Wednesday, 25 January 2017

¿SOROS PREPARA UN MAIDAN PARA TRUMP?

George Soros.

El capital financiero, ocioso y ladrón, no se resigna a perder su proyecto facineroso y criminal de dominar el mundo con un proyecto que destruye Estados y nos pone a todos a los pies de la banca. De esta manera ha creado solemne irritación, que un bisoño ricachón provinciano venga ahora a tumbarle el invento y a redescubrir el capitalismo industrial o productivo que es el que crea trabajo y riqueza.

El odio a Putin de las élites fascistas se reparte ahora con el odio a Trump. Dos personajes que les une la desfachatez de intentar echar por tierra el gran proyecto nacido de las perversas mentes de la llamada élite o establishment profundo del imperio que se pretende global.
¿Díganme estos demócratas europeos cual ha sido el resultado de la prefabricada crisis del 2008 en la Unión Europea? ¿Ya nos hemos olvidado?  

La UE ha sido y es actualmente la praxis o la retorta de laboratorio donde se experimenta con el delirio globalizador. Una Unión Europea con un déficit democrático notable en sus propios órganos y cuyos Estados han perdido su soberanía en favor de un omnipresente Banco Central [BCE], centro de mando del poder financiero especulador, que anula a los estados europeos cualquier capacidad de defenderse y administrar su economía frente a la dictadura de un nuevo capitalismo improductivo y ladrón, que pretende saquear el mundo. ¿Ya nos olvidamos de Grecia? ¿Ya nos olvidamos de los cien mil millones de euros del rescate bancario en España que todos debemos pagar? La barbarie infringida a Grecia es de lo más ilustrativa sobre este neoliberalismo económico, que al parecer demasiados tontainas irresponsables consideran democrático. Pero a los globalizadores les salió rana la nueva presidencia USA, que ya tenían elegida previamente y por la que todos los medios occidentales apostaron escandalosamente y bajo consigna: la enloquecida y sanguinaria Hilary Clinton, la candidata de la élite; la mujer que devastó Libia y se regocijó con la brutal muerte de Gadafi.   
¿Era también la señora Clinton la alternativa favorita para los demócratas y esta amarillenta izquierda europea que sale a la calle en contra de Trump? Por lo que se ve parece ser que sí.


El complot de los gobiernos neoliberales y sus medios de comunicación (televisión y prensa) financiados por la tenebrosa maquinaria de los globalizadores está a pleno rendimiento. Sorprende la enorme rapidez de respuesta social a la toma de posesión del nuevo presidente norteamericano. Cientos de miles de mujeres, azuzadas por cientos de organizaciones sociales han invadido las calles, denunciando y magnificando el machismo del istriónico y provinciano Trump. No han esperado siquiera que éste comience a gobernar. La sospechosa coordinación, la universalización de lemas, colores, muñequitos, gorritos de un color determinado nos hace pensar en una extraordinaria disciplina organizativa. Y esto nos lleva indefectiblemente a personajes de la élite como George Soros, responsable último de régimen nazi propiciado por el Maidán en Ucrania así como de las extrañas 

El senador USA Jonh Mc Cain apoyando a los nazis del Maidan en Ucrania.
"revoluciones naranja", "primaveras" y el caos en el mundo. Soros es un gran patrocinador del caos. Porque la globalización fascista necesita la excusa del caos para prosperar y justificar el nuevo orden (la dictadura) mundial. Soros es el siniestro filántropo admirado por Alberto Garzón, que se infiltra a golpe de talonario en ONGs y en asociaciones humanitarias a sueldo para ponerlas al servicio de sus intereses globalizadores. Qué duda cabe que ante esta perspectiva, Trump así como Putin, defensores del capital productivo (industrial) y de la soberanía de los pueblos haya que quitarlos de en medio. A este último ya tiene la OTAN amenazando las fronteras de su país, buscando una delirante guerra, siguiendo las órdenes postreras de Obama y Clinton.


Es difícil pronosticar lo que puede pasar a partir de ahora en este, llamémosle, preludio de "final de los tiempos". Quizás el tosco y provinciano ricachón de un paso atrás ante lo que se le viene encima y se olvide de su discurso en la toma de posesión y se reconcilie con los intereses del establishment. Que renuncie en silencio al capitalismo industrial y se olvide de la soberanía y de los trabajadores que le dieron el poder y se pliegue, sumiso, al proyecto universal del capitalismo financiero globalizador.
También puede suceder, que pague con la vida su insolencia al enfrentarse públicamente a la élite o le hagan un "impeachment" como a la brasileña Dilma. También, ¿por qué no? que siga adelante con su proyecto aunque lo veo muy difícil.
De momento no han transcurrido veinticuatro horas de su toma de posesión y ya se ha cargado el Tratado Comercial Asiático, cosa que considero una gran noticia que agradezco profundamente. Porque entiendo que hará lo mismo con el TTIP europeo si le dejan.
En la lucha contra la opresión hay prioridades y entiendo que acabar con la globalización neoliberal debía estar en el puesto número uno de estas prioridades.

bucaneroerrante

Saturday, 21 January 2017

SINDICATOS EN LA ESPAÑA NEOLIBERAL.


¿QUÉ LES PASA A ESTAS MUJERES?

Activista de FEMEN en plena actuación.


¿Por qué esta organización de mujeres que dicen luchar contra el machismo se presentan en sus actos de manera tan grotesca, siempre de forma tan provocativa?
De verdad. No me produce ningún respeto su causa ante actuaciones como las que ofrece esta instantánea. ¿Es necesario llevar las tetas al aire para reivindicar algo tan legítimo como que se respete el sexo femenino? Para que te respeten tienes que hacerte respetar con tus actos, y difícilmente una mujer con los pechos al descubierto y cogiéndole los testículos a un muñeco es digna de tal respeto. Es solo una opinión.

Friday, 20 January 2017

CUANDO ES DELITO CELEBRAR LA MUERTE DE UN VERDUGO.

