Una tras otra el Partido Popular continúa mangoneando como le rota la democracia y sus instituciones ante las narices de la clase política parlamentaria. Pienso que ningún partido por mucha mayoría absoluta que tenga puede hacer algo así. El Tribunal Constitucional es el máximo organo consultivo del que deriva la interpretación de la Constitución del 78. En su cometido está defender al ciudadano e instituciones en sus derechos y libertades constitucionales. Bien es verdad que en alguna ocasión esta alta institución no ha estado a la altura de la independencia exigida cuando le ha interesado al gobernante de turno. Es de recordar aquí la polémica resolución de este alto tribunal, anulando una sentencia del Supremo que condenaba a los famosos "Albertos", personajes muy conectados con la oligarquía económica de este país, a pagar siete millones de euros por sus corruptelas en el caso Urbanor. Pero esta clase de incidencias nunca han preocupado al PP ni al PSOE.
Es ahora, ante el problema catalán, cuando ese Estado autoritario que borbota en la mente de los populares se pone nuevamente en marcha con su habitual y parco sentido de la democracia, para manipular las instituciones a su antojo y en solitario. Lo hace con el mayor desprecio a un gallinero parlamentario sin autoridad, que ante las tropelías de este gobierno nunca llega más allá de alborotarse con ridículos y gallináceos sofocos.
El PP hace tiempo que ha roto la baraja del juego democrático sin que ningún jugador de la mesa se haya levantado. Y esto es grave. Aún está caliente la antidemocrática Ley Mordaza --una puñalada trapera a las libertades democráticas de nuestro país--, cuando ahora cogen al Tribunal Constitucional para convertirlo en un cabo furriel que le corte los suministros legales al govern de Más y su movimiento independentista. O lo que es aún peor: en un nuevo TOP con la potestad de reprimir y mandar a la cárcel a todo hijo de vecino que se atreva a no interpretar la Constitución como dios y el PP mandan. Así resuelve Rajoy los grandes problemas del país. Un presidente al que nunca le ha gustado negociar. Su democracia es simple y llanamente el garrotazo aquí, allá y donde se presente. Gracias a esa política cuartelera de palo y tentetieso, hoy el independentismo catalán es un clamor dificil de sofocar. Lo peor de todo es que la democracia no está funcionando al permitir a corruptos fulleros que sigan en la mesa de juego por mucha mayoría absoluta que tengan.
j.m.boix