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¿La Constitución Española no habla del derecho de los españoles a una vivienda digna? O solo interesa la Constitución cuando le tocan las gónadas al Rey y a su cohorte de corruptos vasallos.
UNA MUJER DE 89 AÑOS, A PUNTO DE PERDER SU CASA.
Diario Público.- Un juzgado de Barcelona considera “ocupante sin derecho de permanencia” a la copropietaria de un piso subastado sin su permiso
La cara, no. Las manos son el verdadero espejo del alma. Las manos de Felicidad Esteban Pascual, que está a punto de cumplir 89 años y de perder su casa, son las de una mujer trabajadora que no ha tenido una vida regalada. Todavía hoy lava a mano toda la ropa, como antes hizo con la de sus suegros y la de su marido. Sus dedos parecen las raíces de un olivo que se aferran a la tierra como ella trata de aferrarse a su casa.
La casa. Este pisito de Sant Andreu con las paredes blancas y las mismas baldosas hexagonales de cuando se construyó, en 1944. Ventanas y postigos de madera. Una cocina idéntica a la de nuestras abuelas, si nuestras abuelas nunca hubieran hecho reformas en la cocina. Un sofá de material sintético, muebles de fórmica y una radio Inter Grunding de los días de las radionovelas. Con cojines en las sillas. Y sin lavadora.
Aunque sólo le correspondiera una sexta parte, nunca nadie dudó de que aquella era la casa de Feli.
Es la vecina más veterana de la escalera, donde sólo queda un matrimonio que la conoció de joven. Felicidad, Feli, paga cien euros de comunidad cada trimestre. La fachada del inmueble se restauró recientemente y hubo que hacer una derrama de 6.000 euros por piso. Como ella no podía desembolsar la cantidad de golpe, la junta de vecinos adelantó el dinero, que ella devuelve a plazos.
Dos cosas explican por qué puede perder la casa en la que ha vivido 60 años, desde que se casó. Las dos son legales, pero...
Feli nació en un pueblo de Teruel con un nombre precioso, Ojos Negros. Cuando era una jovencita se fue a Barcelona para trabajar como sirvienta primero y en una fábrica después. Conoció a su marido, Joaquín, en las fiestas de Gràcia. Se casaron en 1959 y se fueron a vivir con los padres de él. Joaquín y sus cinco hermanos heredaron el piso cuando los padres murieron. Luego todos los hermanos fueron muriendo y la parte del piso que les correspondía pasó a sus esposas e hijas.
La pesadilla comenzó cuando una de las sobrinas vendió a un inversor las tres sextas partes que había heredado de la vivienda
Era casi un trámite. Aunque sólo le correspondiera una sexta parte, nunca nadie dudó de que aquella era la casa de Feli, que enviudó hace doce años. ¿Qué sexta parte era la suya? ¿El balcón? ¿El vestíbulo? ¿Acaso la habitación con la mesa camilla y las fotos de la familia? “No sé explicar qué me ha pasado, pero sí sé que de aquí no me iré jamás”, dice esta mujer bajita, de aspecto frágil, que cojea y camina encorvada por problemas de huesos que se ceban en su columna vertebral y en su cadera.
La pesadilla comenzó hace años, cuando una de las sobrinas vendió a un inversor las tres sextas partes que había heredado de la vivienda. El nuevo copropietario instó una disolución o extinción de condominio para que el inmueble se pudiera subastar, a pesar de que no tenía la anuencia de Feli. El corazón tiene razones que la razón no entiende. Con la justicia a veces pasa lo mismo.
Feli, viuda y sin hijos, con una pensión de 620 euros, fue a juicio y perdió. Recurrió con argumentos manifiestamente mejorables y volvió a perder. El que era su letrado le anunció por carta hace un año que, puesto que no tenía recursos económicos para mantener la defensa, renunciaba al caso y le aconsejaba que se buscara un abogado de oficio.
Marià, un sobrino que se porta con ella como el hijo que nunca tuvo, se acaba de enterar de todo esto. “Ella no nos decía nada para que no nos preocupáramos y porque le parecía increíble que pudiera perder su hogar”. Ahora él y todas las personas que la conocen y la quieren, como Cristian, su vecino de rellano y presidente de la comunidad, se echan las manos a la cabeza y anuncian que acudirán al departamento jurídico del Ayuntamiento, a los servicios sociales y que llamarán a todas las puertas que puedan porque una decisión ajustada a Derecho no siempre es una decisión justa.
Aquí han pasado dos cosas.
Una es esta: el juzgado de primera instancia 27 de Barcelona consideró que “la finca urbana 4.058, inscrita en el Registro de la Propiedad nº. 25, tomo 3.276, libro 137, sección 2ª. c, folio 77,
con la referencia catastral 1661107DF3816B0005XW” tenía una “ocupante sin derecho de permanencia”. El anuncio judicial fue publicado en el BOE el 27 de enero. Las pujas, previo depósito de 8.650 euros en el juzgado, se iniciaron en el portal de subastas electrónicas del Estado el 30 de enero y concluyeron el 19 de febrero. La oferta que se adjudicó “el lote SUB-JV-2017-83.658” fue de 163.000 euros (la vivienda estaba tasada en 173.000, un precio muy por debajo del de mercado).
con la referencia catastral 1661107DF3816B0005XW” tenía una “ocupante sin derecho de permanencia”. El anuncio judicial fue publicado en el BOE el 27 de enero. Las pujas, previo depósito de 8.650 euros en el juzgado, se iniciaron en el portal de subastas electrónicas del Estado el 30 de enero y concluyeron el 19 de febrero. La oferta que se adjudicó “el lote SUB-JV-2017-83.658” fue de 163.000 euros (la vivienda estaba tasada en 173.000, un precio muy por debajo del de mercado).
La otra cosa que ha pasado es esta: una sobrina, probablemente con problemas económicos, dejó en la estacada a una tía anciana y alguien que nunca tendrá los dedos retorcidos de tanto trabajar compró una vivienda a porciones, como un pastel, a sabiendas de que estaba ocupada por –como dice la cruel jerigonza administrativa– “la ejecutada Felicidad Esteban Pascual”. Ejecutada en sentido literal, si todo sigue el curso normal y llega el desahucio.
Las dos cosas son legales, pero cabe preguntarse si son legítimas y el lector ya sabe por qué.