 Ser demócrata en Europa está unido de forma indisoluble a ser antifascista. Algo que en España la herencia franquista de la transición impide ver con claridad.
                                                 
14 enero 2017
                                                                                             



El derecho a celebrar la muerte de Carrero Blanco




Jan Kubis y Joseb Gaczik son dos héroes del pueblo checo. Consiguieron ese honor tras atentar contra Reynhard Heydrich, director de la Oficina Central de Seguridad del III Reich y acabar con su vida en el marco de la Operación Antropoide. “El carnicero de Praga” murió el 4 de junio de 1942 por las heridas causadas después de que Kubis y Gaczik lanzaran una mina antitanque modificada contra el vehículo en el que viajaba el jerarca nazi.
Los dos checos que mataron a Heydrich se refugiaron en la iglesia de San Cirilo y San Metodio, donde finalmente fueron encontrados por las tropas nazis y asesinados junto a otros miembros de la resistencia de Praga. Una placa les recuerda en ese templo con las siguientes palabras:
“En esta Iglesia ortodoxa de los santos Cirilo y Metodio murieron el 18 de junio de 1942, defendiendo nuestra libertad, los combatientes del ejército checoslovaco en el exterior Adolf Opálka, Jozef Gabcík, Jan Kubiš, Josef Valcík, Josef Bublík, Jan Hrubý, Jaroslav Švark.
El obispo Gorazd, el sacerdote Citel, el Dr. Petcek, el presidente de la comunidad religiosa S. y otros patriotas checos que facilitaron a los soldados un refugio fueron ejecutados. Jamás los olvidaremos”.
La muerte de Reynhard Heydrich fue tomada por Adolf Hitler como una cuestión personal y ordenó unas acciones de represión desconocidas hasta el momento y que fueron encargadas a Kurt Daluege. La más conocida de todas ellas fue la destrucción del poblado de Lidice y la aniquilación de sus habitantes. Todos ellos fueron asesinados, bien en fusilamientos sumarios en el pueblo o en el campo de exterminio de Chelmno. 
El escritor francés Laurent Binet, autor de un libro sobre el atentado contra Heydrich, hablaba así de la masacre de Lidice:
Las palabras de Binet vienen a demostrar que la esencia genocida de ambos regímenes era la misma. Colaboraron y participaron activamente para la realización de sus crímenes, por lo que celebrar y alegrarse de la muerte de un dirigente franquista debería estar al mismo nivel que hacerlo de cualquier dirigente nazi. La calificación personal de quien celebra una muerte o hace bromas sobre ella tendría que quedar circunscrita al ámbito moral, nunca al penal.
Ser demócrata en Europa está unido de forma indisoluble a ser antifascista. Algo que en España la herencia franquista de la transición impide ver con claridad. A Cassandra, una estudiante de 21 años, el fiscal Pedro Martínez Torrijos le pide dos años y medio de cárcel por celebrar la efeméride del asesinato de Luis Carrero Blanco, presidente del gobierno franquista, y por hacer chistes del atentado que le costó la vida. En el auto se afirma que sus tuits contienen “graves mensajes de enaltecimiento al terrorismo” y la acusa de un “delito de humillación a las víctimas”, recogido en el artículo 578.1 y 578.2, y 579 bis del Código Penal.
Sólo el hecho de que alguien pueda entrar en la cárcel por bromear o celebrar una muerte ya es grave, pero más lo es que una democracia defienda a los genocidas y verdugos del Estado de derecho. Una democracia que se preciara de serlo garantizaría el derecho a que cualquier ciudadano recordara con alborozo la muerte de un líder de la dictadura franquista.
 
Conmemorar la muerte de un jerarca nazi es algo asumido como normal en cualquier sociedad democrática, nadie sería juzgado por hacer una broma sobre el asesinato de Reynhard Heydrich, pero la democracia española asume como parte de su corpus penal que celebrar la de Carrero Blanco pueda llevar a una persona a la cárcel.
El nazismo y el franquismo son representaciones diferentes de la misma realidad. Los campos de concentración franquistas contaron con la asesoría de Paul Winzer, jefe de la Gestapo destacado en España, quien además instruyó a la Brigada Político-Social en tácticas de represión. España no será una democracia completa si no incluye el antifascismo como pilar fundamental de sus valores. No lo será si no acepta el derecho a celebrar la muerte de Carrero. (la marea.com)
 
"Que el almirante Carrero Blanco esté en el santoral de las víctimas del terrorismo, además de incomprensible, es un inaceptable  y 
cruel sarcasmo a las víctimas del franquismo."
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 



Monday, 16 January 2017

Sunday, 15 January 2017

SEVILLA Y LA GUARDIA DE ASALTO (SEGUNDA PARTE)



...cuando en el gobierno se produce una debilitación o relajación de la autoridad
y de la soberanía, es cuando procede necesaria e inexcusablemente que alguien
recoja esa autoridad de aquí que el glorioso Ejército español, haya asumido aquella, y
por eso es y no puede ser otro el poder legítimamente constituido el que proviene de
ese mismo Ejército...
 
 
Guardia de Asalto.

Al mismo tiempo que se eliminaba a los mandos de la Guardia de Asalto, comenzó una
despiadada purga de toda la unidad, dirigida por el repuesto comandante Francisco Corrás y con la colaboración entusiasta de los nuevos capitanes, especialmente Manuel Cervera.
Causa sonrojo y vergüenza conocer de su puño y letra las acusaciones que el comandante
Corrás hizo de todos aquellos sospechosos de “rojos” y como sus informes llevaron a la
muerte a muchos de ellos. El revanchismo, el miedo y los ajustes de cuentas de otros
guardias hicieron el resto. Muchos de sus propios compañeros no dudaron en la denuncia y
acusación más baja y ruin para, no solamente quitar de en medio a los “rojos”, sino también
para congraciarse con los vencedores. Pronto, muchos de ellos empezarían a participar en
piquetes de fusilamiento, hermanándose para siempre con las raíces sangrientas del nuevo
Estado. Algunos incluso, como el cabo José María Plaza, colaboraría muy activamente con el capitán Díaz Criado en la checa con mayúscula que fue el edificio de los jesuitas de la calle Jesús del Gran Poder. Leer un periódico considerado de izquierda, pertenecer al comité de personal, manifestar su apoyo al nombramiento de Loureiro, etc., fueron motivos sobrados para el comandante Corrás en su purga para depurar y acusar a los guardias. Cualquier veleidad izquierdista fue anotada en los detallados informes que hizo en agosto de 1936 de todos los sospechosos. “Extremista”, “comunista”, “socialista”, etc., fueron adjetivos masivamente utilizados para calificar a los únicos que habían mantenido una actitud republicana, es decir, los únicos que habían desempeñado su labor conforme al juramento que todos, incluido el comandante Corrás, habían hecho de fidelidad al orden constitucional.


Podemos leer algunas:
 
Gritó Viva Azaña en la toma de posesión de Loureiro.


Visitaba con frecuencia Unión Republicana y amonestaba al que leía La Unión.


Hablaba de las canalladas que hacía Primo de Rivera y el chulo de Sanjurjo.

Leía El Socialista y Mundo Obrero.

