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Quim Boix i Lluch |
Este barcelonés de 68 años se jubiló en el
2010. Era ingeniero en el Ayuntamiento de Montcada i Reixac, donde ganó su
plaza en el 86. Antes, su actividad sindicalista, que nunca ha dejado, había
motivado su expulsión de ocho empresas -seis privadas y dos públicas-. Fue
detenido 11 veces por su lucha antifranquista, tres veces torturado y condenado
a dos penas de seis meses. Es miembro del consejo presidencial de la Federación
Sindical Mundial (FSM) y está organizando el primer congreso internacional de
pensionistas y jubilados sindicalistas, en Barcelona los próximos 5 y 6 de
febrero. (Semblanza de Carme Escales).
CC.OO dejó de ser un sindicato de clase.
Para algunos de los lectores esta
afirmación les parecerá demasiado contundente, pero lamentablemente es tan
cierta que ya es difícil que pueda recuperar esta condición. No se trata de
discutir desde cuando dejó de serlo, pero si recordar que CCOO, fundada ahora
hace 50 años, ya no cumple con los “requisitos definitorios de un sindicato de
clase”, si nos basamos en los propios documentos fundacionales de CCOO.
Los aproximadamente 4.000 caracteres, que,
según me han orientado, debe tener este texto, no me permitirán extenderme. Lo
haré en nuevos artículos si se me da oportunidad. Pero voy a recordar, punto a
punto, lo que era en su fundación (haciéndole un referente en España y fuera de
ella), y no es hoy el sindicato CCOO. Dejando claro que me refiero a la
globalidad del sindicato y en especial a sus actuales dirigentes, no a casos
concretos ni a partes importantes de la base sindical honesta y luchadora (que
cada día cuenta menos en las decisiones de la dirección).
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Fernandez, Toxo |
CCOO ya no es un sindicato de clase, al no
defender a la clase obrera, a los explotados, frente a los reales ataques de su
enemigo, la clase empresarial (burguesa, capitalista). Niega la existencia de
la lucha de clases por el simple hecho de no hablar de ella (antes lo hacía
siempre) en ninguno de sus documentos, ni congresuales ni principales resoluciones.
Es más ha adoptado en su “lenguaje oficial” la terminología que usan los
enemigos de la clase obrera: “agentes sociales” para designar clase social, es
el mejor ejemplo de ello.
CCOO ya no es un sindicato independiente,
capaz de ayudar a los asalariados a saber que son explotados y que se les roba
la plusvalía de lo que producen. Sus cursos de formación no solo dependen de
las subvenciones que dan la UE y los gobiernos burgueses, sino que además sus
contenidos no incluyen nada que difiera, en lo fundamental, de la concepción
capitalista de la sociedad.
CCOO ya no es un sindicato democrático, al
no respetar, en las decisiones que adoptan los dirigentes, las opiniones de los
trabajadores. En la mayoría de casos ni se consulta a los afectados (el ejemplo
de PANRICO es, entre muchos, uno de los más recientes y dolorosos), y, si son
consultados, no se respeta su opinión cuando no conviene a los intereses de los
dirigentes.
CCOO ya no es un sindicato representativo
de la clase obrera, al haber firmado muchos Pactos Sociales, entendidos como
pactos en los que el beneficiario es el capitalismo. Uno de los más
escandalosos y recientes ha sido la aceptación de la nueva rebaja de las
pensiones, cuando hay dinero suficiente para ellas.
CCOO ya no es un sindicato asambleario, al
tomar constantemente sus decisiones sin realizar las necesarias asambleas de
debate y contraposición de argumentos, única forma de conseguir que el voto de
cada trabajador se realice en base a argumentos contrapuestos. La última
experiencia positiva de su práctica asamblearia se remonta a los años 80 cuando
en Catalunya se hicieron asambleas en todas las grandes empresas y comarcas
para decidir si se aceptaba el Pacto Social. La mayoría de los participantes
dijimos NO a la firma del Pacto, pero los dirigentes de la CONC votaron SI en
la reunión estatal.
CCOO ya no es un sindicato participativo,
al redactar las propuestas que lleva a las mesas de negociación en los
despachos de la cúpula dirigente, que después intenta presentarlas como lo mejor
para los asalariados. En realidad hoy CCOO no consulta, ni a sus afiliados,
antes de firmar los grandes Pactos con los gobiernos (del PP o del PSOE) y la
patronal.
CCOO ya no es un sindicato unitario, al no
trabajar por la unidad de los diversos sindicatos y al aceptar la división de
la clase obrera impuesta por la patronal. Me refiero a los convenios aceptados
por este sindicato (el primero el de Pirelli a finales del siglo pasado) en los
que CCOO firma diferencias, en las escalas salariales y en otras condiciones
laborales, según la antigüedad u otros criterios.
CCOO ya no es un sindicato de lucha, al no
convocar acciones que realmente puedan obligar a la patronal a ceder frente a
las justas demandas de los trabajadores. En los últimos años se ha limitado a
convocar acciones (huelgas y manifestaciones) más para dejar constancia de su
existencia como sindicato que para forzar un acuerdo útil para la clase obrera.
CCOO ya no es un sindicato sociopolítico,
al no participar más que esporádicamente (y arrastrado por otras
organizaciones) en las luchas vecinales, solidarias, medioambientales, por la
vivienda, contra las privatizaciones, por las pensiones dignas, u otras, de las
que antes era impulsor y protagonista.
CCOO ya no es un sindicato
internacionalista, al no defender la unidad de la clase obrera más allá de las
fronteras de los estados, que la burguesía tiene establecidos para hacer
funcionar el capitalismo mundial, ni criticar (antes si lo hacía) al
imperialismo que aquél impone (para robar las riquezas a los pueblos, como
antes hacían los colonizadores). Lo más escandaloso en este aspecto ha sido el
apoyo a la CSI (Confederación Sindical Internacional), de la que CCOO forma
parte, en la proclama pública de aquella de soporte a la OTAN cuando esta alianza
militar invadía Libia.
No entro a analizar los tristes y
abundantes casos de corrupción en los que están implicados importantes
dirigentes de CCOO, ni a comentar que no es una casualidad que los dos
sucesores de Marcelino Camacho (me refiero a Antonio Gutiérrez Vegara y José
María Fidalgo) hayan terminado en el PSOE y en el PP respectivamente. Son
consecuencias lógicas del continuado abandono de las posiciones de clase.
Quim Boix i Lluch