Thursday, 29 September 2016

¿ ES ESTO UNA DEMOCRACIA O UNA OCLOCRACIA?.

Políticos de la chusma.


Abrazar y apoyar a organizaciones políticas que se mueven con parámetros mafiosos e inmorales es sin duda un grave sintoma que este pueblo está gravemente enfermo. 
Mientras escribo esto ya me ha llegado la noticia que el PP ha ganado las elecciones  en Galicia por goleada. Se veía venir. 
Los que dicen que los delincuentes y mafiosos ganan elecciones en nuestro país no les falta razón. Acordaros de las victorias electorales de Jesús Gil y Gil que ya en su momento dejó muy a las claras la catadura moral de la chusma que habita Marbella y que hoy está siendo extrapolable a la mayor parte de España. La nayoría absoluta de Feijó, amigo del mafioso Dorado, deja muy a las claras por donde quiere ir el voto de gran parte de este pueblo.


La democracia deja asi paso a la oclocracia [gobierno de la chusma]. La chusma la conforma todos aquellos individuos desprovistos  de cualquier valor etico y moral. Al contrario de lo que muchos piensan, la chusma no está circunscrita a la pobreza.  Abunda y prospera en todos los estadios sociales y económicos. No se es chusma por el hecho de ser pobre, como muchos quieren hacernos creer. Se puede ser pobre y también honrado. 
Los héroes de la chusma son los Rato, los Blesa y tantos otros, incluida la plutocracia mafiosa y delictiva que rige los destinos de este país. Solo de esta manera se comprende que cuantos más casos de corrupción se destapan en el PP, más le sube la intención de voto. Esta alarmante situación nos hace reflexionar que España está gravemente infestada de chusma. Porque solo así se entendería que un partido, nido de delincuentes, sea el más votado y que nos amenace con otra mayoría absoluta en las próximas elecciones generales.

Wednesday, 28 September 2016

ÚLTIMA HORA.

S.J. Alcalde y Martir ( Capítulos 3-4-5)









Capítulo III


...Al fin llegó el esperado día de la asamblea general de la agrupación donde se debía aprobar la lista definitiva de candidatos y el local estaba lleno a rebosar de militantes y curiosos. A pesar del buen rollo con que se inició el acto, la cosa terminó a guantazos y zapatazos entre abominables insultos y demás actitudes execrables. Y es que todos lucharon a brazo partido y hasta el último cartucho por una concejalía con la que poder servir a su pueblo del alma. Aunque la verdad sea dicha, esto último importaba bien poco ya que todos iban a lo que iban, o sea, a por la pasta de concejal con mando en plaza, que dicho sea de paso, el sueldo triplicaba ampliamente el salario mínimo interprofesional del momento.
Sin embargo, a pesar del tumulto y las múltiples agresiones, la asamblea discurrió de lo más pacífica si se comparaba con otras anteriores, ya que es justo señalar que en esta ocasión no hubo heridos de gravedad, ni se blandieron  navajas, ni tijeras, ni otros artilugios punzantes, hecho positivo que supo agradecer el alcalde con un socorrido y apaciguador: "Para todos habrá, hijos míos, para todos habrá", acabando el acontecimiento con un largo mitin que adormiló los encrespados ánimos en favor de la izquierda progresista y del buen rollito.
     Juanote, que en todo momento estuvo ojo avizor por si se escapaba algún tortazo de aquellos, quedó gratamente sorprendido del ambiente mafioso que se respiraba en la agrupación. Ya era oficialmente el candidato número dos del poderoso P.O.T.E. y su mente, habitualmente ruin y desaprensiva, acarició seriamente el hecho de conseguir ser alcalde en ese mismo mandato.
     Finalizada la multitudinaria asamblea, la mayoría de los presentes abandonaron el local en tropel, desbordando una cervecería próxima a la agrupación donde, al calor del alcohol, reanimaron los rescoldos de las fogosas discusiones entre gritos tabernarios sin mayores consecuencias. Tapacubos y su hijo Carajote, al que el alcalde consiguió colocar de número tres en la lista, cogieron a Juanote del brazo para replegarse a un rincón del establecimiento donde bebieron cerveza hasta reventar. Apalancado sobre la barra, el hijo de Colomer, mostró su perversa sonrisa, frotándose las manos como una asquerosa mosca ante la mierda, y dijo con manifiesto entusiamo:
     ––Creo que la política puede ser un buen negocio.
     ––Aún podía serlo más ––respondió el alcalde, sospechando las intenciones del joven.
     ––¿Qué quieres decir con eso? ¿Acaso el P.O.T.E. no gobierna este pueblo desde hace veinte años o más?
     ––Sí, Juanote, pero nunca alcanzamos la mayoría absoluta –– se lamentó Tapacubos, tragando cerveza ––. Siempre tenemos al Cirulo por medio y hay que pactar con él para gobernar. Y eso no es bueno.
     ––¿Quién es ese Cirulo?
    ––¡El que te dio por el culo! ––saltó Carajote con inquina, riéndose de su chiste. El padre le arreó una colleja y seguidamente le explicó a Juanote:
     ––Cirulo es un peligroso y trasnochado comunista que va predicando no se qué coño de revolución. Siempre consigue los votos de la barriada de Pedorojo, donde él tiene su domicilio paterno.
     ––¿Y el otro partido? ¿Cómo se llama?... ––preguntó Juanote, que brillaba pez en estos avatares.
     ––¿El de la derecha? ––se le atragantó a Tapacubos la cerveza    ––¡A esos mejor ni nombrarlos, muchacho!
     ––Pero se podía negociar con ellos en vez de con ese comunista –– contestó Juanote sin entender muy bien la actitud del alcalde –– Al fin y al cabo y según he escuchado por ahí, no son tan diferentes a nosotros.
    ––Nooo, Juanote. No te equivoques. En esta vida hay que guardar las apariencias y repartirse los papeles aunque, al final, todos nos muramos por ser banqueros y vayamos sólo a por la pasta ––se sinceró Tapacubos ––. Pero lo que tienes que tener claro es que ellos son los fachas y nosotros la izquierda progresista y del clavelito rojo y olé, ¿entiendes? Esa es la imagen que se debe dar al pueblo y a toda España. Además, si pactáramos con ellos seríamos más a repartir. El Cirulo, al menos, no nos pide dinero ––se explicó Tapacubos ante la supina ignorancia de su número dos sobre estos entresijos ––. El problema es que los fachas siempre sacan los mismos concejales que nosotros, los muy truhanes. En el pueblo aún queda demasiado falangista y beato suelto ––se lamentó finalmente con pesadumbre.
     ––¿Entonces cuántos concejales tenemos en el Ayuntamiento? ––volvió a preguntar Juanote, cada vez más interesado en estos rollos.
     ––Nueve, Juanote, nueve y son habas contadas. Cuatro sacamos nosotros, cuatro el J.O.S.E. (Juntas Ofensivas de Señoritos Españoles) y luego está el maldito Cirulo con los votos de la barriada marginal de Pedorojo.
Juanote quedó unos instantes pensativo mientras observaba con asco a Carajote, que no paraba de beber cerveza y comer trozos de tortilla con semblante de enajenado. Después, y en plan de aquí estoy yo para lo que haga falta, estiró su larguirucho y flaco cuerpo para manifestar, muy resuelto él:
     ––No te preocupes, alcalde que en esta ocasión yo me encargaré de robarle los votos a ese tal Cirulo en su propio barrio. Total, con prometer algunas migajas a los desgraciados que viven allí.
Al escucharlo, Tapacubos desorbitó sus ojos por encima de la jarra de cerveza que estaba bebiendo, y casi se ahoga cuando  advirtió a Juanote:
     ––¡Ni se te ocurra, compañero! ¡Como entres en ese plan en Pedorojo eres hombre muerto! ¡Ese barrio es más orgulloso y salvaje que una barricada del siglo diecinueve! Lo que tienes que hacer es intentar quitarle votos al J.O.S.E. Al fin y al cabo y como bien dices, son gente más o menos como nosotros que sólo van al bocadillo de jamón.
     Cuando Juanote abandonó la taberna camino al coche, su cabeza no paró en darle vueltas al nuevo negocio porque, enseguida, tuvo claro que la política no era más que eso, un puro negocio. En esto consideró la razón del alcalde cuando dijo que la cuestión no estaba en repartir el poder con los del J.O.S.E. sino en arrebatarles un concejal para así poder prescindir de la tutela del Cirulo y su tabernario barrio de Pedorojo.
Al llegar a su casa, el señor Colomer le preguntó nada más verle sobre los resultados de la Asamblea. Juanote le contestó, lacónico:
     ––Ya soy oficialmente el número dos.
El empresario respiró algo más tranquilo y continuó leyendo el periódico.