Entró en el Hospital levantando los puños a pesar de ser el día 19.

Político y rebelde al mando.

Se dedicó a consolar a la mujer del Gobernador.

Lo caracteriza la palabra: sinvergüenza.

Mala conducta, soez, inmoral. Contrae deudas.

Izquierdista, embozado, díscolo y pegajoso.

La conceptuación de su capitán se encierra en esta palabra: infame.

Izquierdista. Difamador de los oficiales salientes en febrero.

Al ser expulsados unos guardias les dijo que no perdieran la esperanza, pues la

“pelota está aún en el tejado”.

Quería que todos los guardias fueran a la Estación de Plaza de Armas para despedir a

González Peña que pasaba para Huelva.

En estos días no se le ve contestar el Viva España.
Catalán, catalanista y extremista.

Le dijo a otro guardia: Tu eres un carca como Gil Robles.

Considerado espía del coronel Puigdengola, salió a recibirle cuando vino a ésta en

julio.

Extremista, calamidad, rebelde al mando, borracho y tramposo siendo soltero.

Copeaba con el alférez Manuel López.

Peón de confianza del capitán Justo Pérez.

Llamó a los oficiales del ejército fascistas.

Extremista, miembro del ignominioso Comité.

Izquierdista, lector del Heraldo.

Extremista hasta el límite. Leía Ambiente y Libertad.
No presta atención en las charlas del General por la radio y cuando llega la prensa no

la lee.

Estas acusaciones y calumnias sirven por sí solas para demostrar la calaña patriotera
del comandante Corrás. Era el mismo lenguaje que luego continuaron los jueces militares. En marzo de 1937, cuando procesaron al guardia Manuel Rosell, diría el juez instructor en su
 
Teniente Ignacio Alonso Alonso. Muerto defendiendo la Telefónica (Sevilla)

auto de procesamiento: Que en las elecciones del 16 de febrero de 1936 votó en blanco, con lo que contribuyó a dar el triunfo al Frente Popular. Curiosa, cuando menos, acusación de los
que organizaban actos públicos de quema de urnas tan ardorosamente.
Se quiso también involucrar a la Guardia de Asalto, cómo no, en los hechos sucedidos
en Sevilla bajo la llamada “dominación roja”. Incluso en los incendios de las iglesias. El
guardia Rafael Peropadre, salió con un grupo de paisanos por la calle Relator hacia Feria. Allí un grupo quería quemar la iglesia de Omnium Sanctorum y, según la acusación, decían que por órdenes de la Guardia de Asalto. Peropadre se opuso y mandó a otro compañero, Braulio Martínez, a que fuera al cuartel y pidiera al capitán la orden por escrito, sin que volviera a verlo. Ante la exaltación del numeroso grupo, que no cedían en su intento, optó por marcharse a la comandancia. En la acusación que le hicieron después del golpe le preguntaron qué hubiera hecho si el capitán le hubiese dado la orden, respondiendo a sus acusadores que él sabía que el capitán no daría esa orden. De los propios informes hechos por los sublevados se obtienen las pruebas del papel que la Guardia de Asalto desempeñó en Sevilla, no solamente en la oposición al golpe sino en intentar evitar, por todos los medios, numerosos desmanes y violencias. Pese a ser asesinado por los golpistas, el guardia Arturo Ojeda Pinzón, fue él el que saltando por la azotea de la casa contigua a la de Luis Mensaque en Triana, intentó que abandonara el piso antes de que el grupo de exaltados que se encontraba en la puerta del edificio entrara. Y no lo consiguió por la negativa del propio Mensaque. Así y todo intentó que de la comandancia le enviaran refuerzos para evitar el asalto, cosa que no era posible conseguir en aquellas circunstancias. También se detuvo a dos salesianos a los que se protegió en la comandancia para que no les ocurriese nada, como así sucedió. Un capellán igualmente fue llevado al cuartel por el guardia Antonio Sánchez Serrano y no sufrió ningún tipo de daño físico. El teniente Alarcón, de la Pirotecnia Militar, detenido por la Guardia
de Asalto e introducido en el Gobierno Civil, tampoco sufrió ningún tipo de represalia, al igual que dos soldados que fueron detenidos al separarse de su compañía sublevada. Estos hechos, como la actuación que narramos antes del guardia Alejandro Muñoz Borja y su compañero Diego Garrido en la calle Santa Clara, hablan mucho a favor del papel que la

Guardia de Asalto, en circunstancias tan adversas, siguió desempeñando como policía pública de la ciudad. Por cierto, cuando un juez militar quiso interrogar a Alejandro Muñoz Borja, tuvo conocimiento de que se encontraba en la comisaría de Jesús del Gran Poder y allí se dirigió por escrito. La respuesta del capitán Díaz Criado, de 17 de septiembre de 1936, fue decir que a petición propia del detenido se había enrolado en el Tercio, cuando había sido ya asesinado cuatro días antes.
Pero todo servía para acusar cuando lo que se buscaba no eran pruebas para ningún
tribunal y cuando la impunidad era la característica dominante. El día 7 de agosto el
comandante Corrás expulsó, entre otros, al guardia Miguel Colchero Irizo y así lo comunicó a Queipo dos días después, cuando éste le pidió un informe sobre el guardia, que se
 

encontraba detenido. Corrás añadió: habiendo observado durante su permanencia en el
mismo una conducta pésima. La cosa no quedó ahí. El oficial que llevó el informe, al
entregarlo en la División, vio oportuno decir que es persona de muy malos antecedentes y que puede pensarse de él todo lo malo que haya. Fue suficiente. Miguel Colchero fue hech
desaparecer para siempre (al igual que su hermano Manuel, guardia municipal en el
ayuntamiento sevillano, que fue asesinado en diciembre de 1936).
Es obvio que el tiempo de una charla no permite profundizar en el detalle de tantos y
tantos casos represivos, pero, creemos que es suficiente lo que hemos descrito para reflejar la brutalidad que acompañó la represalia de los golpistas contra la Guardia de Asalto.
Parece oportuno concluir, pero, no sin antes relacionar todos aquellos casos de
víctimas y represaliados de los que hasta la fecha tenemos constancia.
 
Emblema bordado de la Guardia de Asalto.

