el
último refugio económico de millones de familias , el precario colchón
que a duras penas amortigua el brutal embate de nuestro monstruoso
paro. Atacar las Pensiones supone dar el golpe de gracia a la destrozada
economía de millones de familias que mal viven de la jubilación de sus
mayores. Recortar este último bastión de protección social supondría, también,
multiplicar por diez los actuales impagos de las hipotecas, en muchas
ocasiones satisfechas con las ayudas de esas pensiones. Y en esta
demencial dinámica, además de más miseria y desahucios, tendremos, de
nuevo, a los banqueros pidiendo más dinero para cubrir las importantes
crecidas de la morosidad.
El gobierno debería sopesar la situación antes de actuar, y proteger las Pensiones con el mismo ahínco que protege a los Bancos. Porque si malo puede ser una debacle financiera, peor y de incalculables
consecuencias resultaría una desintegración total de nuestra economía
social.
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