Mi primer impulso ante las elecciones que tenemos la semana próxima ha sido escribir algo sobre ellas. Pero, qué escribir que no se haya dicho ya. En el 2011 publiqué un artículo, "Bajo la mirada de Polifemo", advirtiendo del peligro si ganaba por entonces el PP. De encontrarnos bajo su mirada hemos pasado a estar cuatro largos años entre sus afiladas garras. No voy a recordar aquí las sangrantes heridas que han ocasionado esas terribles garras. Están o debieran estarlo en la mente de todos.
En el 2011 tuve cierta esperanza de cambio --de un cambio serio y profundo, no de cosmética barata-- porque estaban sucediendo cosas muy graves en España y la gente parecía despetar. El 15-M nos sorprendió a todos como otra especie de primavera arabe. Valgan las comparaciones, las acampadas de Tahrir y Sol estuvieron a rebosar. La primera consiguió en parte su objetivo, echar al régimen corrupto de Mubarak. Aquí conseguimos que ganara el PP con mayoría absoluta. En la primera el pueblo egipcio fue castigado con una dictadura militar. Aquí nos quitaron libertades y derechos constitucionales por protestar.
Han pasado cuatro larguísimos --interminables diría yo--, años y todavía resuenan en mis oidos las proclamas de los jóvenes y no tan jóvenes que inundaron nuestras plazas y calles. "Lo llaman democracia y no lo es" "No hay pan para tanto chorizo", gritaban... Parecía que la cosa iba en serio, pero no. No iba. En Sol ya se escondía la traición, volvía a apuntalarse la Transición en aquellas interminables asambleas donde poco a poco se apagó su originaria llama revolucionaria. Al día de hoy nada ha cambiado sino para peor. Seguimos en una democracia que lo es menos y los chorizos continúan comiéndose nuestro pan. ¿Qué vamos a votar el 20-D? ¿Con qué clase de argumento y esperanza iremos a las urnas si nada ha cambiado ni va a cambiar?
Los que aseguran que durante este fatídico periodo de gobierno del PP hemos logrado resquebrajar el bipartidismo de la Transición nos engañan miserablemente. En realidad ha ocurrido todo lo contrario, se ha reforzado para un puñado de años más con los nuevos recambios, Ciudadanos y Podemos, forjados en las factorías de la oligarquía franquista. Recambios para no cambiar y mantener las mismas reglas de juego en lo sustancial. En este sentido lo de Pablo Iglesias es un auténtico escándalo de manipulación.
Volviendo a las elecciones del 2011, por entonces me permití aconsejar en este blog que se votara a un determinado partido de izquierda en el que deposité mi confianza durante muchos años. Pero no. Esta vez no lo haré. No someteré mi conciencia ni tampoco mis ideas al juego sucio del voto útil. Lo que tenga que ser será. Si este pueblo prefiere seguir pastando en prados cada vez más resecos y limitados, pues bien. Sus razones tendrá, aunque yo no las comparta.
En esta ocasión, si decido votar, no lo haré por ninguno de los partidos institucionales ni tampoco por sus homologados recambios. Todos ellos siguen apestando a lo mismo. A un suma y sigue de la corrupta Transición del 78.
j.m.boix