Jefes y oficiales muertos

Nombre y apellidos Causa de la muerte
  
Comandante José Loureiro Selles Asesinado por aplicación Bando de Guerra


Capitán Justo Pérez Fernández Asesinado por aplicación Bando de Guerra


Capitán José Álvarez Moreno Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Capitán Eloy Bonichi Alcalde Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Capitán Manuel Patiño Porto Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Teniente Pedro Cangas Prieto Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Teniente Ignacio Alonso Alonso Muerto en la defensa de Telefónica

Teniente Gabriel Badillo Gener Ejecutado por sentencia Consejo de Guerra

Alférez Manuel López Fernández Asesinado por aplicación Bando de Guerra
 
Jefes y oficiales procesados y condenados
Nombre y apellidos Condena
 
 
Teniente Luis Ballinas Pasarón 12 años y 1 día y expulsión del Cuerpo

Teniente Julián Hernández Guzmán 12 años y 1 día y expulsión del Cuerpo

Teniente Lorenzo Maroto Hernández 12 años y 1 día y expulsión del Cuerpo

Teniente Miguel Ponce Romero 12 años y 1 día y expulsión del Cuerpo

Teniente Antonio Soler Vaz 3 años y 1 día y expulsión del Cuerpo
 
José María García Márquez

Guardias de Asalto.
www.todoslosnombres.org 11
 
Cabos y guardias muertos
 
Nombre y apellidos Causa de la muerte
 
 
Cabo Manuel Durán Márquez Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Cabo Diego García Pereda Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Cabo José Rodríguez Gamboa Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Cabo Emilio Tesifón Vaquero Gil Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Guardia Miguel Colchero Irizo Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Guardia Antonio Díaz Andrade Muerto en la defensa de Telefónica

Guardia Fernando Guridi Gálvez Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Guardia Antonio Hernández Muerto en la calle Martínez Montañés *

Guardia Antonio Heredia Fernández Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Guardia Francisco Lozano Luna Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Guardia Alejandro Muñoz Borja Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Guardia Felipe Navarro Acosta Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Guardia Arturo Ojeda Pinzón Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Guardia Francisco Recacha Pastor Ejecutado por sentencia Consejo de Guerra

Guardia Manuel Ruiz Caro Asesinado por aplicación Bando de Guerra

Guardia César Talavante Abad Ejecutado por sentencia Consejo de Guerra

Guardia Manuel Torres Pardo Ejecutado por sentencia Consejo de Guerra

Guardia Ramón Venegas Pizarro Asesinado por aplicación Bando de Guerra

* Desconocemos su segundo apellido.
 
Igualmente, hay que señalar algunos miembros del Cuerpo de los que no conocemos
su paradero posterior y donde, con seguridad, investigaciones posteriores podrán decirnos
cuantos de ellos fueron igualmente asesinados.
 
Miembros del Cuerpo en paradero desconocido
Suboficial Bonifacio Rodríguez Conde Guardia Juan Navarro *

Cabo Godofredo Elías Magna Guardia Rafael Peropadre Alquezar

Cabo José Aguilar Morilla Guardia Francisco Rodríguez Coto

Guardia Tomás Barragán Jiménez Guardia José Ruiz Coto

Guardia Francisco Carrasco Sánchez Guardia Rafael Ruiz Sánchez

Guardia José Fernández Guillén Guardia Manuel Sánchez Méndez

Guardia Diego Garrido * Guardia Rafael de la Rosa Rosa

Guardia Isabelo Mármol López Guardia Zambrano **

* Desconocemos el segundo apellido.

** Desconocemos el nombre y segundo apellido.
 
Esta sangría humana no fue suficiente para los golpistas. Un importante número de
represalias cayó también sobre numerosos guardias con detenciones y depuraciones. No
conocemos tampoco en su totalidad los guardias de Asalto que fueron depurados y
expulsados del cuerpo, salvo los 52 que documentalmente hemos podido determinar hasta la fecha. Son éstos:
 

Guardias de Asalto en un pueblo de Sevilla
La depuración de la Guardia de Asalto: Sevilla, 1936

www.todoslosnombres.org 1 2
Juan Abad Carretero Antonio Gómez Claros Marcelo Parrilla Jiménez

Belarmino Álvarez * Adolfo Gómez Horcajuelo Victoriano Prada Domínguez

Pedro Aquino Espinosa Cristóbal Gómez Rincón Pedro Quintero Jurado

Aquilino Arias Rodríguez Juan González Burgos José Rivero Recio

Alfonso Cano Alonso Francisco González Oliva Manuel Rosell Jiménez

Tomás Ciorraga Laguna Francisco Guillén Vázquez Julián Sada Mazariego

Antonio Dueñas Pérez Francisco Gutiérrez Díaz Antonio Sánchez Serrano

Rafael Escacena Carreño Francisco Horantos Casillas Guillermo Sánchez Zabala

Pedro Fernández Caballero Francisco Jiménez López León Sanguino Alba

Rafael Fernández Castillo Teófilo Jiménez Valverde Balbino Sanguino Dorado

Gonzalo Fernández de Córdoba Manuel Lara Arcos Francisco de los Santos Romero

Pedro Fernández Salva Joaquín Llorente Conde José Segura Aguilar

Francisco Fortea Beneyto Manuel Marín Piña León Soriano Cordero

Juan Galindo García Joaquín Merlín Gordillo Matías Tenza Tenza

José Galván Martínez Gerardo Mer Gutiérrez Antonio Velázquez Béjar

Manuel García Gómez Salvador Morales Roldán José Venegas Pizarro

Eduardo García Terán Ángel Núñez Moreno

Manuel Garrido Molina Ramón Olivo Aparicio

* Desconocemos su segundo apellido.
 
De los guardias detenidos el mismo 18 de julio se hizo una rápida selección de ellos y
un numeroso grupo fue encarcelado. La mayoría de ellos salieron entre los días 23 y 26 julio con diferente destino. Sabemos que algunos se reincorporaron al Cuerpo, otros fueron
enviados con las columnas que salían para las ocupaciones de los pueblos y otros pasaron
por Comisaría, con lo que es muy difícil establecer la suerte que corrieron y si, como es
probable, algunos fueran asesinados. En cualquier caso, reflejamos a continuación el grupo
de 41 detenidos del que tenemos constancia.
 