Capítulo IV

     Ya en las fechas de la campaña, el señor Colomer cumplió su palabra e inundó Pozopodrido de la Ensenada con tantas vallas publicitarias que cubrieron el sol de la pequeña localidad. Esas dos semanas largas que restaban para las elecciones municipales las empleó Juanote en pasear su desgalichada figura por el pueblo, saludando a unos y a otros, y casi siempre en compañía de Tapacubos. A decir verdad el aspirante se tomó su nueva profesión de político muy en serio a pesar de no estar acostumbrado a las obligaciones y mucho menos a trabajar. Tanto era así que asumió, incluso, el consejo de su mentor y abandonó durante ese periodo su insana sonrisa, cambiándola por otra más amplia y abierta con la que obsequiaba a todo el mundo mostrando su blanca y afilada dentadura. A los rústicos del lugar pronto comenzó a gustarle la rozagante fachada de aquel nuevo barragán del alcalde de andares elásticos y aspecto culto, pero se engañaban miserablemente porque el tipo en cuestión, además de ser un rufián de cuidado, no había terminado ni tan siquiera el bachiller. En esos días se cruzó varias veces con el inexpugnable Cirulo, obsequiándose, ambos, largas y feroces miradas.


Capítulo V

     Cuando llegó el ansiado día de las votaciones, los vecinos de Pozopodrido de La Ensenada se vistieron de domingo y mostraron una tonta alegría por disfrutar del gran día de la democracia –– uno cada cuatro años, claro está, no vaya ser que el personal se malacostumbre ––, acudiendo todos a votar. Como siempre sucedía en tal evento, la pandilla del P.O.T.E. se dedicó en cuerpo y alma a merodear por los colegios electorales, poniendo en práctica los estragos habituales, y que no eran otros que ocultar y eliminar las papeletas del enemigo, perseguir a los ancianos y trastornados –– que en el pueblo no eran pocos ––, para imponerles el voto y otras fullerías por el estilo. En estos menesteres, Juanote asumió su propia táctica y prefirió apalancarse en las tabernas próximas a los colegios electorales, y allí invitar a vino del barato a todo hijo de vecino que jurara con solemnidad votar al P.O.T.E., claro está.
Ante estos fragantes chanchullos, el J.O.S.E. no protestaba porque también se dedicaba a más de lo mismo y sólo el Cirulo junto a sus aguerridos y revolucionarios interventores de mesa montaban el grito en el mausoleo de Lenin cuando se percataban sobre estos y otros deleznables asuntos.
     La noche entraba bastante calurosa cuando cerraron los colegios electorales de Pozopodrido de la Ensenada y comenzaron los recuentos de sus mesas. Los jerifaltes de cada partido se acuartelaron entonces en sus respectivas sedes con los móviles apegados a sus orejas, pendientes de la información que le llegaba de los recuentos. Juanote no tuvo más remedio que reconocerse que todo aquello era de lo más excitante, y más si cabía, cuando el aspirante segundón ya iba a esas horas hasta el culo de coca y cubatas de Bacardí. Pronto los resultados del escrutinio comenzaron a ser desalentadores para el P.O.T.E. porque el Cirulo mantenía intactos los votos del revolucionario bastión de Pedorojo y por tanto su concejalía, y los “joselitos” tampoco iban a la zaga en eso de repetir mandato con el mismo número de concejales. El alcalde Tapacubos explotó de ira:
     ––¡Díta sea! ¡Otra vez como antes!
Juanote, que permanecía junto a él, no pareció inmutarse con la noticia y continuó saboreando con obsesión las intensas caladas de su deforme y sospechoso cigarro rubio. En su perturbadora mirada hubo algo maligno cuando comentó:
     ––No habrá más remedio que acabar con ese Cirulo.
Al alcalde le entró un escalofrío. El rostro acerado y pálido de aquel tipo no le inspiraba precisamente buenas intenciones.
     ––¿No irás, no irás a...?
    ––¿A matarlo? –– soltó Juanote una pérfida risotada –– ¡No, hombre, no!
     ––Es que, hijo, has puesto una cara...
     ––La que tengo, Tapacubos, la que tengo.
    ––¿Entonces, qué has querido decir con eso de acabar con el Cirulo?
     ––Todo a su tiempo ––zanjó sin más, Juanote.
     Esa noche, cuando se acabó el recuento de votos y las cervezas, Juanote se largó de juerga a la ciudad, y una vez allí fue a menear su largo esqueleto a la discoteca Mathausen 5, donde tenía bastantes adeptos e incondicionales, sobre todo entre las féminas. Nada más entrar, el pincha discos le puso el marchoso “Blue daba dee” y Juanote se echó a la pista y bailó con la genialidad que le caracterizaba, tanto era así que los presentes dejaban lo que estaban haciendo para hacerle un corro y admirar y jadear aquellos histriónicos movimientos suyos y sus explosivos moonwalk que, de seguro, serían la envidia del mismísimo M. Jackson. Sí, ciertamente aquel cuerpo elástico y desgarbado bailaba como Dios, y eso derretía a las mujeres que enseguida clamaban por tirárselo en cualquier lugar o rincón del local. Después de varios bailoteos y ante el entusiasmo general, pidió un par de cubatas con Bacardí que bebió para luego abandonar el local acompañándose de dos putones verbeneros de cimbreantes ubres con las que decidió continuar la juerga en el hotelito. Antes de llegar llamó a su camello para que le abasteciera de coca de la buena y una hora más tarde apareció el Papelinas con la mercancía. Juanote le recibió en la habitación, desnudo y con un empalme de aquí te espero, torero.
     ––¡Joder, Juanote, siempre estás igual!
     ––Envidia cochina, Papelinas. Venga, dame la puta mercancía.
     ––Págame antes, que ya me debes dos mil euros, tío ––se resistió el camello.
En eso se acercó una de las fulanas con su redondo culo al viento y atrapó a Juanote de sus partes mientras berreaba:
     ––¡Venga tío que me tienes con el chocho a medias!
     ––¡Joder, joder, qué hembra ––se le agrandaron al Papelinas los ojos y algo más, cosa que aprovechó Juanote para entrarle a negociar porque y como siempre ocurría, no tenía dinero para pagar la mercancía:
     ––Quédate la chorba ––le dijo –– Te la presto un cuarto de hora para que le termines la faena si a cambio me sigues dando crédito.
     ––¡Me cague en!... ––maldijo Papelinas –– ¡Con lo de hoy serán casi tres mil euros, tío! El Rumano nos crucificará a los dos, si no al tiempo ––protestó el julandrón sin quitar ojo al impaciente culo aquel. Juanote rió entonces.
     ––¡Venga ya con las cagaleras, tío! Dile al fulano ese que como se ponga tonto lo voy a empaquetar porque de seguro tiene menos papeles que una liebre de monte.
