Incluye referencias al testimonio de
Emilio Frugoni, fundador y dirigente del Partido Socialista uruguayo y en ese
período diplomático en la URSS
El 17 de julio de 1942 comenzó una
ofensiva de la Alemania nazi para conquistar las zonas petrolíferas de la Unión
Soviética. Tras invadirla en junio de 1941 y fracasar en la ofensiva sobre
Moscú, los alemanes buscaron ocupar el Cáucaso. Pero su ataque se estancó con
la defensa de Stalingrado, donde se luchó hasta la rendición germana en febrero
de 1943. Imágenes de la batalla que torció el rumbo de la guerra, en fragmentos
de Stalingrado, ciudad heroica, nota de Federico G. Lorenz en Todo es Historia,
nº403 de febrero de 2001.
“Aprovechémonos de las licencias concedidas
al escritor, y reencontrémonos con (el diplomático uruguayo) Emilio Frugoni (…)
en la pista de una base aérea, en Teherán, a punto de alcanzar su destino
final, Moscú, para hacerse cargo de la Legación oriental. Acompañémoslo a la
capital soviética; sobrevolemos junto a nuestro viajero algunos de los campos
de batalla más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial.
Frugoni está entusiasmado. Socialista
desde 1905, podrá visitar la tierra donde se está realizando la Revolución:
‘Estamos ya, prácticamente, en Rusia. El aeródromo es casi un pedazo de la
URSS. Los numerosos cazas americanos, prontos para emprender el vuelo hacia los
frentes rusos, lucen en su costado la estrella roja de la URSS, cuya pintura
parece fresca’.
Los diplomáticos uruguayos tuvieron la
posibilidad de observar, desde el aire, una de las zonas más ricas en petróleo
del planeta. A medida que el avión se acercaba a tierra, las formas borrosas
iban ganando en nitidez, revelando el potencial de la región: ‘Al principio
parecen unos cuantos armazones metálicos diseminados.
Conforme el avión desciende, el número de
las torrecillas aumenta. Ya no son unas cuantas. Son decenas. Son cientos…
Muchas hectáreas de extensión, en todas direcciones abarca ese bosque, en un
punto, cercano al mar’.
Esa riqueza fue la que transformó a la
región en el objetivo de la ofensiva alemana de 1942, que culminaría con el
desastre del VI Ejército alemán en Stalingrado: ‘Son los famosos pozos de Bakú
(capital de Azerbaiyán), por cuya posesión deliraban Hitler y sus mariscales’.
La ciudad inmortal
Sin embargo, los uruguayos no hicieron
escala en la zona petrolífera. Su vuelo prosigue hacia la ciudad sangrienta,
allí, en el preciso lugar donde un río hace una curva; Stalingrado. De pronto
divisan ‘el Volga famoso, ante el cual nuestro corazón late con más fuerza. Si
hay ríos sagrados en el mundo, ninguno lo es más que este’. Allí el Ejército
Rojo ha librado un combate trascendental, y el río es un símbolo porque ‘sus
ondas se han teñido de sangre en las más terribles batallas libradas por el
pueblo ruso en defensa de sus propios destinos y de los destinos de la
humanidad entera’.
El momento exalta a nuestro viajero. Su
misión diplomática le proporciona ‘la inolvidable ocasión de ver, alzándose en
una de sus orillas, la ciudad mártir por antonomasia, Stalingrado, la invicta,
la inmortal Stalingrado’.
A poco más de un año de finalizados los
combates por la ciudad, ésta ha retomado sus actividades cotidianas, aunque la
guerra es una presencia visible: ‘se extiende con tal pujanza de crecimiento
edilicio y demográfico, que uno cree estar viendo tres ciudades recostadas una
a poca distancia de la otra sobre el caudaloso río (…)
Altas chimeneas y edificios de muchos
pisos hablan de la importancia de esa ciudad donde grandes usinas humeantes
dicen que la actividad productiva ha comenzado a renacer entre los escombros y
las ruinas’.
