Thursday, 11 October 2018

LA ALMUDENA: UNA CATEDRAL PARA UN CRIMINAL GENOCIDA.






Lo dicho. Al final el dictador puede ser enterrado nada menos que en la Catedral de la capital de España bajo un gobierno socialista. Será el único dictador del siglo XX cuyos restos reposen en una catedral. Todo un escándalo para esta enferma democracia y una vergüenza para su clase política, para la Iglesia Católica española como institución y para la Unión Europea.

Porque es alucinante que un gobierno democrático se desentienda y permita que la Almudena acoja a Franco y que lo haga con honores militares como exige la familia del déspota. Una catedral no puede ser la última morada de un genocida que consagre los restos del mayor criminal que ha tenido la historia de España. Porque si esto es admisible, si Franco termina en la Catedral de la Almudena, también los restos de otro consagrado criminal, Queipo de Llano, hoy enterrado en la popular basílica de la Esperanza de la Macarena, puedan ir a parar a la Catedral de Sevilla si sus familiares así lo deciden. Vamos, todo un esperpento delictivo. Los jerarcas del anterior Régimen no pueden ser enterrados en lugares de culto venerados por el público en general. Su sitio sería una cuneta o como mucho, un cementerio. Sacar a Franco del Valle de los Caídos para enterrarlo en la Catedral de la Capital de España es una pésima solución y un órdago fascista contra la propia Ley de la Memoria Histórica. Pinochet fue enterrado en su panteón familiar a pesar que la familia pretendió hacerlo en la Catedral de Santiago de Chile. ¿Por qué aquí no? Por otro lado la Iglesia Católica tiene prohibido por el Vaticano los enterramientos de personas que no sean miembros del propio clero en iglesias y catedrales. Aunque es difícil que esta detestable institución renuncie al negocio millonario de los columbarios que tiene montado en sus templos. De hecho continúan obviando estas directrices. Pero el Gobierno sí podría, en este caso, recordar al Papa la aplicación del Código de Derecho Canónigo que a partir del Vaticano II  prohíbe enterramientos de seglares en las iglesias. En la Almudena ya están enterrados Carmen [la hija del dictador] y su marido, el Marqués de Villaverde, además de un buen puñado de acaudalados y notables, entre ellos los Marqueses de Urquijo.    
De esta manera, es el propio Gobierno el que tiene la legitimidad y la obligación de impedir tal monstruosa ignominia a la Memoria y a las víctimas de Franco y de su régimen. Porque, ¿en qué soberana burla quedaría lo de cambiar los nombres de calles y plazas de jerifaltes fascistas si luego enterramos al jefe de la banda criminal en la Catedral de Madrid? Que lo lleven a Mingorrubio, el segundo cementerio de el Pardo cuyo terreno es propiedad del Ayuntamiento de Madrid, que paga su mantenimiento. Allí, Franco tendrá la compañía de ilustres secuaces del régimen. Por algo lo llaman el cementerio de los franquistas. Allí están enterrados Carrero Blanco, Arias navarro y otros fascistas amigotes como el sanguinario Rafael Leónidas Trujillo, dictador carnicero que fuera de Santo Domingo. La familia Franco tiene un panteón familiar a cargo de Patrimonio Nacional construido con dinero público donde yace, en solitario, la esposa del dictador. Pues allí deben ir los restos del tirano. Que la tumba pertenece a Patrimonio Nacional y el mantenimiento a igual que el Valle de los Caídos lo pagamos entre todos, se quejarán muchos. Pues sí, pero qué le vamos hacer. Es mucho menos escandaloso que en una Catedral. 
Me espanta el silencio de los intelectuales de este país ante estos atropellos que no hacen más que potenciar el rescate de un siniestro pasado que día a día progresa y se afianza con escandalosa vigencia. Aunque la verdad sea dicha y hablando de intelectuales, acaso solo queden Pemanes de tres al cuarto e historiadores revisionistas a sueldo como los de la RAH (Real

Cripta de la Almudena con su columbario a dos millones y medio de euros.

Academia de la Historia) cuyo "Diccionario Biográfico Español", editado por ese puñado de estómagos agradecidos y financiado con fondos públicos del Ministerio de Educación [más de 2´4 millones de euros], siendo a la sazón ministro el socialista, Angel Gabilondo, presenta una hagiografía de Franco, no solo indignante, si no que supone una colosal vergüenza para propios y extraños. Un auténtico escándalo, un balazo miserable al estómago de los cientos de miles de víctimas del criminal militar y de su  régimen, que en 1936 arrasó la democracia española a sangre y fuego. Un personaje que actuó, no en beneficio de España como intentan hacernos creer sus apologetas, sino de una minoría de españoles favorecidos. Según esa hagiografía [exaltación de la violencia y el terrorismo de Franco], que hacen nuestros académicos y que ha sido ¡aceptada y pagada por nuestra clase política!, la Catedral de la Almudena viene como anillo al dedo como sepulcro a un "brillante y genial estratega militar", Fco. Franco Bahamonde, según sus hagiografos. Vomitivo lo mires por donde lo mires.


La Almudena se convertirá, sin duda, en un centro de culto al fascismo español-franquista en plena capital de España.   
Mientras estas barbaridades ocurren en nuestra penosa... [me da vergüenza llamarla democracia], algunos militares españoles, que sí son demócratas, son perseguidos con la aquiescencia del gobierno del PSOE y la izquierda colaboradora y constitucional, que mira para otro lado. Militares a los que se les castiga por defender la democracia y nadie levanta la voz. ¡Tiene mandanga esta mierda de país! 
También los ciudadanos continúan soportando-- aunque tal y como están las cosas, ya no podría asegurar si estoica o alegremente-- la aún vigente y cuartelera Ley Mordaza, y algunos tienen que huir de los tribunales tardo-franquistas por defender la libertad de expresión y buscar amparo en la justicia europea. Aún así, el adinerado ministro Borrell asegura que  "en España existe una de las mejores democracias de Europa". Hay que tener poca vergüenza para asegurar tal cosa, pero en eso los socialistas son expertos.
  

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