Al mes siguiente, Tapacubos tomaba posesión de la alcaldía por quinta vez y con el voto positivo del Cirulo, en un Pleno Extraordinario convocado para tal ocasión y al que, como de costumbre, fueron invitadas las fuerzas vivas y gentes de bien de Pozopodrido de la Ensenada. Allí estaba el inefable guardia civil con fajín de mando en plaza, el inevitable cura, con sotana, manteo y birreta, y también algunos vecinos enriquecidos por los pelotazos urbanísticos y demás beneficiarios y come ollas del P.O.T.E. Justo es de comentar que a la mayoría de ellos por no decir a todos, el Pleno de Investidura del nuevo alcalde les traía al pairo pero no así lo que seguía a continuación pues ya estaba preparado, en la parte trasera del consistorio, un más que generoso ágape a base de vinos de Rioja, cerveza, jamón del bellotero, crepés sustanciosos, buen queso curado de cabra entre otros manjares a consumir a costa del dispendio público. Era en ese ansiado momento cuando los asistentes, aletargados como sabandijas durante el cansino acto, cobraban milagrosamente vida al calor de las abundantes viandas, engullendo sin cuartel todo lo que pillaban a su paso entre sordos gruñidos, y limpiando las bandejas depositadas en las mesas en un visto y no visto.
Un poco apartado del voraz tumulto, Juanote observaba la situación desde la distancia, entre riojas, cerveza y alguna que otra socorrida esnifada. Con las pupilas brillantes y dilatadas lo observaba todo con el interés de una siniestro carroñero que otea el terreno antes de actuar. A decir verdad se sentía satisfecho con todo aquello, pensando que a fin de cuentas, lo de ser concejal tampoco era tan malo. Incluso le estaba encontrando cierto gustillo a esa insana vocación de servicio de la que tanto alardean los políticos y que por regla general nunca llega más allá del interés de sus propios y corruptos bolsillos. En uno de los momentos alguien tocó su espalda y al girarse, se encontró cara a cara con el Cirulo, debidamente revestido para tal ocasión con boina nueva y banderita republicana con hoz y martillo al pecho. Enseguida el comunista entabló conversación:
    ––Así que usted es el recomendado del señor Colomer ––comentó, altivo, el pintoresco sujeto.
Juanote le miró un tanto despectivo y a punto estuvo de darle la espalda, sin embargo consideró que sería provechoso sonsacarle alguna información sobre el alcalde y a tal fin obsequió al comunista con una de sus sonrisas favoritas, la de mamón.
    ––Efectivamente, señor Cirulo. Me alegro de saludar al representante de la pureza roja en este pueblo.
Aquello le gustó al comunista, que desplegó aún más su tripón cuartelero cuando respondió:
     ––¡Muy bien, muchacho! ¡En este Ayuntamiento necesitamos, además de rojos de pura cepa, gente que lleve por bandera la honestidad y que no se venda!
     ––Pues eso dígamelo usted a mi –– respondió Juanote con un careto impresionante –– Mis amigos de la ciudad me llaman, a veces, tonto por ser tan honesto. Fíjese que un día me fui de una cafetería sin pagar la consumición y cuando al rato me di cuenta regresé para cubrir mi deuda.
     ––Ah, pues eso está muy bien, hijo, pues para tu honra más vale quedar por tonto que por ladrón. Aunque la gente va diciendo por ahí que es usted un viva la Virgen un tanto disipado.
     ––Hombre, señor Cirulo, si no me divierto un poco ahora que soy aún joven y soltero...
    ––Sí, eso también es verdad, muchacho ––asintió el Cirulo masticando con emoción religiosa un pupurri a base de jamón, queso, chorizo extremeño y algo más ––. La gente a menudo habla mucho y siempre para fastidiar al prójimo –– continuó muy suyo.
     ––La envidia es muy mala, señor Cirulo ––respondió Juanote, pensando que ya le tenía en el bolsillo.
     ––Diga usted que sí, muchacho y más en este pueblo beato. Aquí mucha romería a la Virgen, mucho golpe en el pecho...
Juanote consideró entonces que ya era hora de lanzar espina para sacar sardina y comentó:
     ––En fin, al menos debemos dar gracias de que tengamos un alcalde honrado.
   ––¿Quéee?–– se le atragantaron los canapés al Cirulo ––¿Tapacubos un tío honrado? ¡Calle, hombre! ¡Ese es un chorizo de mucho cuidado!
     ––¡Qué me dice!
     ––¡Le digo, muchacho, le digo!
Hubo un instante de silencio en el que Juanote miró al comunista con cara de sorprendido. Luego bajó la voz y dijo:
     ––Pero esas cosas pienso que hay que demostrarlas.
     ––¿Demostrar qué? ––respuso sin parar de comer.
    ––Que es un chorizo, hombre. Es que es muy fuerte lo que termina de decir. Tacharlo de ladrón...
Ayudándose de un botellín de cerveza, el Cirulo tragó apresuradamente y de un golpe el cuarto kilo de queso que almacenaba en sus mofletes, y luego de eructar con los ojos saltados en lágrimas, exclamó congestionado:
     ––¡Ese roba hasta con los sobacos! ¿Se entera, joven? Yo no lo puedo demostrar con papeles pero seguro que el sinvergüenza de interventor que tenemos sí podría hacerlo.
     ––¿El interventor?
    ––Sí, ese mojigato con cara de no comerse una rosca que está ahora de cháchara con el alcalde y con el secretario general del Ayuntamiento.
Juanote volvió la cabeza para observar donde señalaban los ojos saltones del seguidor de Líster y, efectivamente, allí estaba Tapacubos de parloteo con los dos altos funcionarios del Consistorio.
     ––Así que el interventor... ––murmuró Juanote, muy satisfecho.
    ––¡Claro, hombre! Tenga en cuenta que él lleva las cuentas municipales y los chanchullos con el dinero. Y no le digo nada con los pelotazos del P.G.O.U.
     ––¿El P.G.O.U.? ––se extrañó Juanote con la palabreja aquella     –– ¿Qué es eso?
El comunista rebañó de un golpe los últimos canapés que quedaban en la bandeja y los volvió a almacenar en sus mofletes. Luego, intentó explicarse articulando a duras penas:
   ––Veo que está usted muy verde para ir de número dos, compañero. El P.G.O.U. como sus iniciales indican, se refieren al Plan General de Ordenación Urbana del municipio, y ahí es donde se trafica con la pasta gansa. Ya sabe, las recalificaciones de terrenos, las constructoras, los promotores y toda esa caterva de golfos, ladrones y especuladores que merodean al amparo del lucrativo negocio del ladrillo. Ahí es donde se mueve el dinero de verdad, con los maletines y los sobornos ¿O es que aún no se ha enterado de lo de Marabella? Por eso la gestión del urbanismo siempre se la ha reservado el Tapacubos y algún secuaz de su confianza, como su hijo. Aunque ya poco o nada le queda por trincar.
    ––¿Qué quiere decir con eso? ––preguntó Juanote un tanto alarmado.
     ––Pues que el P.G.O.U. se ha colmatado, que ya no hay sitio donde construir, que se acabó el chollo.
      ––¿Entonces ya no hay pasta gansa, ni sobornos ni maletines...?
      ––Pues afortunadamente no, hijo ––respondió el Cirulo, que no sospechaba el malévolo interés de su contertulio en este asunto ––. Al menos que Tapacubos se atreva a recalificar las zonas verdes protegidas del pueblo, aunque eso es ilegal y no se lo permitirían, digo yo. Aunque tal y como está la corrupción en este país...
 
