Reuters/Eric Gaillard
No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto
— Aristoteles, 384 a.C.-322 a.C.
Tras el sangriento atentado
contra la revista satírica Charlie Hebdo en París, los medios de
comunicación globalizados despliegan una campaña mediática bien
organizada alabando la libertad de expresión, sin embargo, ellos no
ignoran que este derecho universal es desde hace tiempo privilegio de
una minoría poderosa.
En un reciente artículo, el periodista Renán Vega Cantor explica que
en el mundo de la civilización occidental "dibujar contra los musulmanes
es libertad de expresión mientras que dibujar sobre los judíos es
antisemitismo inmediatamente censurado".
A la vez, la prensa globalizada cierra los ojos a lo que está pasando
en los países alineados incondicionalmente con el Occidente, esto a
pesar de sus regímenes dictatoriales que muestran un completo irrespeto a
los derechos humanos y en especial a la libertad de opinión, expresión y
pensamiento. El caso del bloguero saudita Raif Badawi da escalofríos.
Él fue detenido el 2008 por apostasía o abandono de la religión.
Cinco años después fue sentenciado a 600 latigazos y siete años de
cárcel. Después de que su abogado y cuñado Waleed Abu al-Khair
presentaran la apelación, la condena a Raif Badawi ha sido cambiada de
siete a 10 años de cárcel, los latigazos aumentaron a mil y la multa que
tiene que abonar es de 225.000 euros. Las autoridades judiciales
tampoco se olvidaron del abogado Waleed Abu al-Khair y lo han
sentenciado a 15 años de prisión por cargos de deslealtad al rey Abdulá,
desacato a la autoridad y asociación ilícita.
Ante el silencio del mundo y los medios que se rasgan las vestiduras
por el caso de Charlie Hebdo, el pasado viernes Raif Badawi recibió 50
latigazos frente a la mezquita de Jafali. Según la sentencia, este
castigo se aplicará una vez a la semana cada viernes durante 20 semanas.
La culpa de este bloguero consiste en promocionar un foro virtual en
forma de un debate político sobre la nueva ley antiterrorista. Esta ley
incluye como acto terrorista "cualquier disturbio del orden público,
perturbar la seguridad de la sociedad o poner en peligro la seguridad
nacional".
Lo lamentable es que los medios de comunicación globalizados, que
denuncian diariamente la "violación de los derechos humanos" en los
países no alineados con los Estados Unidos y la Unión Europea, como
Siria e Irán, no percibieron 1.000 latigazos como un desafío al derecho
internacional.
Arabia Saudita ratificó la Convención Contra la Tortura y los
latigazos son un método de tortura. De acuerdo al Artículo 20 de la
Convención, el Comité Contra la Tortura tiene el derecho de hacer "ex
oficio investigación" y puede condenar a Arabia Saudita. Sin embargo, la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) parece que no está apurada en
presionar a las autoridades locales para detener esta práctica en el
país. Lo mismo pasó con la Asociación de Derechos Políticos y Civiles
Saudí (ACPRA) en el 2009 cuando las autoridades detuvieron y juzgaron a
11 activistas de los derechos humanos. Uno de ellos, Muhammed al-Qahtani
es considerado por la revista norteamericana Foreign Policy como "uno
de los 100 pensadores globales".
Por supuesto, Washington, Bruselas y la ONU simplemente ignoraron
estos casos y nunca condenaron la práctica de decapitación,
apedreamiento, fragelamiento, amputación etc. aplicados en Arabia
Saudita. En 2013 fueron decapitadas 78 personas en un acto público y 87
el año pasado. Pero quién en los Estados Unidos o en la Unión Europea se
atrevería a denunciar esta práctica saudita si este país constituye,
junto con Israel, el pilar de la política exterior norteamericana en el
Medio Oriente. Su tarea fue bien definida por Washington y consiste en
destruir el "eje del mal shiita" en la región: Damasco-Beirut-Teherán.