Guardias de Asalto detenidos el 18 de julio de 1936
Julián Alonso Velázquez Ángel Guerrero López Hermenegildo Pompas Gómez

Antonio Arévalo Fernández Manuel Hernández Ruiz Juan Rodríguez López

Bartolomé Borrero Catalán Luis Hurtado Roselló Antonio Rodríguez Luga

Julián Braojos Criado Antonio Iglesia Oliva Melchor Romera Aguit

Francisco Corral Barba Emilio Lamorena Pulido Antonio Romero Gallardo

Pedro Fernández Calero Antonio León Santos Marcos Sánchez Tadeo

Jesús Fernández Palazón José Lobo Martínez Luis Tolosa Llorente

José Flores Jiménez Juan Madrid Sánchez Alfonso Valle Delgado

Rafael Gallardo Villalobos Santiago Márquez Palacios Manuel Vargas Guerra

Francisco García Calderón Antonio Martín Algarín Manuel Vera Rodríguez

Antonio García Jiménez Teógenes Martín Aparicio Florentino Virosta Clemente

Javier Gilabert Parra Francisco Martínez González Antonio Yanes García

Pedro Gómez Delgado Rafael Morales Roldán Eliseo Yoldi Ostalé

Juan González Sibeño Manuel Novilla Hidalgo
 
José María García Márquez

www.todoslosnombres.org 13
Quisiera terminar con un poema. Un poema del poeta Carlos Álvarez Cruz, hijo del
capitán José Álvarez Moreno, asesinado en aquel julio de 1936. Lo recogió en su libro el
profesor Ortiz Villalba. Este poema, escrito en el penal de Cáceres el 24 de julio de 1965,
aniversario de la muerte de su padre, sigue en plena actualidad cuarenta y cuatro años
después de haberse escrito. Era el deseo de un hombre que quería poder olvidar la tortura de un recuerdo. Dice así:
 
Tu noche de pasión pesa en mis noches

y tu gris madrugada en mi alborada,

desde que el mundo es tacto de mis manos

y empecé a dialogar con el silencio

de las cosas que, mudas, me rodean

y, a veces me sugieren. Muchas veces

quise decirte que intenté olvidarte,

borrar la mancha roja que arrojaron

sobre mi libro familiar... ¡ y cuantas

creí que lo lograra, y que mis dedos

-despellejados ya en su tentativacobrarían

de nuevo su tersura!

Pero es el caso, padre, que no quieren

que las aguas retornen a su cauce

los que ensuciaron mi cuaderno limpio...

Y en torno a mí pregunto, y muchos otros

igual que yo lo intentan, y les tachan
 
los que ensuciaron mi cuaderno limpio...

Y en torno a mí pregunto, y muchos otros

igual que yo lo intentan, y les tachan

sus páginas mejores. Yo quisiera...

Yo quisiera olvidar, porque los muertos

no deben decirle a los que viven...

no deben proyectarse en los que viven.
 
 
Todavía, el nombre del capitán Álvarez está junto a miles de desaparecidos en los
legajos de documentos que se amontonan en la Audiencia Nacional. Todavía, y estamos en el año 2009, setenta y tres años después, el ejército de este país, con su jefe el Rey a la cabeza, no han reconocido a los compañeros de armas que, desde su puesto en la Guardia de Asalto, dieron su vida en defensa de la legalidad y la Constitución. Y hora es de que se acuerden.

Por eso, y en ausencia de ese reconocimiento, que no llega, mi agradecimiento a este Aula del Alcázar de Sevilla al permitir rescatar la memoria de estos hombres.

Conferencia pronunciada el 29 de enero 2009 en el Alcázar de Sevilla,
 
en el ciclo El orden Público durante la II República)


HASTA HOY LOS GOBIERNOS SOCIALISTAS DE LA JUNTA HAN "OLVIDADO" CUALQUIER TIPO DE RECONOCIMIENTO OFICIAL DEL PUEBLO DE SEVILLA A ESTE CUERPO DE POLICÍA DE LA REPÚBLICA QUE VALIENTEMENTE DIO LA VIDA POR LOS VALORES DEMOCRÁTICOS Y REPUBLICANOS EN LA CAPITAL HISPALENSE.
 


Saturday, 14 January 2017

SEVILLA Y LA GUARDIA DE ASALTO.

La depuración de la Guardia de Asalto
Sevilla, 1936
José María García Márquez
Seguramente, los historiadores que me han precedido en este interesante ciclo sobre
el Orden Público durante la República y la represión y depuración de los cuerpos de seguridad del Estado, habrán llevado hacia ustedes una clara visión de la forma que los sublevados actuaron contra todas aquellas fuerzas que no secundaron el golpe o se opusieron a él.

Empezando por sus propios compañeros de armas y utilizando una violencia represiva de
proporciones muy superiores a la contestación que recibieron. Dentro de esta represión, el
cuerpo más afectado, sin duda, fue la Guardia de Asalto y a ella vamos a referirnos.
La Guardia de Asalto tuvo una historia breve. Desde su nacimiento en 1931 hasta
diciembre de 1936 en que fue disuelta por el gobierno de la República, sus cinco años de
vida, aunque cortos, dejaron un significativo testimonio histórico.

Su nacimiento hay que buscarlo en los primeros momentos de la República y los
virulentos conflictos sociales y políticos que se dieron en los primeros meses. Muy pronto, el gobierno tuvo clara conciencia de que necesitaba un cuerpo policial más adecuado a esta conflictividad, que permitiera excluir a la Guardia Civil de las ciudades relegándola al campo y que estuviera a la altura que las nuevas circunstancias exigían. Si de una parte era ineludible para la República el mantenimiento del orden público, de otra no se quería que la represión policial trajera consigo los numerosos muertos y heridos que la Guardia Civil había venido ocasionando durante años en las ciudades españolas. Si la Guardia Civil había sido siempre un cuerpo claramente represivo y muy lejos de ser “benemérito”, se pretendía crear una policía más identificada con los principios republicanos y, a su vez, más y mejor preparada para hacer frente a su delicado cometido.

De esta forma, fue el ministro de la Gobernación Miguel Maura el que, junto al
entonces Director General de Seguridad Ángel Galarza, puso en marcha su creación,
organizando en muy poco tiempo, y dentro del Cuerpo de Seguridad, una sección de Asalto, a cuyo frente pusieron al teniente coronel Agustín Muñoz Grandes. La labor desarrollada, que se comenzó en mayo de 1931 con la creación en Madrid de una Compañía de Vanguardia del Cuerpo de Seguridad (como fue llamada en su comienzo), dio como resultado que ya en octubre del mismo año estuviera organizado un grupo de unos ochocientos guardias de Asalto. Sería la ley de 30 de enero de 1932 la que establecería legalmente dicho cuerpo y poco después, en mayo, se le dotó de un reglamento que vino a establecer la necesidad de
 
mantener el orden público cuando se alterase, de forma convincente, pero utilizando método incruentos.