continuará


Tuesday, 27 September 2016

Como seguimos sin gobierno, pues allá va una novelita por entregas para hacer tiempo..


SAN JUANTOTE, ALCALDE Y MÁRTIR (Novela de 42 capítulos y 214 páginas )


Obra publicada en autoedición al principio de la crisis del 2008.



Capítulo I
 
     Pozopodrido de la Ensenada era, a la sazón de esta historia, una pequeña localidad bendecida por un bello entrante de mar que aliviaba en algo las duras inclemencias del estío; un pueblo tranquilo y plácido sin más incidencias a señalar que la de un paro galopante a duras penas suavizado por los miserables subsidios y las ayudas sociales de índole municipal. En el pasado, su gente vivió siempre del olivar, y en su zona antigua aún daba fe de éstas raíces los restos de una gran almazara, hoy muerta y embalsamada por la civilización en un cursilón museo de bruñidas reliquias. Y es que esa sospechosa modernidad con la que muchos políticos nos venden la moto de que todos vamos a ser prósperos y ricos, alcanzó también a Pozopodrido, que de esta guisa dejó de ser un municipio olivarero para pasar al estatus de un pueblo de “ninis”, o lo que es lo mismo, ni agrícola, ni industrial, ni de servicios ni, por supuesto, de ricos, claro está. Hoy debate sus días en un limbo económico producto del pelotazo inmobiliario y de la fatal crisis, de cuya trágica combinación podemos contemplar nefastos resultados como los cientos de inmuebles vacíos y otros por terminar, abandonados a su suerte entre sombríos y civilizados paisajes de cemento.
 Al otro lado de la playa, salvando el casco histórico, se alzaban sobre un altozano, que en su tiempo fuera olivar, lujosas urbanizaciones con espléndidos y ajardinados chalés y viviendas unifamiliares donde residía una pudiente población dormitorio procedente de la capital, que se encontraba a poco más de cien kilómetros. En uno de ellos, el respetado industrial, señor Colomer, comentó a su mujer mientras cenaban en su espléndida terraza: 
     ––La verdad, Elvira, es que no sé lo que hacer con  este chico tuyo. Me está hundiendo la fábrica.
La mujer ignoró la queja del marido y continuó con la atención fija en un programa basura de la televisión. El hombre, entonces, protestó indignado:
     ––¿Me escuchas o qué? Te estoy hablando.
     ––Sí, te escucho, Silverio, pero no sé de que va tu historia de esta noche. Juanote no es un empleado tuyo si no tu hijo y siempre vas de quejas con el pobrecico mío.
     ––¿Pobrecito dices...? –– reaccionó el empresario, aparcando en el camino el trozo de róbalo que viajaba hacia su boca –– ¡Teniendo a Juanote en la fábrica no necesito crisis económicas porque con él las tengo todos los días del año! ¡No he visto chico tan irresponsable y torpe que encima le guste tanto el dinero fácil!
     ––Pero bueno, ¿qué ha hecho esta vez? –– respondió doña Elvira sin percatarse del cariz de marejada de fondo que tomaba la disc usión.
     ––¿Qué ha hecho esta vez dices? ¡Pues nada! ¡Ese es el problema que no hace nada de nada, que no pega golpe! ¡Sólo gastar y gastar! ––gritó el señor Colomer con el rostro de un cangrejo congestionado.
     ––Cálmate, Silverio, que te va a dar algo. Compréndelo, aún es muy joven. Sólo tiene treinta y tres años..., o treinta y cinco..., ahora no recuerdo bien –– continuó la buena señora atendiendo la televisión como si nada. El hombre soltó los cubiertos con violencia al tiempo que su estado sanguíneo subió de nivel. En esta ocasión bramó:
     ––¿Joven dices? ¡A su edad ya estaba yo reventado de trabajar! ¡Pero el problema no es tanto que trabaje o deje de hacerlo si no los vicios que se gasta el buen señor! ¿O acaso ignoras que se pone hasta el culo de coca y de otras porquerías todos los días? ¿O que se apropia del dinero con el que hay que pagar a los proveedores para gastarlo en indecentes y disolutas juergas con gentuza y prostitutas de la ciudad?
     ––Desde luego cuando te pones vulgar es que no te soporto, Silverio ––repuso doña Elvira, mirándole muy señora ella ––¿Acaso el chico no puede divertirse ahora, que tiene edad de hacerlo? ¿Qué tiene que hacer el pobre mío lo que tú, todo el santo día en la sucia fábrica? ¡Qué horror!
      ––¿En la sucia fábrica dices? –– aquello le tocó las gónadas al señor Colomer ––¡Esa sucia fábrica, como tú la llamas, te da para vivir como vives, gordinflona de mierda! –– explotó el empresario, llevándose por delante la mesa, la silla y un gato bicolor que escuchaba atentamente la discusión. Realmente estaba muy furioso cuando se revolvió contra su esposa con la mirada hecha una fogata. ––¡Ah, pero esto se acabó! ¡Ese monstruo no volverá más a mi fábrica! ¡Que se busque la vida como pueda! ––gritó, agitando sus puños y con el rostro desencajado.
     A doña Elvira le subió un repentino sofoco, y sólo supo protestar de la actitud del marido:
     ––¡No puedes hacer eso con tu hijo! ––gritó con la tilde de una gallinácea.
     ––¿Cómo que no puedo? ¡Para empezar el hijo es tuyo, señora mía, y ya sabemos de qué padre! ¡Y como te pongas por medio te devuelvo a tu pueblo, a la porqueriza de la que nunca debiste salir, doña Elvirita de los cojones! ¡Habráse visto los dones que se gasta la buena señora!