Por supuesto todo esto se está tratando de cumplir Arabia Saudita bajo
el pretexto de "instaurar la democracia y libertad" en Siria, Líbano e
Irán como igual lo hizo en Afganistán, Irak y Yemen.
Lo muhajidines, los talibanes, los de Al Qaeda y ahora los del Estado Islámico
de Irak y Siria (EIIS) habían sido financiados y armados por Arabia
Saudita y entrenados por Israel, Turquía, Estados Unidos y otros
miembros de la OTAN. El rol de Arabia Saudita fue vital en el aumento de
los grupos yihadistas de 28 (48.000 hombres armados) en 2007 a 49 en
2014, lo que supone unos 100.000 hombres armados llamados ahora
terroristas pues antes los medios globalizados los llamaban "patriotas",
"guerrilleros", "combatientes por la libertad". En diciembre de 2009,
Hillary Clinton escribió en un cable que posteriormente fue divulgado
por WikiLeaks que "Arabia Saudita era principal financista de Al Qaeda,
Talibán y otros grupos terroristas".
Todos estos terroristas al servicio de Washington y Bruselas han
matado millones de personas inocentes, han decapitado decenas de
periodistas pero jamás han sido denunciados por la prensa globalizada
pues ambos participan en lo que se llama "la guerra energética" para
asegurar la hegemonía energética norteamericana. No hay que olvidar que
la guerra en Afganistán, que se inició en octubre de 2001, tenía el
propósito de asegurar la presencia de EE.UU. en la región vital para el
transporte del petróleo y gas desde Asia Central a los mercados
globales.
La guerra contra Irak (marzo 2003) estaba destinada lograr el control
de Washington sobre las reservas del oro negro de Irak y las del Golfo
Pérsico. La actual guerra contra Siria está orientada hacia el
debilitamiento de Irán y el poder chiita en la región. Arabia Saudita es
necesaria para asegurar los intereses de Washington financiando a los
terroristas del EIIS contra los cuales están aparentemente luchando los
norteamericanos y sus aliados de la OTAN.
Entonces, la supresión de la libertad de expresión y la violación
flagrante de los derechos humanos en Arabia Saudita pasan desapercibidas
en este contexto en el Occidente y ni siquiera interesan a las Naciones
Unidas. Los manipuladores de la prensa globalizada vienen destruyendo
desde hace más de cinco años la institución de los periodistas de
investigación para hacer el contenido de la información, ofrecida al
público mundial, más homogéneo y orientado hacia el proyecto de la
globalización política. Como se sabe el proceso de la globalización
económica ya está en su fase final y sus consecuencias se sienten en
todos los rincones del mundo.
La globalización política requiere una cuidadosa y bien camuflada
restricción de la libertad de expresión en el seno de los
globalizadores. Precisamente de esto habla Noam Chomsky cuando declara
que "la libertad de expresión en Francia es un engaño y un fraude". Lo
mismo se repite en Gran Bretaña donde, según revelación de Edward
Snowden, su agencia de seguridad nacional: Government Communications
Headquarters (GCHQ) parecida a la NSA norteamericana puso en su lista de
los terroristas, hackers y otras personas peligrosas para la seguridad
nacional a los periodistas de investigación.
No perdonaron ni siquiera a los medios de comunicación que participan
en el proceso de globalización política como Reuters, Washington Post,
The New York Times, NBC, Le Mond, The Sun, El País y muchos otros. Todo
esto significa el inicio de la etapa de depuración dentro del sistema de
información de los mismos globalizadores. Frente a todo esto la
libertad de expresión, pensamiento y opinión se convierte en un vacío
juego de palabras. Hace más de un siglo, el escritor ruso Iván Turguénev
(1818-1883) dijo pensativo que "cuando desaparezcan personas como Don
Quijote, el libro de la historia cerrará su última página. No habrá más
que leer en él".