Cuatro años de dictadura del PP son demasiados años. Los suficientes para que este partido valedor de grandes chorizos y mangantes haya hecho un daño irreparable a este país. Ya hace tiempo que advertí que el resto de la clase política o la oposición ––como se le quiera llamar porque de oposición tiene bien poco–– debió frenar a esta derecha que bajo la excusa de su mayoría absoluta está vaciando de honradez a la política y de contenido a la propia Constitución. Un PP que también ha vaciado las calles favorecido por la euforia Podemos y que navega viento en popa y en muchos casos en la ilegalidad manifiesta como la burda chapuza ––expresión empleada por el propio presidente del Congreso, del PP–– en el aforamiento del Juan Carlos tras su abdicación, y que hubiera exigido la aprobación
de la Ley Orgánica prevista en el artículo 57.5 de la Constitución. Una ilegalidad asumida por los papanatas de una oposición política tan inútil como inexistente. Un PP que ahora se le antoja vulnerar de nuevo la Constitución para cambiar las reglas del juego democrático con la elección directa de alcaldes, que abriría la puerta a un sistema presidencialista, porque piensa que le favorece. Sobre este asunto, una oposición honesta y valiente lo tendría del todo claro: amenazar con no participar en semejante plebiscito.
Un PP que no solo niega a los catalanes su derecho a expresarse libremente sino que también amordaza a los canarios en su legítima pretensión de defender y proteger sus intereses de comunidad frente a una petrolera. Un PP que está encarcelando a sindicalistas por ejercer sus derechos laborales sin que los golfos de Toxo y Méndez hagan nada al margen de disfrutar de sus largas vacaciones estivales. Un PP que ha logrado imponer su anticonstitucional "ley mordaza" sin mayores resistencias de un pueblo cansado y harto de que no se le escuche, y de un Parlamento ocupado en contar los billetes de la paga de verano. Un PP chulesco manchado de corrupción hasta lo indecible en el que, no solo nadie pide perdón ni dimite, sino que, a igual que los curas, exige a los demás lo que no se exige así mismo.
En definitiva, un PP que a pesar de todo no le está afectando como debiera su marcada tilde corrupta y fascista a juzgar por las favorables intenciones de voto en las últimas encuestas publicadas. Sobre esto último no me puedo olvidar de un pueblo como el de Marbella, que lejos de castigar las fechorías de su corrupto y facineroso alcalde le premiaba con más mayorías absolutas.
Esto último es lo que más me espanta de España.
j.m.boix