     En esta ocasión la mujer agachó el morro porque nunca había visto al marido tan furibundo. La amenaza de devolverla a la pocilga de sus padres actuó como un fulminante purgante para sus aires de gran señora. Por eso, cuando en esta ocasión se dirigió a su hombre lo hizo con voz distinta, esforzándose por arroparse de una humildad de la que ya apenas guardaba recuerdo pues sólo la utilizó cuando fueron novios y se propuso cazar con malas artes al infeliz empresario.
     ––Bueno, mi amor, si lo tienes decidido ––sucumbió entre melosa y resignada ––¿Y a qué puede dedicarse el pobre mío? ¿Has pensado en buscarle algo?
     ––Pues no sé –– dudó el señor Colomer, intentando tranquilizarse –– Es difícil que sirva para algo, aunque el perfil de charlatán y mentiroso que tiene... Desde luego se ajustaría como anillo al dedo al de político. Sí, creo que podría ser un excelente político ––sentenció Colomer.
     Al día siguiente, el empresario se puso manos a la obra en buscarle a Juanote una oportunidad en eso de ser político. Para ello visitó al alcalde de Pozopodrido que era del partido del P.O.T.E. (Partido de Obreros Terminales de España) de la llamada izquierda putrefacta, y le habló del interés suyo por colocar a Juanote de concejal para las siguientes elecciones municipales:
     ––Si me lo metes en un puesto de salida te lo sabré agradecer –– le dijo.
     El alcalde, que era un paleto cincuentón y más listo que el hambre sonrió y luego intentó zafarse de cualquier compromiso:
     ––Hombre, señor Colomer, si me lo hubiera dicho con más tiempo. Las listas están prácticamente cerradas, aunque le puedo buscar un hueco en los suplentes.
     ––¡Nada de huecos ni suplentes! ¡Puesto de salida, alcalde! ¡Quiero para el muchacho un puesto de salida! –– machacó el señor Colomer que en esto de los negocios era implacable –– Nada de rellenos ¿entendido? No olvides que una parte de la campaña la financio yo. ¿Queda claro?
     Tapacubos, que así se apellidaba el sagaz primer edil, meneó la cabeza con cierto apuro:
     ––Es que su hijo... ––tartamudeó un poco –– Bueno, ya sabe. No tiene buen cartel en el pueblo –– en esos momentos el alcalde pensó que todo el mundo consideraba a Juanote un facha de mucho cuidado.
     ––¡Infundios, Tapacubos, sólo son infundios! Tampoco lo tienes tú y sin embargo llevas más de veinte años engañando a la gente con tu verborrea de tres al cuarto. Una buena campaña hace milagros. Quiero a Juanote en el puesto número dos, ¿queda claro?
     ––Eso no va a poder ser, señor Colomer –– negó el alcalducho bajando la cabeza ––. De número dos va mi hijo, Carajote. Verá usted, es que el pobre está parado y no tiene oficio ni beneficio...
     ––¿Pero qué clase de ética política es la suya? Enchufar a su hijo es nepotismo puro y duro. Que se olvide el carajote de tu hijo que ya le contrataré yo en mi fábrica si lo que quiere es trabajar. Voy a infestar el pueblo de vallas con un nuevo lema que diga: “Tapacubos y Juanote, la revolución del P.O.T.E.” ¡Vais a arrasar con mayoría absoluta, ya verás!
     ––Si usted lo dice. Los votos aquí están siempre muy ajustados, señor Colomer. ––respondió el alcalde nada convencido.
     ––¡Pues claro que lo digo y lo firmo! Pero ya sabes, a Juanote lo quiero de segundo. ¿O prefieres que te haga una contracampaña con tus trapos sucios, que no son pocos?
     Tapacubos se puso pálido. Conocía a Colomer y sabía que el empresario era capaz de hacer lo que decía. Por eso su discurso cambió en ciento ochenta grados:
     ––Lo que haga falta, señor Colomer. Por supuesto que Juanote irá el segundo ––respondió, reverenciando con la cabeza ––. Será para mi un honor llevar a mi lado al hijo del gran benefactor de este pueblo y bla, bla, bla.
     ––¡Bueno, déjese de palabrería, Tapacubos, que no estamos en un mitin y tengo prisa. Mañana te mando a Juanote y lo dejas todo solucionado con él, ¿entendido?
     El señor Colomer abandonó la alcaldía muy satisfecho. Sabía que Tapacubos cumpliría con lo pactado y más le valía porque estaba dispuesto a todo con tal de quitarse a Juanote de encima. Tenía muy claro que la fábrica no aguantaría por mucho más tiempo sus saqueos y desfalcos.
Cuando el chofer le abrió la puerta trasera del Mercedes, el empresario se introdujo y buscó el móvil para hablar con Juanote. En esos momentos éste se hallaba en la ciudad con una pendona de mucho cuidado que le estaba sacando los tuétanos. El empresario le conminó, entonces, que quería verle en casa a la hora de comer y lo hizo sin  contemplaciones.
     ––¿Está claro, Juanote? Si no estás a las tres en casa considérate despedido de la fabrica.
Luego el imponente vehículo negro abandonó la plaza del Ayuntamiento a toda velocidad y a punto de arrollar a un arguellado chucho que esperaba su vale de comida a las puertas de Bienestar Social.
Colomer se sintió en esos momentos eufórico y potente, como en los mejores tiempos de su vida. Ahora tornaba a recuperar aquella enérgica autoridad suya, adormilada desde que conociera a su esposa Elvira, y estaba decidido a cortar por lo sano, incluso con su propia familia si era necesario, con tal de salvar su fábrica del alma.


