HIBUSCUS |
No entiendo mucho de flores. Me limito a admirarlas y reconocer su belleza y paren de contar.
Una tarde de finales del pasado abril, dando un paseo con mi compañera, nos encontramos con una rama truncada en uno de los setos que pululan en mi pueblo. No sabíamos de que tipo de planta se trataba.
La recogimos con la pretensión de sembrarla, aunque con bastante excepticismo que cogiera.
Hace solo un par de días comprobamos con sorpresa que una hermosa flor como la que muestra la fotografía había surgido y coronaba el extremo del pequeño tallo.
Todo el día estuvimos pendiente de aquel regalo de la naturaleza, y nos dio mucha ilusión que la rama, contra todo pronóstico cogiera y nos obsequiara con tan singular belleza.
Al anochecer de ese mismo día, las hojas de la exuberante flor fueron plegándose ordenadamente como muchas hacen al llegar la noche para luego abrirse al amanacer del nuevo día.
Pero lo que no supimos era que la flor se estaba muriendo y que ya nunca habría otro amanecer para ella. Era la llamada flor de un día.
Se me antoja dejar memoria de su efímera existencia en este blog.
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