La Guardia de Asalto quedó integrada, como decimos, en el Cuerpo de Seguridad, que
pasaría a llamarse de Seguridad y Asalto. Su dependencia orgánica era del Ministro de la
Gobernación y, por tanto, de los Gobiernos Civiles, si bien su funcionamiento jerárquico y
disciplinario era militar. De igual manera, sus jefes y oficiales provenían del Ejército.
Desde el primer momento, la República apostó fuertemente por la Guardia de Asalto. Ya en abril de 1932 se decidió aumentar su plantilla en más de 3.800 guardias, sí como en 551 jefes, oficiales y suboficiales necesarios. Unos meses más tarde, en septiembre, se
autorizó un nuevo incremento de 2.500 guardias. Este esfuerzo considerable se vio acompañado por la adquisición de numeroso material y armamento. La Guardia de Asalto fue dotada de un excelente armamento individual, con carabina Mauser y pistola, granadas de mano y gases lacrimógenos, más ametralladoras, morteros e incluso tanques. Para su ágil y rápido desplazamiento, se adquirieron camiones de tipo faetón adecuados para transportar las fuerzas, tanques de agua, etc. También se prestó atención a la creación de
gimnasios para su preparación física. Esta preparación fue una constante desde su creación y factor determinante para la admisión de nuevos guardias, a los que se les exigía incluso una altura mínima de 1.75 para entrar en el cuerpo, altura muy por encima de la media existente en la época.

No es ninguna exageración afirmar que en 1936, la Guardia de Asalto era una de las
más modernas policías europeas, añadiéndose a ello que, a diferencia de la Guardia Civil,
empezó a contar con un sensible apoyo popular, lo que llevó en no pocos casos a que
muchos oficiales del Ejército de simpatías republicanas solicitaran su traslado a Asalto. En
julio de 1936, en vísperas del golpe, se calcula en unos 9.000 los guardias de Asalto que
existían en el país. En su corta existencia, la Guardia de Asalto demostraría que era posible
hacer frente a la alteración del orden público sin ocasionar víctimas, pese a la virulencia de los muchos conflictos en los que intervino. En ello influyó de manera importante, no solo el
comportamiento de la fuerza sino también la sustitución del antiguo sable de los guardias de seguridad por la porra o macarra de goma, que tantos heridos graves y muertes evitaría. Pero esta existencia también quedaría marcada por los sucesos de Casas Viejas en enero de 1933, donde el capitán Manuel Rojas, al mando de las fuerzas de Asalto y junto a la Guardia Civil,
Guardias civiles traidores a la República
llevó a cabo una matanza brutal y desproporcionada. Este caso supuso un punto negro en su historia, sin olvidar las represalias que guardias de Asalto madrileños tomaron en la persona de Calvo Sotelo, después de que pistoleros derechistas asesinaran al teniente del Cuerpo José Castillo (llama la atención la aversión que siempre tuvieron los golpistas a la Guardia de Asalto y especialmente a este oficial. Al terminar la guerra el Ayuntamiento de Madrid retiró de su tumba la palabra teniente, que no pudo ser restituida hasta la llegada de la democracia). Su organización, bajo el mando del teniente coronel Sánchez Plaza (Muñoz Grandes se negó a continuar bajo el Frente Popular), estaba establecida en Grupos y existían 15 en las principales ciudades del país, destacando Madrid y Barcelona con tres grupos cada una. En Sevilla estaba el 5º Grupo, al mando del cual, desde febrero de 1936, se encontraba el comandante de artillería José Loureiro Selles. Un Grupo de Asalto estaba formado por tres compañías de fusiles y una que llamaban de especialidades, integrada por Plana Mayor y tres secciones de morteros, ametralladoras y sección motorizada. Esta última contaba con coches ligeros, motocicletas, camionetas y autocares, ambulancias y blindados “Bilbao” dotados de ametralladoras. Cada compañía de fusiles, a su vez, comprendía tres secciones a cargo de un oficial y cada sección dos pelotones al mando de un suboficial. En total, unos quinientos hombres formaban el 5º Grupo. Sin embargo, hay que hacer notar que en julio de 1936, eran casi cien los hombres que se encontraban de permiso o en baja por accidente o enfermedad, aunque varios de ellos fueron llamados al Cuartel o se presentaron voluntariamente.

Con el triunfo en las elecciones de febrero del Frente Popular, el nuevo Gobierno
promovió numerosos cambios en los jefes y oficiales del Cuerpo. Los continuos rumores sobre un posible golpe militar, aceleraron estos cambios por hombres más afines e identificados con la República. El comandante Loureiro era un hombre de probado republicanismo y fidelidad al Gobierno. Ya en 1935 había sido investigado por el Gobierno derechista cuando, en abril de ese año, tuvo reuniones con el general Riquelme y su ayudante el teniente coronel Rosal, ante el temor de un posible levantamiento militar. En aquella ocasión se trató ya de la entrega de armas al pueblo desde el Parque de Artillería, que Loureiro mandaba. También mantuvo reuniones en un bar frente a la Torre del Oro, del que era dueño el comandante de Caballería Francisco León (que también sería fusilado después del golpe) y, según las denuncias que se hicieron y que las promovió el capitán Manuel Gutiérrez Flores, se llegarían a cursar órdenes a los servicios de guardia y patrulla para reforzarlos y extremar la vigilancia. Órdenes que se cursaron sin dar cuenta al Estado Mayor de la División. Era, por tanto, un hombre comprometido con la defensa de la legalidad republicana cuando le fue encomendado el mando del Cuerpo de Seguridad y Asalto en Sevilla, en sustitución del comandante Francisco Corrás Cazorla. Otros oficiales, de clara adversidad a la República, como los capitanes Manuel Cervera o Daniel Lindo, fueron igualmente sustituidos. En su lugar, y durante el período de febrero a julio de 1936, llegaron los capitanes Manuel Patiño, Eloy Bonichi, José Álvarez y Justo Pérez, algunos de ellos pocos días o semanas antes del golpe, que se hicieron cargo de las compañías de Asalto y llevaron al cuartel de la Alameda francos aires republicanos, de forma que ante la posibilidad de una sublevación en Sevilla se contaba con un jefe y una oficialidad dispuesta a oponerse a los golpistas.

En su gran mayoría la Guardia de Asalto permaneció fiel a la República. En Madrid y
Barcelona fue decisiva su actuación para sofocar el golpe. La imagen de unos cuantos de sus
 

 
miembros disparando contra los sublevados en las calles de Barcelona constituyen, aún hoy,un símbolo de la lucha y resistencia que la Guardia de Asalto ofreció a todo el país. O los guardias madrileños en el cuartel de la Montaña. Sin embargo, también hay que señalar
importantes lunares en su comportamiento, como ocurrió en Zaragoza, donde ayudó al
general Cabanellas a hacerse dueño de la ciudad, o Valladolid y Oviedo, donde la mayoría de la fuerza de Asalto apoyó el golpe. O Murcia, donde las dos compañías de asalto siguieron a su jefe sublevado.