Ca pítulo II

     Esa tarde, nada más ver a Juanote, no le dejó siquiera sentarse a la mesa cuando le planteó el asunto a cara de perro y sin rodeos:
     ––He decidido que dejes la fábrica y seas concejal de este pueblo. ¿Te ha quedado claro?
Juanote le miró con sorpresa y luego se volvió a su madre con cara de estúpido, aunque enseguida reaccionó con su habitual y desvergonzada sonrisa.
     ––¿Concejal yo? ¿A qué viene esa estupidez? ––se sentó en la mesa con la cautela de un gato, y miró de nuevo a su madre sin saber de qué iba aquello.
El señor Colomer trinchó un trozo de solomillo, y masticándolo como una cabra se volvió a Juanote y le confirmó su irrevocable decisión:
     ––Pues sí. He hablado con el alcalde y en estas próximas elecciones te va a meter en su lista como número dos, por lo que tienes asegurada una concejalía.
     Juanote continuaba sin entender nada y protestó:    
     ––Pero bueno, ¿a qué viene esto? ¿Yo de concejal en esta mierda de pueblo? ¿Y mi puesto de director comercial en la fábrica...?
     ––Ya no tienes el puesto ––respondió tranquilamente el empresario sin dejar de rumiar la jugosa carne.
     El joven revolvió de nuevo sus ojos a la madre en demanda de ayuda pero ésta bajó los suyos y se atrincheró en el plato que tenía delante. En verdad la funesta amenaza del marido de devolverla a la porqueriza de Cáceres la hizo enseguida olvidarse del hijo. De repente a Juanote se le derrumbó su habitual tren de vida, sus fiestas golfas, sus impúdicas orgías, sus amantes viciosas, su coca diaria... ¿Cómo iba a mantener todo eso siendo concejal de un miserable pueblo? Se puso a lloriquear como el niño que le quitan de pronto la suculenta teta.
     ––Pero, ¿cómo voy a vivir yo siendo un concejal?
     ––Aquí siempre tendrás un techo y un plato de comida. No necesitas más ––repuso con dureza el señor Colomer al tiempo que enderezaba su espinazo, muy satisfecho de ir poniendo las cosas en su sitio ––Las elecciones municipales tendrán lugar dentro de poco más de dos meses. Hasta entonces te quiero ver en capilla, preparándote, porque ahora de ti depende conseguir por tus propios méritos el habitual y asqueroso tren de vida que llevas. ¿Te ha quedado claro?
      ––Pero el sueldo de un concejal en este poblacho no debe dar ni para tabaco. ¿Qué hago yo con esa miseria? ––insistió Juanote con amargura.
     En esta ocasión el empresario dejó de comer para mirar al joven con tristeza, y no porque le diera pena de él sino más bien por lo que le caía encima al pobre pueblo de Pozopodrido. Sin alterar la voz comentó:
     ––Pues no sé lo que cobrarán los concejales de este Ayuntamiento, pero no creo que su sueldo esté por debajo de los mil euros. Muchos de los trabajadores de este país no cobran ni eso y sin embargo viven. ¿Por qué tú no?
     ––¡Porque yo soy el hijo del empresario Colomer! ––alzó Juanote su desagradable y ahuevada voz en un ataque de cochina soberbia.
     ––Bueno, bueno eso de hijo...
     De nuevo el empresario tornaba a sembrar la terrible sospecha que desde hacía tiempo atormentaba de manera obsesiva a Juanote sobre su nebuloso origen. Éste, aunque sabía que su madre se casó embarazada, siempre quiso creer que era hijo legítimo del empresario. Sin embargo y como ya ocurriera en otras ocasiones, las veladas manifestaciones del señor Colomer removían de nuevo el cenagal de incertidumbres sobre quién fue realmente su padre. Como en otras tantas ocasiones, Juanote protestó y pidió explicaciones:
     ––¿Por qué dices “eso de hijo”con tanto desdén? ¿Acaso no soy tu hijo? ¡Ya estoy cansado de tanta mierda de insinuaciones! ¡Creo que soy suficientemente mayorcito para que me contéis la verdad de una vez por todas!
     Sin embargo tan delicado tema se había convertido en una especie de tabú inexpugnable donde las respuestas siempre brillaban por su ausencia, y cuando se suscitaba, Colomer mandaba a callar a Juanote poniendo fin a la discusión. Era entonces cuando éste se revolvía contra su madre exigiéndole algún tipo de explicación porque ella, mejor que nadie, debía conocer la verdad de tan desagradable asunto, pero doña Elvira sabía zafarse y siempre de la peor de las maneras.
     Ciertamente, hablar de los orígenes de Juanote producía una enorme crispación en la familia, como si en realidad se tratara de una mancha abominable que tanto doña Elvira como el señor Colomer quisieran olvidar. Pero a Juanote, esta situación le creaba una violencia que a veces le era difícil de controlar. En esos instantes saltaría sobre ambos para sacarles la verdad a puñetazos, aunque también, en esta ocasión, se limitó a retirarse a su habitación dando un solemne portazo.
     La tarde la pasó sin salir de su cuarto, chateando con cuantas zorras y gentes de mal vivir le salieron por Internet y una vez cayó la noche, escapó al club de la urbanización para hincharse con desespero de cubatas de ron con Bacardí. Luego, rozando la madrugada, regresó a su casa, más pálido y tieso si cabía, y se echó a la cama aunque en esta ocasión apenas pudo conciliar sueño alguno. La decisión que había tomado su padre o lo que fuera éste, suponía una sentencia de muerte para la desenfrenada vida que había llevado hasta ese momento. Juanote se preguntaba ahora ¿qué iba a hacer él de político si no sabía ni papa de política? Tampoco tenía ningún interés en aprender sobre tal aburrido asunto si es que la política se aprendía en algún sitio o academia. Delirando a causa de la borrachera, se revolvió, una y otra vez, en la cama y odió al señor Colomer hasta el punto de imaginárselo muerto de las mil y una formas posibles y más dolorosas... Lo vio degollado, envenenado con matarratas, empalado, mutilado trozo a trozo con una muerte lenta y terrible. Se recreó así mismo armado de un tremendo cuchillo cebollero, descuartizándole de manera lenta y minuciosa, comenzando por los dedos de los pies, luego de las manos, después la nariz, las orejas, los glóbulos oculares y todo ambientado con los alaridos de dolor de la desgraciada víctima que a Juanote, claro está, le sonaban a cantos celestiales.
