Aunque nunca sentí entusiasmo por la nueva entidad política, Podemos, en la entrevista de Évole a Pablo Iglesias con motivo de la visita de este último al Ecuador de Correa, me embargó cierto desencanto la manifiesta incertidumbre mostrada por este líder ante sus propias propuestas que le llevaron al triunfo en la europeas.
En esta ocasión sus buenos propósitos se diluían en el populoso ambiente de una animada plaza de Quito donde zozobró en repetidas ocasiones ante las preguntas del avezado conductor del programa. Renta básica, control de nuestra soberanía, privatizaciones de nuestras empresas energéticas, reparto de riqueza, jubilaciones dignas... Observé a un Pablo Iglesias abrumado, dubitativo, incapaz de ofrecer una mediana seguridad a las propuestas que lo catapultaron al estrellato. Quizás porque las mismas ya habían servido a su inicial propósito, la de ser eurodiputado, y ahora era todo bien distinto, y porque las mismas chirriaban demasiado, creando innecesarias dificultades para la oportunidad única de "asaltar el cielo", leáse, asaltar el Gobierno de España.
Propuestas que en su momento sirvieron para levantar los entusiasmos de centenares de miles de trabajadores y desempleados, así como de legiones de jóvenes desheredados y sin futuro, tanto con estudios como sin ellos, cuyas esperanzas hoy pueden derrumbarse ante un "predicador" que se arruga y que en estos momentos termina de cargarse su potente apuesta inicial con la propuesta de un programa económico de mínimos al más puro corte socialdemócrata. Porque el gran problema de España no son solo las tan traidas y llevadas "puertas giratorias" y la corrupción, que también, sino la super estructura económica heredada del franquismo que se ha mantenido intacta en la Transición y que, todo parece indicar que con el programa económico de "Podemos" continuará siendo omnipresente. De esta manera, nunca habrá un reparto real y democrático de la riqueza en nuestro país mientras esa Gran Propiedad Privada persista y siga ahí, blindada por una de las legislaciones más conservadoras de Europa.
Liderar un proyecto político solo con la propuesta de acabar con la corrupción y el fraude no es suficiente. La honradez y la decencia no son patrimonio exclusivo de Podemos. Cualquier otra formación política o colectivo humano debe asumir como prioritario la necesaria ética de decencia y honradez si pretende gobernar y organizar la vida de los hombres. Esto no es una propuesta, es una "condicio sine quanon".
Podemos se ha mostrado hasta ahora una organización donde su fulgurante ascensión política descansa en lo confuso. Confundió al personal en las elecciones europeas con un programa político no para Europa sino para España. El impago de la deuda, las nacionalizaciones de empresas de interés estratégico, la desaparición de las ETTs, la prohibición de los despidos en empresas con beneficios, la renta básica... ¿En qué ha quedado finalmente todo este estrellato de propuestas que entusiasmaron a los que vieron en Podemos un auténtico revulsivo para los males que padecemos en nuestro país?
Sospecho que Pablo Iglesias se ha burlado de todos en su frenética carrera por el poder y lo ha hecho utilzando de manera artera la rabia y la desesperación popular. Él nunca se manchó las manos en un desahucio ni tampoco a las puertas de una fábrica con despedidos. En este sentido no es mejor ni diferente al PSOE de Felipe González o Pedro Sánchez. ¿Por qué deberíamos fiarnos de una organización que en la transversalidad oportunista de un "acaparalotodo" se jacta de "no ser de izquierdas ni de derechas"? ¿Acaso desconocen que en el acervo popular tal cosa se traduce a que apesta precisamente a derechas?
Recuerdo haber escrito alguna vez en algún rincón de este blog, que me encanta el contundente verbo de Pablo Iglesias. Con tono enérgico sabe arropar sus argumentos y levantar espectación. Pero no me basta. También lo tenía Felipe González. Lo que me lleva a desconfiar de la manera más severa en una organización dirigida por un piquito de oro con ideales desdibujados y pretendidamente confusos; por un líder que proclama a los cuatro vientos que en su partido "caben todos". ¿Pero acaso este hombre se considera así mismo un nuevo redentor, un mesias milagrero que puede obrar el gran milagro de conciliar a ricos y pobres, a los de arriba y a los de abajo? ¿Cómo pueden conciliarse los intereses ladrones de un banquero con los de un sufrido trabajador? ¿Cómo pretender gobernar con prédicas, llamando al patriotismo o a la solidaridad a un presidente de una compañía eléctrica que corta la luz a los que no pueden pagar el servicio? ¿Acaso los poderosos ya le han leido la cartilla a Podemos de manera que han renunciado a estas necesarias expropiaciones? ¿Ya estamos con los enjuagues y aún no han empezado a gobernar?
Por favor, que muchos aún no nos hemos caido de un guindo.
El partido de Podemos nos conduce a resolver nuestros males con aquel eslogan populista propiciado por la socialdemocracia felipista donde "todo el mundo es bueno", y donde al calor del "rebujito" impresentable prosperó un banderín de enganche para todo tipo de facinerosos, ladrones, corruptos y estafadores. Creo que este es el auténtico y peligroso populismo ––utilizando lo peor de este término––, intentar gobernar para todos cuando al final sabemos que siempre se termina gobernando para los poderosos.
Chávez, la bestia negra de este neoliberalismo ladrón, no gobernó para todos. La oligarquía venezolana ya lo había hecho durante siglos en su propio beneficio, y de está manera hubo de quebrar sus privilegios amasados y protegidos por su corrupta democracia. Aquí en España también hay privilegios que quebrar si queremos conseguir un país honesto dentro de una democracia decente. Pero todo indica que "Podemos" no viene a quebrar nada sino a gobernar para todos, incluidos neoliberales fascistas, oportunistas y facinerosos, que ya pululan en esta insana retorta de Miller.
Desgraciadamente estos jóvenes relumbrones no vienen para acabar de una vez por todas con la corrupta Transición. Muy al contrario pretenden parchearla para que nos dure algunos lustros más.
j.m.boix