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Putin y Petro Phorochenko |
Cuando se prometen cosas, hay que cumplirlas. Los prorrusos del este de Ucrania se sintieron en un principio respaldados en su rebelión contra los nazis de Kiev por las promesas de Putin. El mandatario ruso había sido muy claro al segurar que no permitiría agresión alguna a ucranianos de origen ruso. Y lo ha permitido con creces. Es lógico que la resistencia al nuevo poder en Ucrania se sienta desencantada y reproche al jefe del Kremlin el abandono de un compromiso que debió cumplir. Precisamente, es la certeza de que cuando Rusia amenaza no lo hace en vano, la base de su credibilidad frente a sus agresivos enemigos y también para la gran familia rusa, que se siente protegida.
Dicen los mentideros que Putín ha reculado tras los movimientos de la OTAN y un Pentágono empeñado en acorralar al gigante eslavo, aunque tal acción nos cueste a todos otra devastadora guerra en Europa. Sin embargo, recular ahora no solo supone una inequívoca señal de debilidad sino también aparcar el problema hasta la próxima movida de ficha de Wasington y sus perrillos falderos europeos. Porque lo que Rusia debía tener claro, y creo que lo tiene, es que ella no cabe en el nuevo proyecto de orden político- económico mundial liderado por EEUU. Ni Rusia ni China.
La actuación del nuevo gobierno de Kiev, movilizando al ejército y organizando masacres como la de Odessa y bombardeando población civil sin ningún temor a la reacción del Kremlin, no es más que un pulso que está ganando Obama al convertir en papel mojado las palabras de advertencia de un Putin que debe seguir jugando fuerte si quiere sobrevivir.
Históricamente la URSS siempre fue mucho más prudente que EEUU en las relaciones internacionales. Mientras la primera solo invadió Afganistán ––si por las agresiones medimos las relaciones internacionales––, EEUU ha ido de sobrado a la hora de liderar este peligroso rankin en su afán de dominar el mundo. Si el liberalismo tuvo sus monstruosas guerras, el neoliberalismo occidental liderado por los yankis parece empeñado en buscar un holocausto atómico con aquellos países que no están dispuestos a someterse. Recordemos que a EEUU no le tembló el pulso con Hiroshima y Nagasaki.
Aún no sabemos el por qué de la activación y puesta en alerta de la circunscripción Central del ejército ruso y todas las unidades militares emplazadas en su territorio, incluido la misileria nuclear de medio y largo alcance ordenada por Putín. ¿Acaso Rusia ha estado a punto de sufrir una agresión? Quizás el temor a una intervención de la OTAN con EEUU al frente ha hecho ceder a Putín hasta el punto de abandonar su solemne compromiso con los prorrusos ucranianos. Pero si es así, lo tiene muy mal. Porque cuando Petro Poroshenko aplaste la insurrección de los prorrusos del Este, irá a por Crimea, lo ha dicho, y con él, toda la amenazante parafernalia occidental. Y vuelta a empezar. Una vez que los perros han mordido presa, no la sueltan. Esto debía saberlo Putin a estas alturas.
De esta manera la confrontación se tornará inevitable si el Kremlin pretende defender el nuevo estatuto de la península ucraniana refrendado por la Duma de Moscú si es que no lo revoca, como de manera incomprensible ha hecho con la aprobación del Senado ruso de intervenir con tropas en Ucrania si así lo exige la protección de ciudadanos de origen ruso. Ante esta aparente debilidad del mandatario ruso solo resta pensar en la posibilidad de que haya por medio algún tipo de pacto soterrado que asuma el actual estatu quo de Crimea a cambio de la no intervención rusa en favor de las regiones sublevadas del Este de Ucrania. Sin embargo tal cosa no parece muy creible cuando el chocolatero ya está amenazando con recuperar Crimea.
Putin nunca debió aceptar el golpe de Estado de Kiev promovido por los nazis del Maidán, y menos permitir que civiles prorrusos fueran bombardeados por la aviación de un gobierno de canallas y asesinos. Rusia no debió aceptar de ninguna de las maneras que toda esta operación montada por EEUU, la OTAN y la perruna comparsa internacional instalara en Kiev una cabeza de puente para agredir a Rusia en su propio terreno, que es lo que al final se pretende.
Putin está perdiendo la credibilidad de los que prometió defender, y también el respeto de un envalentonado Phoroshenko que, arropado por Occidente, ha jugado sus cartas cuando y como ha querido. Le ha estado engañando todo el tiempo con falsas promesas de reuniones y treguas que solo han servido para que Kiev reorganice su ejército y lo lance a sangre y fuego como lo estamos viendo contra las levantiscas provincias del Este ante un Putín que para los prorrusos ucranianos ya es tan solo un mentiroso.
j.m.boix