     Arrullado por estas imagines y otras aún más abominables, logró al fin entornar plácidamente sus párpados hasta caer en un profundo sueño.
     Al día siguiente se despertó, pasado el medio día, y por la tarde acudió de mala gana a la agrupación del partido del P.O.T.E. Allí encontró al alcalde peleándose con sus secuaces precisamente por la lista de la candidatura donde todos querían estar entre los cinco primeros puestos. A tal fin se descalificaban los unos a los otros, insultándose de la peor de las maneras:
     ––¡Tú quieres enchufarte de concejal para no trabajar! ––gritaba uno.
     ––¿Enchufarme yo? ¡Tú si que eres un fascista infiltrado! ––vociferaba el otro señalándole con el dedo.
     ––¿Fascista yo? ¡Tú padre sí que lo era y lo sabe todo el pueblo!
     ––¡A qué te doy!
     ––¿A quién le vas a dar tú, cacho mierda?
Ante estas edificantes discusiones y otras por el estilo, intervino Tapacubos para presentar a Juanote Colomer:
     ––Compañeros, os informo que el hijo de nuestro empresario benefactor, señor Colomer, irá de segundo en la lista ––dicho esto, todos miraron de reojo al advenedizo.
     ––Pero, ¿no iba tu hijo Carajote de segundo? ––preguntaron, sorprendidos.
     ––No, pues ya no va. Mi hijo se ha sacrificado por la causa y en su lugar irá Juanote Colomer aquí presente.
Todos volvieron a mirar con estupor al señorito aquel, pensando que Tapacubos debía tener muy buenas razones para meter en la lista a un degenerado. Sin cortarse un pimiento, Juanote les obsequió una larga y chulesca sonrisa, y el alcalde continuó:
     ––Como veréis, la renuncia de mi hijo a tan preciado puesto en la lista os debe de servir como ejemplo a la hora de que esta agrupación asuma lo que más le conviene al partido y a nuestro querido pueblo de Pozopodrido de la Ensenada, bla, bla y bla.
La intervención del alcalde apaciguó los ánimos de tal manera que, enseguida, Juanote, aprendió lo manejable que podía ser la gente. Unas cuantas y fútiles mentiras envueltas en papel de celofán bastaban para hacerla cambiar de criterio al instante. Cuando Tapacubos terminó su perorata, todos le aplaudieron, poniéndose a sus órdenes. Éste sonrió, campechano, y luego cogió a Juanote por el brazo y se lo llevó al despacho. Allí cerró la puerta con sigilo y, después de hacerle sentar, le hizo estas confidencias:
     ––No creas que los aplausos de estos energúmenos indican que todos están contentos con mis decisiones, porque muchos de ellos continuarán conspirando y no dudarán de apuñalarme mortalmente el hígado al menor descuido. Aunque lo cierto es que ahora estarán todos muy pendientes de ti y de cómo te manejes hasta el día que se vote definitivamente la lista.
     Juanote le miró con suspicacia porque creyó que su nominación estaba ya resuelta. De todas maneras como no tenía interés alguno en el asunto, así se lo hizo ver a Tapacubos:
     ––Que si no puede ser a mi me da igual, alcalde. Esta estúpida idea de que vaya de concejal, como ya sabrás, no es mía.
     ––Que sí, hombre ––se precipitó el alcalde en quitarle aquellas dudas ––, que prácticamente ya eres el número dos de la lista, pero hay que cubrir las apariencias y ratificarlo en la próxima asamblea general de la agrupación, y ya sabes lo que pasa con el carácter voluble de las personas. Si durante este intervalo de tiempo no te comportas pues luego vienen y murmuran, hablan... Ya sabes, que si el número dos es un baranda, un niñato enchufado y con dinero, que si no es de izquierdas y todas esas zarandajas.
     ––Oiga, ¿qué insinúa con eso de baranda? ––se mosqueó Juanote, removiéndose en la silla.
     ––Que noooo, que todo es un decir muchacho ––le cogió Tapacubos paternalmente por los hombros ––. Ya sé que lo que cuentan de ti es mentira cochina, que sólo son infundios nacidos de la envidia. ¡Sabré yo a quien escojo de número dos! ––le tranquilizó el alcalde con unas palmaditas en la espalda.
     ––Entonces... ¿qué tengo que hacer yo hasta el día de la dichosa asamblea esa? –-volvió a incidir Juanote que deseaba tener el asunto claro.
     ––Pues tienes que ir dándote a conocer, visitar las asociaciones de vecinos, las hermandades religiosas, a los viejos para que te conozcan... Les invitas a unos vinos y te juegas algún dominó con ellos y ya los tienes en el bolsillo.
     ––¿Así de sencillo?
     ––¡Hombre, Juanote! Aunque aún eres relativamente joven, a ti se te ve hombre de mundo y sabes que todo tiene su arte en la vida. Te tienes que trabajar la cosa sin que se note mucho tu interés por el voto. A la gente le hablas de lo bonito que tenemos el pueblo, de los buenos proyectos que llevamos en el programa y todo eso.
     ––¿Y qué proyectos son esos?
     ––Eso es ahora lo de menos, Juanote. Te inventas lo que quieras. Lo importante es que no les hables de problemas. La gente no quiere problemas. Les puedes decir que vamos a subir las pensiones, por ejemplo. Eso pone muy contentos a los viejos.
     ––Pero, ¿el Ayuntamiento puede subir las pensiones? ––preguntó Juanote que no lo tenía claro.
     ––Nooo, pero eso da igual, muchacho ––rió el veterano Tapacubos ––. Ellos se creerán todo lo que tú les digas, según como lo digas.
     Juanote abandonó la agrupación del P.O.T.E. con una sensación extraña por no decir contradictoria. Por un lado no estaba en su interés meterse a político, aunque por otro, no le disgustaba demasiado porque tal oficio parecía ajustarse a su carácter mentiroso y haragán. Sin saber cómo, algo le sugirió en su interior que si se lo proponía podía, incluso, llegar a ser alcalde de Pozopodrido antes de lo que él mismo se esperaba...

