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No me cabe duda que ante este panorama de futuro que nos praparan, celebraré abandonar este mundo lo antes posible. No me veo al final de mi vida atrapando insectos para alimentarme, y me importa un carajo que para según que orientales tales bichos sean considerados un manjar.
¡Dios mío, una cerveza con una tapa de crujientes saltamontes tostados o arañas a la vinagreta! ¿Se imaginan un bocadillo de suculentos y carnosos gusanos, chorreantes de pastosos fluidos verdes-amarillentos? ¡Y no digamos nuestras amigas, las cucarachas, tan ricas ellas cuando escuchamos su crujir sabroso bajo nuestro criminal zapato!
Cierto es que en los manuales de sobreviviencia, tales dietas le pueden salvar a uno la vida en situaciones límite. Pero yo no soy Rambo, ni puta ganas de serlo. Aunque puedo entender el último mensaje que subyace en todo este asunto: el marisco y el jamón de bellota para los ricos, y los insectos para los pobres. ¿A qué suena bien, queridos capitalistas? El hecho es marcar diferencias, que es a lo que se va. Porque no le veo otra justificación a la absurda y repugnante recomendación de la FAO. ¿Por qué esta organización mundial en vez de recomendar insectos contra el hambre no denuncia la situación de oligopodio que está sufriendo el mercado de alimentos? ¿O el desigual reparto de tierra cultivable en el mundo?
Alega la ONU, que la escasez de alimentos se debe a una población mundial que no deja de crecer. Mentira podrida. Porque si así fuera no se destruirían de la manera escandalosa que se hace, millones de toneladas de excedentes alimentarios cada día para mantener precios. ¿Excedentes? ¿Pero no quedamos que hay que comer insectos porque “lo otro” se está acabando?
Quizás la verdad la encontremos en lo que nos ocultan. Lo que llamamos Mercados, que no son más que un hatajo de criminales sicópatas, les importa una mierda todo aquello que no les produzca rentabilidad creciente ––a eso lo llaman “sostenibilidad”––, y los alimentos suponen un extraordinario filón que están dispuestos rentabilizar al máximo. ¿Cómo? Pues acaparando y creando el mito de la escasez. Muchas empresas transnacionales que controlan el sector ya están preparadas para rentabilizar a tope este mercado así como el del agua. ¿Qué importa que el mundo sufra de sed y hambre?
Por otro lado, y frente a los agoreros de la pretendida escasez, nos sobra tierra para alimentar el doble de la población mundial actual. Aunque sí es cierto que muchas de esas tierras están teniendo en nuestros días un uso ajeno al alimentario, que justificaría esas futuras hambrunas: los biocombustibles. Cada vez son mayores las incorporaciones de gigantescos latifundios de monocultivos de oleaginosas de las que derivan los llamados biocombustibles, y ese sí es un peligro real que nos amenaza y que puede dar lugar a la carestía y escasez de alimentos en un futuro poco menos que inmediato. La legislación de los gobiernos, ya sean éstos democráticos o autoritarios, se muestra laxa o claramente favorable a los intereses de estas grandes multinacionales, incluidas petroleras, que acaparan inmensos terroritorios para la explotación de estos cultivos. Esa es la clase de democracia que interesa y defiende estos cabrones que gobiernan el mundo. Africa, el continente más castigado por el genocidio del hambre, los muertos se contabilizan por millones y es el paradigma de por donde van los tiros. Allí las multinacionales campean a sus anchas, acaparando miles de millones de hectáreas del rico continente para el cultivo de eleaginosas, mientras lo africanos se mueren de hambre. El problema se agiganta cuando los nuevos monocultivos también invaden zonas donde, tradicionalmente, se han respetado como los graneros de trigo del planeta. Todo es cuestión de dinero.
Pero la sinrazón del capitalismo se impone a la razón humana. La escasez de alimentos que augura para un futuro la ONU bajo la falacia de la superpoblación estará, muy al contrario, friamente calculada para elevar precios ante “la escasez” y de esta manera obtener criminales beneficios para aquellos que poco les importa que la gente pueda morir de hambre. En este sentido, la lógica del nazismo tiene su matriz en la intrínseca deshumanización del capitalismo como forma de gestionar el mundo, y su menosprecio por la vida y los derechos humanos. Este es el devastador mensaje que subyace en un sistema al que todos sostenemos como soporte de una sociedad “civilizada”, y que a cambio nos destruye a nosotros mismos. Por lo tanto, aquellos que nos recomiendan comer insectos saben muy bien de qué hablan. Nuestros salarios, que llevan camino de homologarse a las limosnas que reciben los trabajadores asiáticos, no nos van a llegar en el futuro ni para comernos un asqueroso plato de moscas. ¿Qué exagero? Tiempo al tiempo.
A mis hijos hace tiempo que llevo aconsejándoles que el poco dinero que ganen lo inviertan en tierra. Que cierren los ojos a las tentaciones de esta Circe criminal que rige nuestras vidas, y se olviden de los juguetes con los que nos expolian los miserables salarios. Que se olviden de los coches, los iPad, los teléfonos móviles de última generación… Eso no se come. Que ahorren y compren un terreno con agua y algún olivo donde mañana puedan sembrar y criar gallinas. Cierto que lo mío le sonará a más de uno a bastante primitivo. Tan primitivo como sentarse a la mesa y comer lo que a uno le gusta.
j.m.boix
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