Durante seis meses, Stalingrado fue el
escenario de una de las batallas más sangrientas de la Guerra en el Este. Era
la llave para el paso del Volga, y un centro de producción muy importante, al
mismo tiempo que su nombre (actualmente se llama Volgograd) actuó como un imán
tanto para Hitler como para Stalin. Las fuerzas alemanas, al mando de Friedrich
von Paulus, alcanzaron los suburbios de Stalingrado en septiembre de 1942.
Aunque llegaron a controlar el 90% de la ciudad, jamás pudieron evitar que los
soviéticos reforzaran sus defensas a través del río. Mientras ésta resistía, en
una encarnizada batalla casa por casa, seis ejércitos rusos se concentraban
para el contragolpe, que llegó en noviembre: estas fuerzas cercaron a las
tropas de Paulus. Los desesperados intentos de ruptura fracasaron. Al bombardeo
constante, se sumaron el frío y el hambre, producidos por el deficiente
abastecimiento. Pese a !a explícita orden de ‘resistir hasta el último hombre’,
Paulus se rindió, y noventa mil alemanes con él. Cuando los combates cesaron,
en febrero de 1943, ya se habían cobrado 146.000 vidas del Eje, pero además, de
los noventa mil prisioneros, sólo retornarían a Alemania seis mil. A este
escenario, poco más de un año después, llegó Frugoni.
Cicatrices
Un teniente alemán, muerto en los
combates, escribió: ‘Stalingrado ya no es una ciudad. Cada día que pasa se
transforma más y más en una nube de humo cegador y ardiente: es un gran horno
iluminado por el reflejo de las llamas. Y cuando cae la noche (…) los perros se
echan al Volga y nadan desesperadamente hacia la otra orilla. Las noches de
Stalingrado les provocan el mayor terror. Los animales abandonan este infierno;
incluso las piedras más duras no pueden soportar estas condiciones mucho
tiempo. Sólo los hombres resisten’.
Frugoni aterrizó en el aeródromo de Gumrak,
que durante la batalla fue tanto la puerta al Cielo, como las rejas del
Infierno.
Como si se tratara de un cadáver, la
ciudad muestra las heridas que le quitaron la vida: ‘Nos espanta el horror de
tanto estrago como allí vemos en la desolación de bloques de casas
desmanteladas, de paredes derruidas, de muros de los que sólo quedan los
cimientos. Y eso que apenas vislumbramos una parte de la destrucción de que ha
sido teatro y víctima esa ciudad gloriosa. En algunos sitios se amontonan en
forma impresionante los esqueletos de hierro de camiones, vagones, aeroplanos,
tanques… Junto a la línea del ferrocarril, en una estación central, el
hacinamiento de vehículos destrozados describe por sí solo el encarnizamiento
de la lucha’.
Otra estación, cerca del aeropuerto, ‘fue
uno de los puntos en que más arreció la batalla. Hay allí algunos edificios en
ruinas. Algunos se están reconstruyendo. En los rieles han quedado docenas de
vagones deshechos. (…) Cerca hay varias casamatas y refugios de tierra semisubterráneos.
Por todos lados, vestigios de los choques tremendos’.
(…)
Esta impresión dura un instante; el peso
de la evidencia muda de esos restos es muy grande: ‘El alma se encoge ante
aquellas constancias de la contienda terrible, pensando en los ríos de sangre
que han corrido por allí (…) La señal de partida nos arranca de las dolorosas
reflexiones. La vida sigue su curso, a pesar de todo. Nosotros continuamos
nuestro camino y allí queda, como un monumento de terrible elocuencia, todo ese
montón de escombros de una ciudad en cuyas calles se han jugado los destinos
del mundo contemporáneo, como antes en Londres, como antes, todavía, en
Dunkerque’.”
De Teaydeportea - Argentina
70 años del final de la batalla de
Stalingrado
Dos millones de personas murieron en la
batalla más cruenta de la historia de la Humanidad, que supuso el principio del
fin para Hitler
Colpisa / La Voz
01 de febrero de 2013
• Reuters Reuters
• Reuters Reuters
«Las heroicas fuerzas del general Paulus
han sucumbido gloriosamente en Stalingrado». Así contaba La Voz de Galicia, el
martes 2 de febrero de 1942, la derrota de las tropas nazis en una de la
batallas más cruentas de la historia». La noticia, «maquillada» por la
propaganda fascista, contaba que «después de dos meses de defensa heroica han
sucumbido frente a la superioridad numérica del enemigo».
