¿Por qué ahora?
Hace apenas unos cuantos meses
cuando el monarca manifestaba su voluntad de no abdicar en favor de su
vástago, quizás lo hacía por el prurito ese de disfrutar de una muerte coronada
que rememorara el clásico "El rey a muerto, viva el rey". O viéndolo desde
un ángulo menos romántico y
más práctico, por el miedo del borbón a verse desprotegido de la coraza de
inmunidad ante la ley que le proporciona el hecho de ser rey.
Pero los tiempos que corren se
tornan tan turbulentos como peligrosos para la Familia Real, y también para los que han medrado a
su sombra, haciendo de España el coto privado de sus fechorías y corruptelas. Las apetencias del viejo monarca de continuar aferrado a la corona por un motivo u otro han hecho agua ante los
catastróficos resultados que han obtenido en las elecciones europeas los
grandes partidos de "válidos" que le mantienen en la primera institución del país y cuyo progresivo y rápido hundimiento ha hecho
saltar todas alarmas de una monarquía cada vez más nerviosa y tambaleante y de esa gran Familia social-franquista que le rodea y proteje. Porque, ¿qué ocurriría si el próximo
Parlamento elegido por las urnas estuviera dominado por esta izquierda republicana que crece? ¿Qué pasaría con la sucesión al trono de Felipe? De seguro que se exigiría de inmediato un previo referendum popular que sancionara de una vez por todas si queremos República o Monarquía.
Para huir de este posible escenario se ha elegido un
momento donde el Congreso alberga a una más que holgada hueste conservadora (PP y
PSOE), que garantiza más allá de la mayoría absoluta de Rajoy la viabilidad y justificación de esta segunda felonía de entronizar al heredero
de la primera institución del país sin el concurso de gran parte de la población que la sigue considerando ilegítima, la represente el padre, el hijo o el espíritu santo que venga.
Todo
está amañado en esta democracia del pueblo pero sin el pueblo. La socorrida Constitución, que solo parece representar los intereses de este pernicioso clan que nos gobierna, pondrá en marcha a
todo correr la ley orgánica de sucesión que el PP aprobará con el rastrero voto
del PSOE, que también forma parte de esta conspiración contra la democracia que exigen las calles y plazas de nuestro pueblo. Todo lo harán muy aprisa
para evitar en lo posible el peligroso vacio que deja la abdicación.
Si Felipe VI tuviera, además de dignidad, un poco de lucidez sobre su futuro
no debería asumir la corona de España sin que mediara por medio ese
referendo popular que en su caso la legitime. Él más que nadie necesita ser refrendado,
porque de no ser así continuará encharcado en el mismo putrefacto fango de
ilegitimidad que su padre. Al anterior rey se le perdonaron muchas
cosas. Al nuevo no se le va a perdonar ni una.
Por
último confieso que el titular que ha copado casi todos los periódicos "El Rey ha abdicado" al pronto me ha
ensoñado con aquel otro de "Franco a muerto". Sin embargo pronto he
despertado a una realidad que en nada ha cambiado, aunque sí promete ser bastante interesante a partir de ahora.