continuará 
(Publicados 17 capítulos en el blog)

Monday, 26 September 2016

LA DESVERGÜENZA DE OCCIDENTE ES TOTAL


El ministro francés de Exteriores, Jean-Marc Ayrault, pide a Rusia y a Irán que retiren su apoyo al Gobierno sirio y a la lucha de este contra el terrorismo.
"Hago un llamamiento a sus apoyos, Rusia e Irán, para que rectifiquen y muestren su responsabilidad poniendo fin a esta estrategia que no conduce a ninguna parte", señaló el domingo Ayrault antes de acudir a una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU), sobre Siria, convocada por el Reino Unido, Francia y EE.UU.
El diplomático galo, que volvió a culpar al Gobierno sirio de Bashar al-Asad de la crítica situación humanitaria que vive la ciudad de Alepo (norte de Siria), advirtió de que si Rusia e Irán no dejan de apoyar a Damasco "serán cómplices de los crímenes de guerra cometidos en Alepo".

SI MAÑANA LOS FRANCESES SUFREN OTRO ATENTADO SANGRIENTO  TENDRÍAN QUE JUZGAR Y CONDENAR A SU GOBIERNO POR APOYAR EL TERRORISMO ISLÁMICO. (Blog)

Friday, 23 September 2016

Thursday, 22 September 2016

EL TRABAJADOR SIEMPRE TIENE LA CULPA.


Los medios de comunicación se ceban con maquinista de tren por cumplir su jornada laboral.

El pasado 14 de Septiembre, se publicaba la noticia “Maquinista abandona tren y deja tirados a más de 100 pasajeros para cumplir con su horario”. La mayoría de los medios se hicieron eco de la noticia usando el término “abandona”, en las cuales se dejaba al trabajador en una posición irresponsable por su parte.
En ellas también se daba a entender que el trabajador estaba cumpliendo con su horario, pero ya dejaba en entredicho las causas por las que ese trabajador no pudo más que cumplir con su trabajo estipulado por ley. No hay que olvidar que estos trabajadores tienen que estar al 100% de sus facultades pues de ello depende la seguridad de los viajeros, cosa que se olvida en muchas ocasiones.
Renfe ha abierto una investigación interna o “parte de incidencias” y ha citado al maquinista para que aporte todos los datos del suceso. Con esta actuación publicitada a los medios, Renfe se desmarca, de las declaraciones que ha realizado Carlos Segura, secretario de Organización del Sindicato de Maquinistas y Ayudantes Ferroviarios (Semaf). Según el sindicato, el maquinista iba a cumplir su jornada de conducción y avisó de esta circunstancia al centro de gestión para su relevo, como ha constatado fuentes del comité de empresa de Renfe; “Ya había preavisado varias veces” que estaba a punto de cumplir su jornada máxima diaria de conducción.
http://i0.wp.com/noticiaslogisticaytransporte.com/wp-content/uploads/2014/09/maquinista.jpeg?resize=637%2C417
Criminalizar a un trabajador por cumplir con su horario de trabajo es una práctica en cubierto para desacreditar ante la opinión pública el exigir los pocos derechos laborales que les quedan a los empleados, algo tan básico como el horario de la jornada. También se pretende desacreditar lo poco que pueda quedar de empresa pública, como ya se ha hecho en otros sectores, con la falsa expectativa de que el sector privado gestiona mejor los recursos.
Lo que demuestran hechos como éste es una falta de organización en el seno de RENFE, y no una falta de profesionalidad del propio maquinista. Responsabilidad que habría que atribuir a la empresa por no tener a punto las debidas sustituciones del personal maquinista. La existencia de múltiples subcontratas y empresas privadas que intervienen en el transporte ferroviario, como en otros transportes públicos, provoca esa desorganización que puede llegar al caos. Nertus, Actren, Sermanfer o CAF son algunas de las empresas privadas implicadas sólo en el mantenimiento y fabricación de trenes.
http://i0.wp.com/i62.tinypic.com/ndpslt.jpg?w=715
Esta desorganización dificulta la prevención de accidentes como el del tren Alvia de Santiago con 81 muertos y 114 heridos. En este último caso los medios y autoridades enseguida señalaron al maquinista como principal responsable, pero apenas se ha mencionado que no estaba activado el sistema europeo de seguridad ERTMS, que realiza un control continuo de la velocidad.

AGUIRRE NO QUIERE QUE LE QUITEN LA CALLE A MILLÁN ASTRAY

FRANCO Y MILLÁN ASTRAY.


A Millán Astray y al otro te los pones en tu casa, guapita. Les montas un "altarito" con las velas que consideres oportunas y luego les rezas con tus amigas un rosario. Te quedará todo muy propio. Ya verás.

DE CRIMINALES Y HÉROES.


¿Qué importa que los trasvases y embalses de Franco se construyeran con sangre de esclavos? Estos de la fotografía  reivindican a su héroe y aún pretenden llamarse personas.

Thursday, 15 September 2016

FERNÁNDEZ VARA.Y EL SOCIALISMO PARA RICOS.

 

 "No me traigas pobres ni desarrapados que no quiero saber nada de ellos".


Con esta frase suya, el señor Fernández Vara se retrata. Este barón "hijosdalgo" no quiere saber nada de ese más de un tercio de la población española que sobrevive en la pobreza. El señor Fernández Vara es un ¿socialista? de profesión no de corazón. Ahora no quiere que Sánchez intente formar un gobierno donde no entre el PP y prefiere que se abstenga para que gobierne el capo popular. 

A igual que sus amigos Susana, Felipe, Rubalcaba, Madina y otras poltronas del PSOE, prefiere que a España la gobierne una organización criminal ---a la que no entiendo como aún no se le ha aplicado la ley de partidos---, con tal de que los ricachos del IBEX, a los que sirven junto a Rajoy,  esten contentos. Prefieren a un individuo que continúe generando corrupción, pobres y desarrapados antes de intentar salvar a este país con una alternativa regeneradora.  

Los militantes socialistas también deberían hacer limpieza en su propia casa y recuperar la honradez e ideales de este histórico partido, echando a patadas a todos estos vendidos e indeseables.
  

Susana Díaz con Luis Pineda, el presidente de AUSBAN, un delincuente con actitudes mafiosas. Esta es la clase de gente con la que gusta codearse los felipistas del PSOE.