Unos dos millones de muertos y
desaparecidos, de los que un millón fueron civiles rusos -aunque podrían ser
cientos de miles más porque la URSS nunca dio cifras-, más de medio millón de
heridos y cerca 91.000 presos alemanes tras cien días de contienda. La batalla
de Stalingrado, la más sangrienta de toda la historia de la humanidad, terminó
el 2 de febrero de 1943. La derrota, además de poner fin a las ansias
expansionistas de Hitler, supuso el principio del fin para el ejército del
Tercer Reich.
Después de fracasar en la conquista de
Moscú y en el cerco de Leningrado, Adolf Hitler ordenó a sus mariscales que
emprendieran una ofensiva hacia las explotaciones petrolíferas del Cáucaso,
esenciales para surtir de combustible a sus unidades en el resto del teatro de
operaciones de la Segunda Guerra Mundial. Así comenzó la que los germanos
llamaron 'Rattenkrieg' o 'guerra de ratas'. En su avance, el VI Ejército alemán
bajo el mando del general Friedrich Paulus topó con Stalingrado, las tropas
rusas y el río Volga. Sin vacilar, el dictador nazi ordenó tomar la ciudad,
costase lo que costase, calle a calle, casa a casa, piso a piso. Algo que evitó
en las otras dos capitales rusas.
Era el 23 de julio de 1942. La suerte
estaba echada y la dura climatología de la Europa Central iba, poco a poco,
consumiendo sus escasos días soleados.
Por este motivo, los alemanes no dudaron
con emplear técnicas que aprendieron en España, especialmente en Guernica, para
descargar 1.000 toneladas de bombas sobre Stalingrado, lanzadas por los Heinkel
111 y Junkers, bajo las órdenes del que había sido comandante de la Legión
Cóndor en la Guerra Civil, el general Wolfram Von Richthofen. Ese 23 de agosto
fallecieron 5.000 personas. Los combates se enquistados de manera que los
historiadores calculan que cada día perecían 3.000 soldados rusos, incluso se
habla que dada la carestía de fusiles lo soldados de Moscú iban en parejas, uno
con el arma y el otro con la munición y, cuando uno caía en combate, el otro
empuñaba el fusil.
Días después era el vicecomandante en
jefe del Ejército Rojo Zhúkov quien dio la orden: 'No entreguen Stalingrado'.
______________________________________________________________________________________________________________________________________________________
EN STALINGRADO HASTA LOS NIÑOS COMBATIERON
CONTRA LOS NAZIS
VER VIDEO
______________________________________________________________________________________________________________________________________________________
La batalla de Stalingrado y nosotros,
hoy.
por Atilio Borón
A propósito de la heroica epopeya del
pueblo soviético en Stalingrado, ¡Imagínense que mundo tendríamos hoy si la
URSS, denostada por igual por la derecha, el "progresismo" y el
infantilismo ultraizquierdista, no hubiera derrotado a Hitler! Con toda
seguridad los países capitalistas -"el pinche mundo libre"- habrían
pactado un acuerdo con Hitler para repartirse por un buen rato el dominio del
mundo. Con eso ni el "Estado de Bienestar" europeo de la posguerra ni
sus débiles sucedáneos populistas latinoamericanos habrían existido. En su
lugar habríamos tenido lo que Europa tiene hoy, pero con un componente más
brutalmente reaccionario y represivo que el actual.
En consecuencia: ¿no habría que revisar a
fondo lo que significó la Unión Soviética y llegar así a una conclusión más
matizada y balanceada, distinta de la satanización con la cual hoy se despacha
alegre e irresponsablemente este tema? ¿O será que hacer cuentas con NUESTRO
pasado, con el pasado de la izquierda en el plano internacional -y eso incluye,
nos guste o no, a las revoluciones rusa, china, vietnamita, cubana, sandinista,
etcétera, con sus logros tanto como con sus derrotas- es irrelevante para hacer
política de izquierda hoy? Yo discrepo radicalmente con ese criterio.