Desde los primeros momentos, la Guardia de Asalto participó en los frentes. Toledo o
la defensa de Madrid, por poner algunos ejemplos, dejaron un testimonio claro de entrega y
fidelidad que es de justicia histórica reconocer. Muchos de sus hombres perdieron la vida en esa tarea.

Pero volvamos a Sevilla. Ya desde la noche del 17 de julio, la Guardia de Asalto
estaba en alerta. Se patrulló por la ciudad y se redobló la vigilancia. Es más, desde el 12 de
julio, cuando mataron al teniente Castillo, se estaba de servicio permanente. Incluso el
comandante Loureiro, a la vista del cansancio de la fuerza, solicitó y obtuvo del Gobernador
Varela, que se concedieran permisos, por turnos de dos a cinco a la tarde, para que los
guardias fueran a su casa a descansar y cambiarse de ropa. Precisamente en uno de estos
turnos sobrevino el golpe.

La reacción de la Guardia de Asalto fue rápida. El primer grupo que llegó al Gobierno
Civil fue un pelotón de unos veinte hombres al mando del teniente Gabriel Badillo. El segundo pelotón que salió lo mandaba el teniente Ignacio Alonso. Más tarde, dos grupos más se destacaron rápidamente a la Plaza Nueva para asegurar la misma plaza, la defensa del Gobierno Civil y controlar su acceso, el Ayuntamiento, la Telefónica y Correos. Entre ciento cincuenta y doscientos guardias de asalto se reunieron en la zona, junto a los tres blindados “Bilbao” que se disponían, uno de los cuales tenía la ametralladora inutilizada. En uno de estos blindados iba el teniente Pedro Cangas Prieto, que se distinguió especialmente. Según el informe más fiable del que se dispone, el que hizo el comandante Núñez el 3 de agosto de 1936, quién dirigió a los golpistas en la plaza Nueva, eran 150 los guardias que fueron hechos prisioneros al término de los combates. Los capitanes Eloy Bonichi y Manuel Patiño mandaban las fuerzas, mientras a cargo del cuartel de la Alameda quedó el capitán Justo Pérez junto al capitán José Álvarez. Los hechos que se sucedieron el 18 de julio, ya han sido tratados en este aula y, además, por el profesor Ortiz Villalba, que los estudió a fondo. No vamos, por tanto, a repetirlos, pero justo es que destaquemos el papel que estos oficiales y otros desempeñaron en aquellas horas cruciales.
Sabemos que el gobernador Varela se opuso a la entrega de armas a los trabajadores.
El miedo a armarlos pudo más que la manifiesta inferioridad de fuerzas que, sobre todo, al
contar con la artillería y la negativa del comandante Esteve de la Base de Tablada a
bombardear a los rebeldes, facilitó a éstos en pocas horas controlar el centro de la ciudad y
aislarlo de los barrios obreros. Sin embargo, pese a la negativa del gobernador, los capitanes Justo Pérez y José Álvarez distribuyeron armas en el cuartel de la Alameda, con el auxilio del alférez Manuel López. Todo hace apuntar que la orden de facilitar armas, que se hizo bajo recibo, la dio el comandante Loureiro antes de marchar a bordo de un vehículo blindado al

Gobierno Civil y al que siguió poco después su ayudante, el teniente Luis Ballinas. Mientras
los disparos sonaban en el centro de la ciudad, los capitanes ordenaron abrir las puertas y un numerosísimo grupo de trabajadores irrumpió en el patio de la comandancia. Había
trabajadores de todas las clases, hombres mayores, jóvenes, algunos casi chiquillos. Incluso de pueblos próximos había gente que se había desplazado a Sevilla con las primeras noticias del golpe. Algunos de los que recibían las armas eran enviados junto a los guardias a la azotea del Cuartel, otros a las barricadas que se formaban en los alrededores, otros más abandonaban la zona marchando a sus barrios. Pronto las armas disponibles se acabaron y los capitanes ordenaron a diferentes guardias que entregaran sus pistolas a los paisanos. A la entrega de armas se opusieron desde el principio varios tenientes que, reunidos en la barbería, comunicaron al capitán Justo Pérez su oposición, haciéndoles saber éste que las armas se entregaban bajo recibo y que acataran las órdenes.

La actitud de parte de la oficialidad fue muy dubitativa, cuando no claramente opuesta
a oponerse a la sublevación. Podemos decir que sólo la clara posición de los capitanes Justo Pérez y José Álvarez, con el apoyo del alférez Manuel López, mantuvo la situación. Por eso,si cabe, hay que destacar el papel de estos hombres que no solo se enfrentaron a los golpistas sino también a la desidia u oposición de varios de sus compañeros.
El teniente Julián Hernández Guzmán, vestido con un mono, se fue por su cuenta a la
División, de acuerdo con el teniente Maroto. Lo reconocieron tres guardias en la calle Santa
Clara y lo llevaron a refugiarse a la casa de socorro de Martínez Montañés. Se negó a que se hiciera fuego a los que paqueaban desde las azoteas de la calle y se negó también a subir al tanque que se aproximó y al que subieron algunos guardias, pese a que le llamaron
insistentemente. Más tarde se marcharía a casa de su novia. El teniente Maroto no preparó su escuadrón para salir, como le indicó el capitán Justo Pérez y manifestó de forma continuada su oposición a la entrega de armas que se había realizado. El teniente Ponce intentó cerrar la puerta de la comandancia cuando entraban los paisanos, pese a las órdenes de los capitanes.
Permaneció allí hasta la rendición sin hacer nada. El teniente Soler no salió con dos pelotones que estaban formados para ir al Gobierno Civil, desobedeciendo al capitán Justo Pérez. A la segunda orden salió con el capitán y 25 hombres. En el 29 de Martínez Montañés se refugió junto con dos guardias. Luego los recogió un blindado donde también subieron los guardias que estaban en la casa de socorro y donde escuchó que llamaban al teniente Hernández Guzmán. Varios de los guardias que se quedaron se pusieron las batas blancas de los médicos y practicantes de la casa de socorro para pasar desapercibidos, hasta que se marcharon a sus casas. Todo eso ocurría entre las ocho y diez de la noche. Otro oficial, como el teniente Enrique Sánchez Gómez, se puso oportunamente enfermo el día 17, presentándose posteriormente a Queipo y quedando prestando servicio en la comandancia.

