El politólogo Pable Iglesias. |
Ahora todo el mundo se quiere ir a
Estrasburgo. Gente de la izquierda que ha hecho su
carrera virtual y mediática pensando, no en batallar en los tajos del país sino
en ser elegido diputado europeo, y me refiero directamente al profesor Pablo
Iglesias. Todo un fiasco.
También los embozados de vaya usted a
saber, los del Partido X, resucitan al olor de la sardina que supone un
suculento escaño en la Europa de Merkel y el BCE. Y no hablemos de los
habituales del negocio como Willy Meyer, que después de hacerse viejo en
Bruselas, aún tiene la desfachatez de luchar a brazo partido contra su joven
compañera en IU, Albiol, porque se ha emperrado en ir por enésima vez de número
uno y así volver a sentar su culo en un escaño que ya debe considerar de su
propiedad por derecho consuetudinario.
Y no es para menos defenderlo con uñas y
dientes. Más de seis mil doscientos euros mensuales están en juego, además de
coche gratis, viajes gratis, vuelos de avión en primera clase gratis… y todo
por no hacer nada en un Parlamento que, practicamente, solo funciona a nivel
decorativo. Porque, ¿qué han hecho estos granujas de lujo al margen de subirse
el sueldo, fichar y en más de una ocasión ni siquiera pisar la moqueta del
parlamento?
Pablo Iglesias se ha apuntado también a
este carro de la eurogolfería. Pero lo suyo ha sido mucho más hiriente y
desmoralizador, al menos para los que creyeron de buena fe en la honradez del
discurso del personaje.
En los últimos tiempos este avispado profesor y politólogo––
palabreja ahora de moda–– se ha mostrado hasta en la sopa, batiéndose en todas
las tertulias habidas y por haber, hasta en las más inútiles y poco
recomendables como Intereconomia. Pero, al parecer, el caso era utilizar de
forma masiva la máxima cuota de pantalla para su propio y personal proyecto. Al
final resulta que el insigne profesor, promesa de la izquierda mediática del
momento, ha optado por hacer las maletas y “luchar” desde las doradas y bien
retribuidas tribunas del Parlamento Europeo. Al parecer, hacerlo en las
agitadas trincheras de la miseria nacional no es lo suyo.
Es más que lamentable que el “cursus honóribus”de este joven, forjado a golpe de los más media, no haya respondido a mayores
expectativas que a las suyas propias. Ya ha conseguido lo que quería. Ya
dispone de esas cincuenta mil firmas que le permiten entrar en liza en las
Europeas. Pero si lo tuviera delante le preguntaría, ¿a dónde vas, Pablo?
Que me explicara el imponderable de una decisión como la suya, cuando más necesario resulta
su trabajo en este país y en estos momentos. Me cuesta, en verdad, pensar que
lo haya hecho por el abolengo de convertirse en un alto prócer de esta Europa
ultraderechona y por la escandalosa soldada que pagan. Aunque a decir verdad, ya estoy curado de espanto.
Aunque también cabría pensar en su defensa,
que a este Demóstenes de la izquierda reformista se le hayan quedado pequeñas
las tribunas del país? Sin embargo tampoco creo que ignore que al margen del propio lucimiento personal, sus razonados y educados discursos están condenados a
la papelera en un Parlamento europeo que sirve para bien poco.
Por lo demás, es de reconocimiento común
que una casa nunca se comienza por el tejado, y los que pretendan cambiar la
actual Eurozona y hacer una Europa más democrática y de los ciudadanos tendrá
antes que combatir y barrer a los gobiernos ultraconservadores de “casa”, que
hoy campean y conforman las criminales políticas de la Unión. La guerra está
aquí, señores eurodiputados, no en Bruselas.
En este sentido su “ahora podemos” no suena
a más que a un bluff, a una engañifa con la que el ilustre politólogo ha
conseguido lo que pretendía, esos votos necesarios con los que comenzar hacer el equipaje.
Hay quien pretende justificar una masiva
participación en estas europeas con la facilona arenga de "ganarle al
PP". Es el cuento de nunca acabar de estos impenitentes reformistas. Con la que está cayendo cabría tacharlos lisa y llanamente de
traidores. No hay que competir con el PP en estas elecciones ni en ninguna
otra, hay que echarlo del poder con la fuerza de la presión popular. Solo así
demostraremos a este partido y a Europa que este pueblo nuestro no está
dispuesto a pasar por más horcas caudinas. Si el PP ni tan siquiera respeta las leyes que defienden nuestros derechos como ciudadanos, habrá que echarlo antes de que cumpla su mandato. Es la única manera de romper esta perversa inercia y hacer visible que los ciudadanos no toleramos ser gobernados por un partido, que además de corrupto, se salta a la torera nuestros derechos y libertades. No podemos permitir que tangamos que ir recuperando derechos a golpe de juzgado.
Europa no supone en estos momentos ningún
proyecto positivo para nuestro país, ni esperanza alguna de futuro para sus seis millones
de parados, ni para nuestros empobrecidos jubilados, ni tampoco para los
desahuciados y estafados por la plutocracia ladrona que protege este gobierno. Lejos de eso la actual Europa
continúa siendo de los banqueros y es corresponsable en primer grado del
inmenso desastre económico en el que nos vemos abocados. Desastre donde en los
últimos cinco años no hemos escuchado en ningún momento la voz de nuestros
parlamentarios europeos de la izquierda, que en toda esta debacle han
permanecidos vergonzosamente mudos y ausentes. ¿Cómo se nos pide ahora seguir votando a
esta Europa como si no hubiera pasado nada? ¿Por tan estúpidos y payasos nos toman?
Los que decidan y quieran participar para acomodarse en Bruselas, pues que se voten ellos
solitos.
Por mi parte tengo muy claro que voy a
abstenerme o como máximo votar en blanco en estas elecciones europeas. Faltaría
más.
j.m.boix
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