La situación en el Gobierno Civil y en la plaza Nueva se hacía insostenible, sobre todo
desde la llegada de la Artillería y la muerte del teniente Ignacio Alonso en la defensa de la
Telefónica. Nueve guardias murieron allí. Tan solo uno de ellos, Antonio Díaz Andrade,
natural de La Puebla de Cazalla, ha sido identificado hasta la fecha. Hubo un intento por parte del capitán Justo Pérez de salir para reforzar la situación. Con un grupo de hombres salió hacia el Gobierno Civil, pero al llegar a San Lorenzo, fueron barridos por fuego de
ametralladora, muriendo el guardia Antonio Hernández y resultando heridos los guardias
La depu
Godofredo Elías e Isabelo Mármol (cuyos paraderos posteriores aún desconocemos).
Milagrosamente, el capitán Justo Pérez, que iba en cabeza del grupo, salvó la vida. Aquello
provocó que algunos guardias se refugiaran en la casa de socorro de Martínez Montañés y
otros se escondieran en casas particulares. El capitán, con los hombres restantes, tuvo que
volver a la Alameda. Ya en esos momentos era muy difícil acceder al centro. Otro guardia,
Manuel Torres Pardo, intentaría antes con un pequeño grupo penetrar también en el centro,
siendo herido en la calle Orfila y capturado por los soldados que le dispararon.

Cuando el Gobierno Civil se rindió, el comandante Loureiro obligado por Queipo
llamó al cuartel de la Alameda y ordenó la rendición y la presentación de los oficiales en
el Gobierno. El capitán Justo Pérez comunicó a las fuerzas la orden y dijo que el quisiera
marcharse a su casa lo hiciera. Con el capitán José Álvarez, los tres tenientes que
quedaban y el alférez Manuel López, se dirigieron al Gobierno Civil donde quedaron
detenidos. Todo había acabado y eran las diez de la noche.

Los trabajadores que se encontraban en el patio empezaron a salir precipitadamente del cuartel hacia la calle, algunos abandonando los fusiles y pistolas que habían recibido. Otros trabajadores entregaron sus armas acatando las órdenes que les dieron. El guardia Alejandro Muñoz

Borja gritaba a los trabajadores: ¡Cobardes, así no se defiende a la República! instándoles
a que volvieran y a sus compañeros les diría:
¡Debemos salir a la calle y no tenéis cojones
si no lo hacéis, pues debemos defender la

República y el Gobierno, pues por ello nos pagan!
 
También el guardia Tomás Ciorraga intentó
persuadir a los trabajadores para que no abandonasen el cuartel. Algunos trabajadores
intentaron volver a entrar, pero la enérgica intervención de dos suboficiales hizo que se
cerraran las cancelas y se obligara callar a Alejandro Muñoz. Cuando este guardia abandonó el cuartel y se dirigió por la calle Santa Clara hacia su casa, junto a su compañero Diego Garrido, vio como un grupo de trabajadores, algunos con armas de las recogidas en el cuartel, intentaba asaltar la casa del conocido falangista Federico Muñoz Rubio, dirigiéndose a ellos y haciéndoles desistir de su empeño, como testimoniarían después vecinos de la calle. Por cierto, que Federico Muñoz no estuvo esa tarde en su casa, pues se encontraba en el cuartel de Infantería recogiendo armas de los sublevados. No se olvide, y esto es importante para el rigor histórico, que las primeras armas entregadas a civiles por militares, fueron las que se dieron a requetés y falangistas.
José María García Márquez

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En la calle aún permanecían algunos guardias junto a los trabajadores en las
barricadas de las calles Lumbreras, Ciego y Calatrava, pero, poco a poco, fueron
abandonando sus posiciones, así como las azoteas de las casas próximas a la comandancia.
Es difícil calcular cuantas armas quedaron en manos de los trabajadores, pero nos parece
excesivo hablar de ochenta fusiles y mucho más exagerado de doscientos. Téngase en
cuenta que a muchos civiles se les entregaron pistolas y no fusiles.
Una vez que fueron detenidos, los oficiales fueron conducidos a la prisión militar de la
Plaza de España, concretamente a un local de la azotea del edificio central, aunque algunos, como los capitanes Patiño y Bonichi fueron trasladados al cuartel de los Terceros y el capitán José Álvarez al cuartel de Ingenieros. Uno de los oficiales detenidos, el teniente Antonio Soler,intentó suicidarse cortándose el cuello.

Entonces empezó la represión y la depuración de la Guardia de Asalto. Una auténtica
tormenta de venganza cayó sobre ella.
En un primer momento, y como pudiera parecer con una cierta lógica, se ordenó la
instrucción de procedimientos a los detenidos en averiguación de las “responsabilidades” que hubieran contraído. El hecho de que los golpistas no estuvieran legitimados para instruir procedimientos de ningún tipo, no evitaba, desde luego, que se llevasen a cabo. Los
documentos conservados prueban que se iniciaron esos procedimientos por jueces

instructores nombrados por uno de los fieles perjuros de Queipo, el Auditor de Guerra

Francisco Bohórquez Vecina. Incluso se les llegó a tomar declaración a los detenidos. Pero,
sabido es que el 23 de julio las cosas cambiaron y Queipo decidió dejar de lado los
procedimientos judiciales para llevar a cabo la represión, de forma directa y expeditiva, de
todos aquellos que el mismo decidió.
De esa forma, ese mismo día el comandante Loureiro, el capitán Justo Pérez y el
teniente Pedro Cangas fueron asesinados en las inmediaciones del parque de María Luisa. Y al día siguiente lo era el capitán José Álvarez en el cementerio de Sevilla. Era la manera en que Queipo de Llano entendía la nueva justicia de los rebeldes. El único privilegio que se les concedió fue que un juez militar instara su inscripción en el registro civil. El rastro documental de su asesinato fue solamente ese. También sería inscrito el alférez Manuel López unos días después de su asesinato el 20 de agosto de 1936. Otros, como los capitanes Eloy Bonichi o Manuel Patiño ni siquiera fueron inscritos entonces, llevando a cabo su inscripción sus familias una vez que terminó la guerra. El teniente Ignacio Alonso fue de los pocos que quedaron anotados en el libro de fosa común del cementerio sevillano dos días después de su muerte, aunque jamás fue inscrito en el registro civil. Respecto al teniente Gabriel Badillo sí se continuó su procedimiento hasta ser juzgado en consejo de guerra el 14 de octubre y ejecutado el 3 de noviembre. Precisamente en ese mismo procedimiento, la causa 170/36 fue
incluido inicialmente el capitán Patiño, para más tarde sacarlo del mismo y asesinarlo.
(continuará)